Columna Hacia un Santiago de calidad mundial: “La ciudadela inca que emerge bajo Santiago”
Por Miguel Laborde, El Mercurio. (16/11/13)
Dos grupos de investigadores chilenos, luego de años en el tema, concluyeron lo mismo: debajo de las construcciones de Santiago subyacen incontables testimonios de un gran asentamiento inca, una ciudadela con roles administrativos, rituales y astronómicos. Al parecer, no había ninguno más importante en 500 kilómetros a la redonda.
Son hechos que abren una profundidad sugerente en las ciudades, como en el caso de Nueva York, antes Manahatta, de donde derivó Manhattan. En el caso de Santiago, hacia 1470, en Cusco ya se hablaba del valle de Chile y de la gente del Mapocho.
Había pistas de la ciudadela, incluso de Diego de Rosales, pero el interés era escaso. Fueron decisivas las excavaciones del Metro, en torno a la Plaza de Armas y la Quinta Normal, porque respaldaron a los especialistas.
Las piezas se irían armando para entender la forma como el principal imperio sudamericano ordenó este territorio, entre los portezuelos andinos (por los puntos en que sale el sol en ciertas fechas, como el Cerro Provincia), hasta el cerro en la Cordillera de la Costa, donde desaparece, pasando por el lugar de los muertos junto a la Quinta Normal.
En medio, la explanada ceremonial que aprovecharía Pedro de Valdivia para la plaza mayor y, adyacente, con su fachada mirando el sol naciente, el templo solar donde ahora está la Catedral.
Ellos tenían una malla de líneas virtuales que unían hitos rituales, los ceques, sacralizando así la geografía e incorporándola a sus ritos. Unas de norte a sur, el eje más humano, otro de este a oeste siguiendo el curso de los astros en el firmamento, el más divino, entrelazados al parecer en la Plaza de Armas, que sería su epicentro.
El entorno de la Estación Quinta Normal tiene una ubicación que permitía observar la salida del sol, hacia el punto donde emergía para el equinoccio; la calle Catedral sigue esa dirección, como “vía observatorio”, justo la misma que escogieron los inmigrantes peruanos como lugar de encuentro.
El mes pasado, los dos equipos presentaron sus descubrimientos en el Museo Vicuña Mackenna: Patricio Bustamante y Ricardo Moyano, centrados en la Plaza de Armas y su entorno; Rubén Stehberg y Gonzalo Sotomayor, sobre la importancia del asentamiento para toda la región. Luego guiaron un recorrido hacia el cerro Santa Lucía, piedra incásica, plazuela donde estaría la cancha precolombina y el mirador de interés astronómico ritual; luego la calle Catedral, por ser conector ritual; Bandera e Independencia como Camino del Inca, y la Plaza de Armas.
Los aislados hallazgos (también hubo en la Remodelación San Borja, el Cerro Blanco y la Clínica de la UC) ahora permiten vislumbrar la planta de la instalación incásica concentrada entre la actual Plaza de Armas y la Avenida Matucana.
Según indicó Rubén Stehberg, los incas -como los romanos- se apropiaban de los sitios rituales para incorporarlos, sin negarlos ni destruirlos. Es posible, por lo tanto, que el territorio, con sus ejes solsticiales y equinocciales, ya tuviera un orden cósmico similar antes de su llegada.
Interesante es la observación de que la “primera casa” de la ciudad, la del gobernador, fue habilitada recién en mayo de 1542; hasta entonces, los conquistadores nuevos habrían habitado la ciudadela de los anteriores.
HERENCIA
Debajo de las construcciones de Santiago subyacen incontables testimonios de un gran asentamiento inca, una ciudadela con roles administrativos, rituales y astronómicos.