El jardín secreto del Parque O’Higgins
Por Carlos Reyes Barría, La Tercera. (16/02/14)
[rincon chino] Cerrado al público hace más de cuatro años por los daños y rayados en su mobiliario, la administración proyecta abrirlo durante este semestre con un horario restringido.
SUENA el gong, y al compás de tambores orientales, dos leones danzaban en octubre de 2006 para celebrar la remodelación del jardín chino del Parque O’Higgins, un islote en una de sus lagunas con una pérgola estilo pagoda, lámparas rojas de papel y un gran arco de colores guarecido por un puente con esculturas de “leones fu”, parte de la tradición budista.
“Hicimos la danza típica del Año Nuevo Lunar, que se hace también para la buena suerte. La idea a futuro era hacer clases de taichí y artes marciales, como en los parques de China, pero cuando me enteré de que tuvo que ser clausurado me caí de espaldas”, recuerda Raúl Toutin, director de la escuela de artes marciales Choy Lee Fut, que estuvo a cargo del baile inaugural.
Hace más de cuatro años que el acceso está cerrado con candado, a diferencia del Jardín del Tíbet que -curiosamente y a unos minutos- permanece cuidado y abierto al público desde su apertura en los 90, con la venida del XIV Dalai Lama. En cambio, tanto la pérgola como algunas de las esculturas y bancas de su par chino fueron invadidas de rayados, y la losa de la pagoda -traída de Asia- destruida. Incluso, robaron la placa de bronce que constataba su reinauguración.
El municipio se propone reabrirlo durante este semestre, previa limpieza y pintura de la pagoda. “Creemos que la entrada funcionará como el cerro Santa Lucía, con horario predefinido y libro de visitas”, cuenta Marcelo Muñoz, su administrador. Además, proyectan aumentar el número de guardias, hoy sólo una treintena bajo un sistema de tres turnos para todo el parque.
La remodelación de 2006, cuyos trámites comenzaron tres años antes con la donación de 20 mil dólares por parte del gobierno chino, fue la última que se hizo en el lugar. “No hay caso. Igual cruzan la laguna y hacen destrozos. Hace unos años comenzamos a podar y recuperar las plantas, pero siempre nos encontramos con sorpresas”, comenta Carlos, una de las pocas personas con autorización para entrar a este lugar con 166 años de historia.
Este jardín no siempre estuvo rodeado de agua y no siempre fue jardín. Su historia se remonta al siglo XIX, cuando el Parque O’Higgins no era sino el Campo de Marte, un llano amplio y baldío donde los militares ensayaban cada domingo. “No era más que un montículo al sur de la explanada, que según algunos autores data de 1848. Servía para recibir los tiros de ensayo del Ejército”, cuenta la académica ca de la UDP, Pía Montealegre, quien realizó su tesis de Magíster en Desarrollo Urbano acerca de este parque.
El lugar -que pasó a llamarse “el Cerrito”- se ajardina y se crea un tranque de agua frente a él en 1873, cuando el campo militar se convierte en el Parque Cousiño.
“En los años 40, ‘el Cerrito’ era un paseo precioso con un sendero que llevaba a una cumbre donde había una caverna muy oscura iluminada sólo por un acuario con un gran pez, cuya luz entraba desde la superficie del agua”, cuenta la arquitecta y madre de Montealegre, Myriam Beach (75), quien trabajó en la remodelación del Parque O’Higgins durante el gobierno de Allende.
Durante esos años, el lugar también recibía el nombre de “Cerrito de los Enamorados”. Es en 1962 cuando la arquitectura del cerrito, acuario incluido, es reemplazada por un jardín oriental, inaugurado como “Jardín Chino” por el escritor Lin Yutang. Luego, durante los años 70 -cuando el parque Cousiño pasa a llamarse O’Higgins- el arquitecto Carlos Martner ensanchó el tranque de agua y lo convirtió en una segunda laguna, que aisló completamente al jardín.
Paula Zamorano (27), quien vivió en el sector en los años 90, cuenta que la isla-jardín era un típico paseo de domingo con la familia. “Aunque no sé si fue por su aislamiento, pero de niña me decían ‘trata de no ir sola al jardín chino’ porque se prestaba para desórdenes e ir a tomar. A veces, cruzábamos el puente en la tarde cuando estábamos en el colegio y nos sentábamos a fumar en una de las bancas, pero pronto empezaron a controlar el acceso al lugar hasta prohibirlo”, agrega.
A mediados de la década de 2000, el maestro de kung fu Rodolfo Veloz realizó ahí un seminario de artes marciales. “Viajé el año pasado a China y allá todo se está occidentalizando, y este pequeño jardín nos transportaba a la belleza más tradicional. Ahora no hago más que mirar el jardín de lejos, especialmente los lotos florecidos de la laguna”.
Para Montealegre, “este es un problema típico en los espacios públicos: se gasta dinero en refaccionarlos, pero luego es difícil conseguir fondos para contratar guardias y personal que permita mantenerlos. La clave está en un mayor presupuesto para preservarlos”.