La última casa de la manzana: el drama de vivir rodeado de edificios
Por Lucía Adriasola C., El Mercurio. (08/12/13)
Se quedaron para proteger el barrio o porque no llegaron a acuerdo económico
Ante una oferta de construcción, Vicente Domínguez, director ejecutivo de la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios, recomienda vender antes de quedar convertido en una “casa isla”.
Da lo mismo si es invierno o verano. Desde hace más de 10 años que Rosario Benavides se acostumbró a no tener sol en su casa. Dos edificios, uno de cinco y otro de 13 pisos, se construyeron a cada lado de su domicilio, ubicado en el pasaje Juan Williams Noon, en Providencia, y taparon para siempre los rayos del sol.
Hoy, a 10 años de la primera construcción mira esta realidad con melancolía. Para defender su barrio y privilegiar la vida familiar, decidió no vender su terreno y quedarse ahí. Sin embargo, ahora, con calma, y mientras suenan los aires acondicionados de la torre más alta, cree que lo mejor habría sido haber vendido y emigrado.
“Cuando llegaron las inmobiliarias decidimos no vender, pero después nos arrepentimos porque acá se perdió la dinámica de barrio”, alega. Además, agrega que la tranquilidad por la que se quedaron ahí también se perdió, pues el pequeño pasaje, que desemboca en calle Antonio Varas, hace un efecto de anfiteatro con el ruido que las nuevas familias emiten desde sus balcones. “Esta era una calle pequeña para vivir en casas, pero ya no hay nada qué hacer”, dice Benavides, resignada.
Una realidad similar, vive la familia Fritis Ferrero, quienes habitan en El Llano, en San Miguel. Hace 44 años llegaron al barrio y hace 30 son testigos de cómo han desaparecido las casas de sus vecinos. “A mí esto me da pena. Cada vez que salgo llego contándole a mi marido: ‘oye mira… la familia tanto tanto se fue’ o ‘botaron la casa de esa gente tan amorosa'”, cuenta Violeta Ferrero, con melancolía.
Así, y tras rechazar 15 ofertas inmobiliarias, se transformaron en una “casa isla”, rodeada de un edificio de cinco pisos a un lado y al otro, uno de 14. “Nunca llegamos a un acuerdo económico, porque estas empresas quieren hacer un negocio con uno ofreciendo poca plata”, dice Ferrero.
Para Vicente Domínguez, director ejecutivo de la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios, a estas familias no les queda más que acostumbrarse a vivir bajo esas dinámicas o resignarse a vender sus casas a un mal precio, porque para él, ya no hay nada qué hacer con esos sitios.
“Cuando un barrio posibilita las construcciones en altura, las personas deben tomar decisiones en función de ello. Yo no aconsejo tomar una actitud de ‘rebeldía’ por conservar el barrio, ya que quedar como una casa isla es lo peor. Uno se queda en una superficie pequeña, donde ya no se puede construir, y, además, se pierde la plusvalía”, explica el experto.
A pesar de tener clara esa visión María José Martínez, compró una de estas casas en Manquehue Sur con Colón. Según ella, supo ver un factor positivo en esta adquisición.
“Hoy en día encontrar una casa es un lujo, sobre todo que esté bien ubicada, así que nosotros decidimos olvidarnos que vivimos así”, dice Martínez y añade que para ello plantaron árboles para no sentirse observados y “hacer una vida normal”, aunque mientras termina esa frase levanta su vista por si hay algún curioso mirando.
Datos clave
Casas isla : Propiedades rodeadas de grandes construcciones, las cuales, por lo reducido del terreno, no son atractivas para el mercado inmobiliario.
Así, con una distancia de no más de cinco metros con cada torre que la rodea, sus habitantes deben aprender a vivir bajo la dinámica de las cortinas cerradas o plantando árboles para disfrutar con libertad el patio.