El drama del cerro Las Cañas
Por Gabriela Sandoval, La Tercera.
El populoso sector de Valparaíso tuvo la desgracia de sumar la totalidad de las víctimas que dejó el megaincendio. Testigos lo comparan con haber vivido una guerra.
Lo que vivieron los vecinos del cerro Las Cañas, la tarde del sábado, fue literalmente un infierno. Cuentan que vieron lenguas de fuego descolgarse por la quebrada, desde El Vergel y avanzar rápidamente hacia la población.
“Yo me subí al techo y grité fuerte, para que escucharan los vecinos. Que corrieran, que no sacaran nada. Que no había tiempo”, dice Pedro Gutiérrez (52), poblador del sector, mientras acarrea los restos carbonizados de su vivienda, en calle Los Alerces. “Fue cosa de dos horas. Vimos humo, luego un reflejo muy rojo, después escuchábamos el ruido de los árboles incinerándose y ahí salió el viento. Yo sentí el viento y me angustié. Cualquier porteño que vive en el cerro sabe que tiene que tenerle miedo a ese viento”, agrega, mientras limpia las heridas que se hizo en la frente y la nariz al escapar del fuego.
Justo al frente, al otro lado de la acera, murieron esa noche dos de sus vecinos, Raúl Retamales (80) y su hijo del mismo nombre, de 45 años. El primero estaba postrado y el segundo se había roto la cadera hace un año y se desplazaba con dificultad. “El era joven, pero el accidente lo envejeció. Estuvo tanto tiempo esperando que lo llamaran del hospital para operarse la cadera, porque le dolía harto caminar. Por eso no pudo escapar. Quizás no quiso dejar solo a su papá”, cuenta Edith Molina, quien también perdió a su tío Antonio Toro, de 70 años.
“El era mayor, pero se conservaba bien. Había enviudado hace poco. Era bien jovial, podría haber escapado, pero creemos que quiso irse con su viejita”, relata.
Del cerro Las Cañas no quedó nada. Prácticamente desapareció. El sector está, además, marcado por la mayor tragedia del incendio: 15 personas fallecieron ahí.
El alcalde de Valparaíso, Jorge Castro relató que “las casas estaban en verdaderos racimos, una al lado de la otra y el fuego envolvió el lugar, fue un horno de fuerza inusitada. Es un caso extraño, que debería prestarse para un estudio porque no quedó nada”. Agrega que “se generó un fenómeno como de estar dentro de un horno, fue mayor la temperatura ahí y provocó que algunos vecinos, especialmente ancianos y postrados, no pudieran salir”.
El edil aseguró que este sector fue el más afectado porque “el fuego fue muy rápido, envolvió y atrapó a la gente. Los accesos no son tan fáciles. Ahí hubo un efecto chimenea, el fuego bajó y se encajonó en el cerro Las Cañas y se ensañó con las viviendas”, dice.
El mayor Héctor Sandoval, comisario del retén de Las Cañas, dice que el daño supera el 90% en las viviendas de las casi 15 mil personas que habitan el sector. “La consistencia y magnitud de las llamas se concentraron aquí. El fuego caía sobre las casas, los techos se incendiaban y luego se escuchaban las explosiones de los balones de gas. Uno tras otro. Ahora, si miras alrededor, es como una posguerra”, dice.
El retén es la única construcción que quedó en pie, ya que fue construida en 2011 con materiales antiinflamables. Por eso se llenó de gente el sábado, cuando el humo del incendio hizo oscurecer antes el día y provocó cortes de luz. “Era el único lugar con energía por los generadores, así que teníamos a 200 personas acá. Luego hubo que evacuar, fueron momentos difíciles. Uno tiene preparación para esto, pero no deja de ser un ser humano. Un incendio deja todo en cenizas, un terremoto es más benigno porque no destruye todo”, dice.
El terreno que rodea el retén tiene las marcas del fuego que no logró consumirlo. Allí están acopiados bidones de agua, alimentos no perecibles, útiles de aseo y la ayuda oficial y no oficial que ha llegado y repleta las estrechas calles del cerro. Desde el centro de la ciudad, estudiantes y voluntarios caminan cargando lo recolectado. En casas que están en pie, los vecinos instalaron generadores y recargan celulares de quienes no tienen electricidad. Otros colgaron carteles para avisar que prestan sus baños y duchas. Una puerta, la última en pie antes del área siniestrada, tiene un letrero que dice “se regala pan”.