El comercio ambulante llegó a ciclovías con comida al paso y accesorios para bicicletas
Por C. Reyes Barría y E. Briceño, La Tercera. (05/10/13)
Hace un año que vendedores se ubican a un costado de ciclorrutas, por lo transitadas de éstas.
A fines de 2012, José García se dio cuenta de que vender accesorios para bicicletas junto a la ciclovía de Av. Pajaritos -que se extiende por casi 11 km, desde La Moneda hasta la Plaza de Maipú- no sólo podía ser buen negocio, sino también un servicio para los ciclistas.
Fue de pura casualidad. “Una noche iba trotando por ahí, preparándome para el Maratón de Santiago, y me di cuenta de que casi ningún ciclista usaba luces reflectantes. ¡Eso no puede ser! Así se me ocurrió la idea”, dice.
Tres semanas después, este contador, ciclista y runner aficionado condujo hasta un punto de descanso de la ciclorruta, en Pajaritos con Av. Las Torres, y comenzó a vender sus primeras luces led que se instalan detrás del sillín de las bicicletas y adelante. “Yo no gritaba ‘vendo luces a $ 3.000’, sino que opté por llamar la atención poniendo mi bici de cabeza y haciendo girar las ruedas. Como la gente pensaba que yo estaba en pana, se acercaba”, recuerda. Hoy se instala todos los fines de semana, entre las 5 de la tarde y las 9 de la noche.
García es parte de un fenómeno incipiente en las ciclovías capitalinas: el comercio informal que se ubica alrededor de estas rutas con una oferta de productos útiles para los pedaleros: además de luces, se venden campanillas, guantes y mascarillas para el frío, además de jugos, bebidas e, incluso, ciertos alimentos.
Según el director de la organización Bicivilízate, Claudio Olivares, estos surgieron hace cerca de un año. “A raíz del creciente número de ciclistas en la capital, que aumentan a razón de un 20% al año desde 2005, se generaron pequeños emprendimientos con productos que sacan de apuro a los ciclistas. Nos sirven y nos prestan un servicio”, explica.
Claudio Canales también vende accesorios para ciclistas, pero en la ciclorruta de Pocuro, en la Plaza Río de Janeiro, al frente del colegio San Ignacio. A veces se mueve de ahí y va intercalando los días. “Los de Seguridad Ciudadana son muy pesados, por eso trato de ir cambiando”, cuenta este vendedor ambulante, que la mayor parte del tiempo comercializa ropa en el barrio Meiggs.
Precisamente desde allá trae muchas de las cosas que luego vende en Providencia. Uno de sus productos estrella son las luces led, que valen $ 3.500. “Hace un par de meses vine con mi hijo y su bici no tenía faroles, así es que compré uno aquí mismo, al paso”, cuenta Ricardo Morelli, ciclista habitual de Pocuro.
Jugos y bocados
Los domingos, día de la CicloRecreoVía en que los ciudadanos transitan con libertad por varias calles cerradas a los automovilistas, se ha transformado en otra excelente oportunidad para los vendedores al paso.
Paula, una peruana que vive hace ocho años en Santiago, notó que ubicarse en la intersección del puente Pío Nono con la Av. Andrés Bello era una muy buena opción para vender sus jugos de naranjas recién exprimidas, a $ 500 y $ 1.000, según el tamaño. “Vendo unos 50 vasos entre las 10 de la mañana y la hora de almuerzo”, cuenta.
Más al poniente, donde la costanera se acerca al Museo de Bellas Artes, Margarita ofrece sus onigiris, bocados de arroz con queso crema, sésamo y algas negras ($ 400).
A las 13.30 horas, Cristián pasa por el lugar pedaleando, se detiene y le compra la oferta de tres bocados en $ 1.000. “Me encantan. Esta es la tercera vez que los pruebo, porque a esta hora sirven para recargar energía antes de comenzar el trayecto de vuelta hasta mi casa, en La Reina”, dice.
Claudio Olivares cree que la cantidad de tiendas y servicios asociados a este pasatiempo seguirá en aumento. “En la medida en que haya una demanda creciente, como ha sucedido en los últimos siete u ocho años, también crecerán tanto el comercio formal como el informal alrededor de las ciclovías”, asegura.