Columna: Minería urbana
Por Santiago Mejia Dugand, candidato a Ph.D. de la Universidad de Linköping, Suecia. Su investigación está enfocada en el rol que la tecnología juega en la solución de los problemas ambientales que enfrentan las ciudades, y en las condiciones que facilitan o dificultan su adopción e implementación. Miembro del Equipo de La Ciudad Verde.
Los avances tecnológicos, especialmente en el área de las telecomunicaciones, han tenido un crecimiento sin precedentes durante el último siglo. Dichos avances han requerido el cambio de unos materiales por otros e incluso han significado la desmaterialización en muchos casos (nanotecnología y tecnologías inalámbricas).
Sin embargo, utilizar nuevos materiales no necesariamente significa recuperar los viejos. Este es el caso de las líneas telefónicas y los cables eléctricos. Con la llegada de la fibra óptica, muchos cables antiguos, obsoletos, quedaron enterrados bajo las palpitantes ciudades, que se olvidaron del servicio que alguna vez les prestaron. Un estudio realizado en Suecia, por ejemplo, encontró que hasta 20% del cobre que hace parte de los sistemas urbanos de Gotemburgo, la segunda ciudad más poblada, está en desuso. Los investigadores estiman que bajo las ciudades suecas puede haber alrededor de 90,000 toneladas de cobre obsoleto, lo cual equivale al 60% del consumo anual de cobre en ese país. Estudios en otras ciudades suecas han mostrado también el elevado valor económico que representan los materiales en hibernación en su subsuelo. El reto es ahora recuperar este material de una manera económica.
La explotación desmedida de estos materiales, ha ocasionado que se encuentren cada vez más en menor proporción en minas y canteras, requiriendo mayores cantidades de energía y contaminando aún más el aire y el agua. ¿Conocen el término “mochila ecológica” (ecological rucksack, en inglés)? No se refiere precisamente a una mochila hecha con materiales orgánicos, o algo por el estilo. Se refiere a todo lo que está detrás de la generación de algún producto o servicio o de la explotación de minerales de la corteza terrestre. El cobre, por ejemplo, se encuentra comúnmente en concentraciones del alrededor de 1%! Piensen ahora cuántas toneladas de material hay que remover y procesar para obtener una tonelada de cobre (les ahorro el trabajo: 100 toneladas). Algunas fuentes pueden incluso representar una mochila ecológica de 1:500. Incluyan en su análisis la cantidad de combustible, electricidad, agua y aire que se consume en este proceso. Ni hablar de materiales mucho más escasos en la corteza terrestre como el oro, el platino o el uranio.
Conscientes de esto y de la volatilidad de los precios internacionales de muchos de estos materiales, algunos investigadores y ecologistas industriales han empezado a explorar bajo el suelo urbano en busca de lo que se conoce como “materiales en hibernación”, materiales pertenecientes a otrora modernos sistemas de comunicación y transmisión de energía o de transporte pero hoy obsoletos y olvidados. Dichos estudios incluyen no sólo la caracterización de los materiales y la estimación de las cantidades, sino también la factibilidad de su recuperación.
Ellos no son los únicos conscientes del valor de estas minas urbanas. Algunos hampones en nuestras ciudades bien podrían llamarse “mineros urbanos”, que roban cables y tapas de alcantarillado, dejando cuadras enteras sin electricidad, teléfono o internet o llenas de agujeros listos para recibir a los peatones incautos. Por supuesto, este no es el tipo de minería urbana que yo expongo.
La urbe está llena de minas de materiales útiles y valiosos, sólo hay que saber buscarlos y ver más allá de la obsesión y dependencia de los materiales vírgenes. Esa época dorada ya se acabó y la realidad es que los recursos en este planeta son limitados y están al borde del agotamiento. No es de extrañar entonces que un día, mientras caminamos por las principales ciudades de nuestras ciudades veamos salir “topos” del subsuelo, con picas, palas y una linternita en la frente. Esos serán los mineros del futuro.