Columna Hacia un Santiago de calidad mundial: “Utopías en la Remodelación San Borja”
Por Miguel Laborde, El Mercurio. (22/03/14)
Hay visitantes que se quedan con el recorrido de la Alameda como única imagen de Santiago; esa curiosa avenida que, al acercarse a la cordillera, se vuelve más contemporánea. Como si quisiera elevarse por los aires, liberarse de peso y dejar su pasado atrás… un retorno a la naturaleza.
Algo hay de eso, una preferencia de la geografía sobre la historia, aunque en los últimos 30 años aprendimos a valorar el Santiago Poniente afrancesado y, ahora último, el germánico Barrio Cívico.
Pero quedaron dos retazos incrustados en esa Alameda central e histórica, testimonios de las utopías de los 60. Es una muy buena noticia el anuncio de que se invertirá en la Remodelación San Borja porque, como si fuera un condominio privado y no perteneciera a la ciudad pública, las autoridades la habían olvidado.
San Borja es más que eso, aunque no ofrezca una línea de fachadas continuas como el resto de la Alameda. Nació como una explosión, que eliminó el vetusto hospital de la Colonia, de ese nombre, y la línea de mansiones afrancesadas que seguía en perfecto orden hasta la Plaza Italia. Apenas se salvó la pequeña iglesia neogótica, cuando ya tenía orden de demolición, hoy de Carabineros de Chile.
La utopía del movimiento moderno tenía esa actitud. Había que partir de cero y borrar las sombrías calles del pasado, para que el futuro tuviera el espacio necesario para su aire, luz, amplias áreas verdes y las ondulantes vías rápidas para acoger al nuevo protagonista: el automóvil.
Tan cerca se sentía la llegada del tiempo nuevo en los años 60, que no hubo reparos para ocupar parte de la Quinta Normal y construir ahí la Unidad Vecinal Portales (el modelo de los bloques modernos en el extremo poniente de la Alameda central) y demoler ese frente residencial elegante para la Remodelación San Borja (el modelo de las torres en el extremo oriente de la misma avenida).
Así, por las dos puntas de su tramo principal, comenzó el ataque a la Alameda. Pero la historia no siguió el curso profetizado y las remodelaciones no se multiplicaron como hongos; quedaron aisladas como trozos de algo olvidado.
De ahí nace el valor del patrimonio, de su capacidad de ponernos el pasado al frente, para recordar quiénes y cómo somos; dentro de la América Latina de los años 60 -nos recuerdan estas megaintervenciones- éramos los que nos sentíamos más cerca del futuro.
La otra buena noticia es que esta remodelación no solo supone invertir en mejorar la calidad de sus áreas verdes, y su equipamiento, incluso deportivo, sino también la colocación de 160 esculturas de Mario Irarrázabal, un artista que siempre tuvo vocación pública, de mensajes al ciudadano.
Ya en sus años de seminarista de la Congregación de Santa Cruz, fue el presidente de los alumnos y el líder de las reformas en la Universidad Gregoriana de Roma; bajo el mismo soplo del futuro, idealista, del Concilio Vaticano II.
Es nuestra historia. Los años 60, esa convicción de que todo estaba por suceder, el cambio estructural profundo, y que solo cabía discutir el cómo hacerlo. San Borja es una imagen que merecía mejor trato. Contiene 2,4 hectáreas de un parque que ahora, mejorado y con las obras de Irarrázabal, volverá a ser un hito en la ciudad.
Proyecto
Esta remodelación no solo supone mejorar las áreas verdes y el equipamiento, sino también colocar 160 esculturas de Mario Irarrázabal.