Opinión: ¿De qué se trata cuando hablamos de equidad urbana?
Por Álvaro Rojas Vio. Arquitecto, director de URBASIX. Máster en planificación y diseño urbano
Según el MOP, son $926 millones de dólares los que se invertirán en la próxima autopista Américo Vespucio Oriente (AVO). La obra de infraestructura beneficiaría a unos 700 mil santiaguinos, quienes reducirían 7 veces sus tiempos de viaje entre El Salto y Príncipe de Gales –de una hora a 8 minutos-, eso sí, pagando una tarifa de $120 pesos por kilómetro, duplicando o triplicando lo que cobran otras autopistas similares. El proyecto contempla, entre otros aspectos, dos subterráneos de pistas de alta velocidad, cubiertos por un parque; un nuevo túnel que perforará el cerro San Cristóbal; ciclovías, miradores y otros espacios para peatones. Sin duda, va a mejorar la conectividad dentro de la capital, de modo que los santiaguinos podrán contar con nuevas y rápidas alternativas para desplazarse, especialmente en hora punta.
En tanto, $7,6 millones de dólares, es decir, menos del 1% del proyecto de Vespucio Oriente, fue el monto a repartir entre 16 comunas de la Región de Los Lagos en el 22° concurso del Programa de Pavimentación Participativa del MINVU. Este fondo permite, año a año, la pavimentación de calles y pasajes en las quince regiones, además de la colocación de veredas y soleras, logrando un gran salto en la calidad de vida de miles de personas en sus localidades. Según un estudio de 2012 de la CEPAL, en particular la Décima es una de las regiones con más escasez de vías pavimentadas, con un total de 18% a nivel regional, considerando las redes viales nacionales, regionales y comunales. En este último ámbito, la pavimentación alcanza a un 2%. Por eso el alcalde de la comuna de Fresia, al recibir los $143 millones de pesos que se le adjudicaron para pavimentar tramos de dos calles principales, expresó su orgullo de que con ello se completó “más de un 90% de las calles de la comuna pavimentadas, lo cual es motivo de orgullo porque se ha trabajado en forma constante por mejorar las condiciones de nuestros vecinos de Fresia. Nuestro objetivo es que la comuna siga progresando junto a los vecinos, que los avances lleguen a todas las familias y que podamos sentirnos orgullosos de nuestro barrio y ciudad”.
Dos caras de la moneda, dos realidades que tienen una cosa en común: la decisión de la autoridad, que programa en el tiempo las obras de construcción según prioridades establecidas previamente. ¿Cómo se fijan las prioridades de las obras públicas viales? Hay dos criterios fundamentales: el de “se construye para el que paga”, de un énfasis económico, que ha podido dar vida a grandes y modernos proyectos de infraestructura, como las autopistas urbanas; y el de “construir para el que no puede pagar”, de un énfasis social, haciendo realidad caminos que, si no fuera porque el Estado se preocupa de hacerlos realidad, mejorando significativamente la conectividad en el país, nadie querría pagar un solo peso por ellos. Ambos criterios, si se aplican de forma autónoma, producen un desastre: el primero, porque si sólo se hicieran los caminos que pueden autofinanciarse con una concesión, éstos serían muy escasos y beneficiarían sólo a los centros urbanos de mayor poder adquisitivo y donde hay altos flujos vehiculares; el segundo, porque si el Estado decidiera sólo hacerle caminos a los poblados más pobres o alejados territorialmente, estaría invirtiendo sus recursos en vías de escaso o nulo tránsito, beneficiando a un bajo número de habitantes.
Encontrar un punto de equilibrio entre ambas perspectivas es una tarea ardua y, muchas veces, ineficiente. Conviene escoger por una de las alternativas, sin perder de vista a la otra e incorporándola de la mejor forma posible en los proyectos. Cuando pienso en ese alcalde de Fresia, que se siente feliz de que su comuna esté cerca de un 100% de pavimentación, porque mejorará la calidad de vida de sus vecinos, pienso también que esto se traduce en que menos personas caminarán sobre el barro, en que sus habitantes llegarán más rápido a sus trabajos a pie o en vehículo, el ganado podrá desplazarse con más seguridad, todos se sentirán más contentos y más dignos. Finalmente, una vía pavimentada es más dignidad. En cambio, lo que está en juego con la Autopista Vespucio Oriente no es la dignidad, sino más comodidad. Y lujo. Porque cuando se considera la incorporación de túneles edificados con trinchera cubierta más un nuevo túnel en el sector de La Pirámide, sin duda lo que está en juego acá es el confort y una inclinación de intereses económicos.
No hay ninguna duda de que Vespucio Oriente será de mucho provecho para millones de santiaguinos, muchos más que los 11 mil que viven en Fresia. Pero hay que equilibrar la balanza hacia dar dignidad a todos los chilenos, y no sólo para aquellos que pueden pagar un tag. La prioridad debe ser la conectividad de todo el territorio, aunque por supuesto aquellas rutas de escaso tránsito deberían aplicarse criterios de bajo costo, como el ripio o el estabilizado. Si se van a gastar casi mil millones de dólares, hagamos que también haya un presupuesto similar para generar desarrollo local con pavimentaciones y nuevas vías en las regiones, y con ello impulsar también nuevos servicios, nuevos negocios, nuevos puestos de trabajo, más turismo y accesibilidad. Con esa cantidad de millones hasta nos puede alcanzar para hacer obras públicas de alta calidad arquitectónica y con buenos complementos urbanísticos, como parques, ciclovías y puntos de descanso y recreación.
Igualmente no puedo dejar de pensar en Tongoy, que desde el año 2004 tiene un proyecto estancado para pavimentar la costanera, esa misma que recorren miles de chilenos en las vacaciones para contemplar el mar, pero que al unísono levantan polvo y ensucian las casas aledañas. Costos sociales para algunos, beneficios para otros.
Chile es un país donde todavía existe la pobreza y el aislamiento geográfico. Reconectémonos con las reales prioridades del país para poder diseñar mejores políticas públicas. Por supuesto que obras como Vespucio Oriente pueden concretarse. Pero el justo equilibrio con los beneficios sociales debe aparecer ante los ojos de todos, especialmente de los que proporciona el Estado.