Columna: “El Castillo Forestal”
Por Miguel Laborde, El Mercurio. (28/09/13)
En estos días iba a comenzar la nueva vida de la pintoresca construcción que enfrenta al Museo de Bellas Artes, tan ligada a los orígenes del Parque Forestal y a una época marcada por un amor a Francia que el autor de esta obra, Álvaro Casanova Zenteno, tan bien representó. Ahora, por el vandalismo asociado a la última marcha estudiantil, habrá que esperar hasta diciembre para verlo aparecer en su nueva versión.
Más que una moda, el afrancesamiento de la sociedad chilena corresponde a una búsqueda legítima, sin conflictos con la identidad chilena, incluso presente en los líderes anarquistas y comunistas de la época. El propio Casanova, a los 23 años, cumplió una misión secreta en Francia, y de ahí en adelante colaboró con 11 gobiernos. Considerado el mejor marinista del país, pintó todas las principales batallas navales de nuestra escuadra. La sintonía con Francia no se oponía a la construcción del imaginario nacional. Balmacedista, tuvo el dolor de ver saqueada su casa, día en que desapareció la caja con los bocetos originales de la bandera chilena, la que diseñó su abuelo José Ignacio Zenteno a solicitud de Bernardo O’Higgins. No aparecieron más.
También a la francesa, los parques debían ofrecer relajo y descanso para soportar lo que en el siglo XIX parecía una acelerada vida urbana. Junto a los árboles, la arquitectura exótica, fuera de templos griegos, castillos o pagodas, contribuía a salirse de la vida cotidiana. El mismo Casanova hizo, con ese espíritu, el “Partenón” de la Quinta Normal.
Aquí evocó, con este pequeño castillo, la Francia de los caballeros andantes, la de los trovadores y las bellas damas, la de los peregrinos místicos y los monjes en los caminos, la Francia profunda de épocas que se recordaban más nobles y puras que la presente. Como tipología, se inspiró en los castillos del Loira.
El vínculo directo de esta obra con la laguna que había a su costado -hasta 1944- no es casual. Todavía quedan, a su lado, el muro con las argollas donde se amarraban los botes recreativos, cuyo arriendo se contrataba en el castillito. Casanova les dio vida, diseñando botes que aquí echó al agua, organizando regatas y, con los seguidores, fundando el Club Náutico de Santiago. Con sus estudios de ingeniería naval en Francia, incluso construyó una goleta que hizo viajes a Juan Fernández; sus marinas de batallas navales son perfectas en lo que a la forma de los buques se refiere.
Ya muerto el respetado paisajista Guillermo Renner -el mismo de los jardines del Club Hípico y el Palacio Cousiño, y que aquí colaboró con George Dubois-, y también Casanova, en 1939, secada la laguna en 1944, el castillo del Forestal entró en un ciclo de decadencia. Recién a fines de los 70 resucitó como virtual centro de extensión del Colegio de Arquitectos y luego como sede de la Corporación de Desarrollo de Santiago, fundada en 1985 con la misión de respaldar la cultura barrial e interactuar con los vecinos.
Años después entró en otro ciclo de abandono. El año pasado, finalmente, se decidió llamar a licitación el uso del lugar, resultando triunfador el equipo que incluía un reciclaje y ampliación a cargo de Mathias Klotz y Lilian Allen. En cuanto a su uso, la oferta gastronómica de carácter internacional pero asociada a productos chilenos con denominación de origen que se venderían en uno de los nuevos locales, y la apertura de una terraza asociada, debiera garantizarle una larga vida nueva.
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Protección
El municipio de Santiago y los concesionarios del proyecto ahora buscan una forma de proteger el castillito sin alterar el nuevo diseño ni contravenir la licitación realizada.