El recambio de la Plaza San Enrique
Por Carlos Reyes Barría, La Tercera. (02/02/14)
[FIESTA] Tras el cierre de Sala Murano en mayo pasado, sólo quedó una discoteca juvenil en esa zona de Lo Barnechea. Hoy, sus vecinos proyectan una bohemia más adulta y apacible ahí.
HACE tres años, esto parecía la salida de un estadio, un mar de gente a las cuatro de la mañana”. Así lo describe Alipio Aceta, quien hace una década coordina los radiotaxis junto a la Plaza San Enrique, ubicada al final de Av. Las Condes. Para entonces, tenía 20 vehículos esperando a las masas de jóvenes -en su mayoría de 18 a 21 años- saliendo de las tres discotecas que por esos días funcionaban en esta zona de Lo Barnechea: Sala Murano, Dominga y el Club Mint, que juntas podían reunir a más de 2.700 personas. “Eso, sin contar los taxis piratas: fácilmente sumaban todos unos 50”, agrega.
Hoy, en cambio, sólo deja entre cinco a siete vehículos. Esto, porque Dominga es la única discoteca que permanece abierta ahí: el Club Mint se convirtió en sala de eventos y Sala Murano dejó de funcionar en mayo pasado.
Para los vecinos, la municipio y Carabineros, el cierre de ese lugar -que tenía capacidad para más de 1.300 personas- marca un hito en la historia de este barrio que, desde fines de los 80, ha albergado locales nocturnos juveniles. Hoy, está dando un giro más adulto y apacible, impulsado por los propios dueños de la discoteca.
El gerente general de Sala Murano, Sergio Arriagada, cuenta que el concepto que tenían ahí lo trasladaron a un nueva sucursal, en la comuna de Padre Hurtado. “En el local de Av. Las Condes, en cambio, inauguraremos en mayo una sala de eventos para productoras independientes. No será una disco que abra regularmente y estará dirigida a un público de 30 años, con mayor poder adquisitivo”.
Los aires de cambio ya los han percibido las autoridades. El mayor César Durán, de la 53ª Comisaría de Lo Barnechea, asegura que “en los últimos tres años ha habido un descenso progresivo de los delitos de mayor connotación social, como hurtos y robos en todas sus características. Esto se debe a que ha disminuido la población flotante de la plaza, que se prestaba para el consumo de alcohol, riñas y otros ilícitos”.
En el municipio hacen la misma evaluación. Su director de Seguridad, Hugo Bugueño, afirma que “los incidentes han disminuido en 200% desde el cierre de Sala Murano. Eso no significa que hoy el lugar sea una taza de leche, pero hay un cambio positivo, que esperamos conservar”.
La apertura en 2002 Sala Murano fue sólo un capítulo más en la historia de la Plaza San Enrique como epicentro del carrete más ondero. Comenzó en 1989 con la Billboard, dirigida a universitarios de la época. Luego llegaron la Neo y la Noti Dormi, y en 1997, el Café Vallarta, famoso por sus “barras a precio de costo”. Cuatro años después abrió Sala Murano, con una sala general, un salón VIP y tres pisos de escenarios.
“En una década, la edad del público fue cambiando. Primero, teníamos jóvenes entre 18 y 24 años y mayores de 25 en el salón VIP, heredados de las discos previas. Fue en 2012 que comenzó a disminuir abruptamente y el promedio no superaba los 21 años”, agrega Arriagada.
“Ese año empezamos a cerrar no a medianoche, como de costumbre, sino a las 22.30, para evitar líos con el expendio de alcoholes”, relata Angelo Arecco, administrador del supermercado Roy Roy -fundado por su padre en 1982- y que desde niño ha visto cómo el barrio se transformó de una zona de arrieros a epicentro del carrete del barrio alto.
Por problemas como esos, Sala Murano decidió hacer una pausa. “Hoy queremos darle un nuevo aire a San Enrique y alinearnos un poco al público del bar Taberna Sátira, que está a unas cuadras de aquí”, señala su gerente.
Los dueños de esa taberna instalada hace 18 años, María Soledad Ascencio y Jaime Rodríguez, ven con buenos ojos las reformas de Arriagada. “Somos cero público de discoteca. Nuestros clientes siempre han sido de 35 años o más, vecinos de El Arrayán, del camino a Farellones y los alrededores. Este barrio tiene potencial para convertirse en un foco de bohemia tranquila y, aunque llegan jóvenes, no es ni una décima parte de lo que solía llegar: hoy es un número más prudente”, declara Ascencio.
Jorge Farías, dueño del restaurante La Querencia -fundado en 1952-, reconoce que el barrio está más tranquilo, aunque con mayor escepticismo. “Queremos crear una asociación de restaurantes de la comuna y potenciarla como polo turístico para quienes se hospeden en la zona oriente. Sobre el futuro, hay que ver”, sentencia.
¿Adónde se fueron los jóvenes que frecuentaban los locales de la Plaza San Enrique? Algunos dicen que “migraron” hacia Vitacura. “Hasta el año pasado, antes de ir a San Enrique, pasábamos por locales como Helsinki o La Previa, a la altura de Lo Matta. Y aunque hoy la plaza está más relajada, decidimos quedarnos en Vitacura la mayoría de las veces”, cuenta Patrick Blamey (20).
La nueva ruta bohemia de Agustín Correa (19), quien vive en Los Trapenses, es parecida. “Hace cinco meses que no voy a la Plaza San Enrique. Prefiero ir a Vitacura, al Amanda”, remata el joven.