Terremoto en el norte de Chile: pensando en la ocupación territorial del futuro
Ayer a las 20.45 de la noche el norte de Chile en las regiones de Arica y Parinacota y Tarapacá, se vivió el séptimo terremoto más fuerte de la historia del país. En la escala de Richter 8.2 y por debajo del gran Terremoto de Valdivia de 1960, compartiendo esta misma cifra con los terremotos de Concepción de 1835, Valparaíso 1906 e Illapel 1943. Un terremoto que tuvo en alerta de tsunami a miles de personas que habitan nuestras costas, hasta hoy a las 6.30 am y que lamentablemente dejó 6 fallecidos.
Aunque la precisión de los daños materiales que produjo este terremoto en las ciudades del norte de Chile se irán constatando con el pasar de las horas, todo parece indicar que la cifra de damnificados por el derrumbe de casas y edificios no será alta. Considerando parte del legado patrimonial del norte grande, las más dañadas serían las construcciones de adobe, algunos caminos y carreteras que quedaron bloqueados por derrumbes y el tsunami, que no dejó daños de consideración, como muchos temían.
Revisando lo ocurrido, en términos generales, las alarmas de tsunami funcionaron en todas las ciudades costeras afectadas, menos en Arica donde la insólita explicación del alcalde fue que éstas se encontraban en proceso de adjudicación.
Como la mayor parte de nuestro riesgoso territorio nacional, uno de los desafíos de las ciudades costeras es el tratamiento de eventos más o menos periódicos, como son los terremotos y tsunamis. Es un hecho que en la actualidad se hace difícil la reorganización de espacios de equipamientos y construcciones pre-existentes, ya que los instrumentos de medición de los impactos de estas catástrofes siempre serán posteriores a la organización original de las ciudades. Sin embargo, los planes de evacuación ante este tipo de contingencia demostraron ser fundamentales para proteger y resguardar a los ciudadanos. En este punto es de suma importancia destacar la voluntad y el orden de las personas que evacuaron sus hogares, ya que a pesar de que varios quedaron atrapados en inútiles tacos de automovilistas, la mayor parte de los ciudadanos logró evacuar caminando de manera eficiente y segura.
Sin embargo, aunque Chile, sus instituciones y ciudadanos demostraron estar más preparados, este terremoto dejó también en evidencia que aún existe una deuda en cuánto a planificación de nuestras ciudades costeras: hospitales, cárceles e importantes servicios para la ciudad se encuentran en zonas que deben ser evacuadas por inundabilidad o tsunami. Esto era y es muy evidente en Iquique donde cerca de 300 convictas escaparon de la cárcel al tiempo que eran evacuadas, en una ciudad que además quedó son sus accesos bloqueados durante la emergencia. Considerando que la alerta de tsunami se extendió a toda la costa de Chile, fueron en total 11 los hospitales en zonas inundables a lo largo del país, que debieron ser evacuados.
Una tarea a tener en consideración en el futuro, vivimos en un país donde el riesgo es constante, por lo que debemos avanzar en una adaptación progresiva de equipamientos de seguridad fuera de las zonas de riesgos, y tomar una decisión país con respecto a diferentes acciones de previsión: la ubicación de equipamientos que se activan ante la emergencia, la resistencia sísmica/tsunami de las edificaciones, las alertas y vías de escape señalizadas, la construcción de viviendas en borde costero y zonas de riesgo. Porque lo que si sabemos, es que solucionar esto antes de la próxima catástrofe, será menos costoso que no hacerlo, y que lamentablemente, este no es ni será el último gran terremoto de Chile.