Vivir pegados al mall
Por Florencia Polanco, El Mercurio.
No es que sean adictos a las compras. Sucede que sus casas o departamentos quedaron casi adentro, o como patio trasero, de los centros comerciales que se construyeron en su barrio. Residentes cuentan cómo es ser vecinos de estos centros que atraen a tantos capitalinos.
Grace Escalona vive hace diez años en una isla junto a su familia. Pero no se despierta rodeada por un paisaje paradisíaco, aguas turquesa, ni palmeras de cuello largo se agitan exhalando olor a coco por doquier.
En realidad, una extensa explanada de concreto es lo que circunda las paredes de su casa, donde se construyó hace veinte años el mall Arauco Maipú.
En la calle Werner von Braun, la casa de la abogada quedó justo entremedio del centro comercial y de un strip center que ocupa toda la manzana de la vereda del frente. Ahora pareciera que vive, literalmente, adentro del mall , e incluso es la única residente que queda en la cuadra.
De hecho, su patio trasero colinda con el estacionamiento, donde miles de personas entran y salen después de comprar. Por eso, dice Grace Escalona, el sector está lejos de ser el oasis que fue antaño.
-Antes, la calle estaba cerrada con reja y ligustrina, como un condominio. Pero cuando llegó el mall la sacaron para abrir los accesos. Ahora la gente anda como Pedro por su casa. Los sábados y domingo son caóticos, y diciembre es fatal.
Paradójicamente, dice que casi nunca va de compras, porque siempre está ocupada en el trabajo y fuera de casa. Al menos así ha logrado aguantar vivir pegada al centro comercial, una experiencia que resultó ser “menos terrible” de lo que creyó antes de mudarse a la isla.
Últimamente, añade, ha recibido más de una oferta de corredores de propiedades, pero no ha aceptado ninguna, porque cree que ahora su casa vale más de lo que le ofrecen.
A diferencia de ella, Ricardo Baeza y Margarita Rivera no dan abasto. Su local de motos también quedó cercado en una esquina del mall, “el peor vecino que se puede tener”, dicen.
Desde que aumentó el flujo de público en el sector, cuentan, les entran a robar casi todos los meses. El último robo fue hace tres semanas, pese a que enrejaron todas las puertas y ventanas. El dueño del local no oculta su impotencia y desilusión al hablar. Mientras su perro pastor alemán pasea de un lado a otro, muestra cómo los ladrones destruyeron el techo a patadas para entrar por el entretecho a robar accesorios y una moto.
-La seguridad es pésima, porque vivimos rodeados de mecheros.
Ni el perro, ni las alarmas, ni los fierros han podido detener los atracos , según relata la dueña, porque nadie escucha nada. Tampoco el retén de Carabineros que está de punto fijo en Arauco Maipú.
-Nosotros tuvimos que entrarlo todo. Apenas pasaban se robaban espejos… lo que podían agarrar se lo llevaban.
Esa constante amenaza y el aislamiento, dicen, los tienen bajo un estrés constante que ya no son capaces de aguantar.
En La Reina, varias familias viven una situación similar. En la manzana que ocupa el recién inaugurado Mall Plaza Egaña, que aún está en construcción, hay un condominio de edificios y algunas casas que quedaron enfrentadas al centro comercial.
El profesor Luis Solís, quien reside en la calle Güemes hace dos décadas, cuenta que lleva tres años viviendo bajo una sombra perpetua. La lluvia de polvo que cae desde la construcción lo obliga a mantener las ventanas cerradas durante todo el año. En su jardín, las flores y el pasto están cubiertos por una capa de polvo blanco.
-Nunca más pudimos hacer mantención de la casa, porque luego ya está todo arruinado.
“La maldición”
Al oriente de la capital, un grupo de vecinas tampoco sabe qué hacer. La vida tranquila que disfrutaban dio paso al barullo y el cemento, apenas se construyó el Costanera Center en Providencia.
Ubicadas en Nueva Los Leones con Andrés Bello, son las pocas residentes que quedan en el sector. Su edificio, donde también hay oficinas, quedó casi rozando la inmensa pared del megacentro comercial, y justo al costado de una salida de autos.
Al abrir la ventana de uno de los dormitorios de Iris Espinosa -quien reside hace cuarenta años en el lugar, y es parte del comité administrativo-, pareciera que el murallón del mall se abalanza sobre ella.
-A las tres de la tarde ya hay que encender las luces, porque esta mole nos tapa todo el sol. Para más remate, dejaron unos extractores para el lado de los residentes, y durante la noche nos queremos morir, porque sale una cosa fuerte que hace picar los ojos.
El aumento del tráfico que atrajo el centro comercial también los tiene molestos, porque muchas veces no pueden salir del estacionamiento por el taco.
-Nosotros le decimos “la maldición” a esta monstruosidad. A mí me tiene traumada. En las noches con suerte podemos dormir, porque encienden unos focos tremendos.
Como miembro del comité administrativo, dice que en más de una oportunidad llamaron al ex alcalde de la comuna, Cristián Labbé, pero no tuvieron respuesta. Ahora solo les queda resignarse, y tomar el té de la tarde a la luz de los focos.
Menos privacidad, pero más servicios
Al costado del Mall Plaza Vespucio, de La Florida, en la calle Serafín Zamora, hay un condominio de blocks que resalta en medio del comercio. Aunque su experiencia es diferente de la que viven en Providencia y Maipú. Según Esteban Gálvez, quien vive ahí hace cuatro años, estar pegado al mall tiene “pros y contras”:
-Por un lado, tienes todo cerca. Mi señora acaba de tener a mi hijo en la clínica de al lado, y fue un ahorro de tiempo increíble. Pero lo malo es el ruido y la contaminación del aire, porque pasan muchos autos. Y también la falta de privacidad, porque transitan personas todo el tiempo.
Es el caso de Gustavo Zúñiga, quien vive en el primer piso. La ventana de la pieza de su hijo da justo a una de las entradas del estacionamiento del mall, donde ingresan y salen autos permanentemente. Por eso la mantienen cerrada, incluso cuando el calor no da tregua.
-Pasa que hay muchos choques, porque los autos que salen pueden doblar a ambos lados, y más los bocinazos de los buses, ahora que pusieron un paradero al frente, es terrible.
Eso sí, dice que está acostumbrado, y que su señora es la que más goza, porque vive de compras en el mall.
MASIVOS
Los malls de las principales cadenas reciben 1,2 millones de visitas diarias.