De (s) centralización, desastres y relocalización
Por Alvaro Ramoneda F, Master en intervención y gestión ambiental: persona y sociedad, Universidad de Barcelona y Héctor Berroeta T, Doctor en espacio público y regeneración urbana, Universidad de Barcelona.
Chile es un país de catástrofes, tanto es así que incluso la ONU (2012) dedica 120 páginas al tema en un documento llamado “Análisis de riesgos de desastres en Chile”.
Hace un año y medio comenzamos la investigación FONDECYT nº 11121596 “Vínculos socio espaciales en contextos de transformación urbana producida por catástrofes naturales”. Nuestro objetivo era conocer el modo en que se construyen los vínculos espaciales y sociales con el espacio público en barrios sometidos a procesos de relocalización. Nuestro primer aprendizaje fue que el concepto “catástrofes naturales” ya no se utiliza: hoy se sabe que ninguna catástrofe en que esté implicado un ser humano es natural, siempre hay un componente social, por lo que se debería denominar “socio-natural”.
Hace un par de semanas vimos cómo el país sufría al presenciar un nuevo gran terremoto en el norte, opacado ya por los terribles sucesos acontecidos, a raíz de un incendio, en Valparaíso hace un par de días. Suponemos que el componente social presente en estos desastres socio-naturales no tenemos ni que nombrarlos. Sí deberíamos señalar que generalmente son las clases socio-económicas más bajas quienes son parte de estos desastres: la gente en las quebradas no está allí porque esos terrenos tienen las mejores vistas o el mejor acceso a servicios. A través de las múltiples experiencias que hemos estudiado durante el proceso de nuestra investigación, vemos recurrentemente que las clases socio-económicas más bajas son las que menos recursos tienen para hacer frente a las inclemencias de la naturaleza. Consiguientemente, son quienes más las sufren, puesto que los terrenos a los que pueden acceder son justamente los que más expuestos a sufrir desastres se encuentran.
¿Dónde se ubican los más pobres?
Según el informe de política social (2012) del Ministerio de Desarrollo Social, principalmente en regiones: sólo 4 de 15 regiones tienen una tasa de pobreza menor que la región metropolitana. Esta diferencia en la tasa de pobreza seguramente la podríamos ligar a cuán preparada estaba la región Metropolitana para el terremoto de 2010, con respecto a las regiones del centro-sur del país. Probablemente es hora de que el viejo anhelo de descentralización se comience a gestar y los recursos, junto a los servicios, comiencen a llegar a regiones. Hoy hay diferentes entidades que comienzan a trabajar en ello, de hecho en Valparaíso este año comenzó sus labores la fundación Piensa, dedicada por entero al tema de la descentralización.
Qué pasa ahora, cómo continuará la historia para los damnificados. Probablemente serán relocalizados. Hemos estudiado diferentes barrios a partir de los últimos tres grandes desastres socio-naturales ocurridos en nuestro país (Tocopilla, producto del terremoto en el año 2007; Chaitén, como consecuencia de la erupción del volcán del mismo nombre el año 2008; y la zona centro sur del país, debido al terremoto con posterior maremoto en el año 2010. En los tres casos las relocalizaciones han sido parte de la estrategia de paliación que ha dispuesto el estado chileno, alguna realizada con mayor preocupación que otra, pero en general no son satisfactorias. Todavía las políticas estatales se centran en la materialidad del proceso (a pesar de que hemos visto funcionarios que sí intentan realizar un proceso más integral): si tengo una persona en A y se le destruyó su hogar, simplemente lo traslado a B (o le doy dinero para que se traslade por su cuenta). Para este artículo no consideramos los casos en que se ha reconstruido en el mismo lugar.
Sin embargo, no se tiene en cuenta que las relocalizaciones modifican tanto los entornos físicos como la construcción que ha hecho y hace la comunidad en cuanto al simbolismo y la significación espacial, así como las dinámicas de convivencia.
Los resultados cuantitativos que hemos recabado de los diferentes barrios estudiados nos muestran que la gente tiene menor apego, menor identificación, menor participación y menor satisfacción residencial con el barrio en el cual han sido relocalizados (en comparación al de origen). Podemos deducir entonces, que no basta con que el sustento habitacional sea el óptimo si la relación con el entorno (tanto espacial como social) no lo es. No considerar el segundo aspecto puede causar que todo el dinero invertido en la solución habitacional no se vea reflejado, de forma positiva, en la calidad de vida de quienes son relocalizados. Lo cual viene a corroborar lo que muchas veces se intuye: no por tener una mejor casa (que en muchos casos no es así), la gente vive mejor.
Por tanto, tras los diferentes eventos catastróficos que puedan suceder, es importante estudiar la forma en que las comunidades de referencia construyen los significados espaciales y las dinámicas comunitarias en el contexto de la relocalización, siendo fundamental considerar el trabajo psicológico-comunitario de acompañamiento, especialmente con el trabajo de reconstrucción de vínculos.
Indagar en los fenómenos producidos por desastres socio-naturales como en las consiguientes acciones, permitirá recabar información relevante para mejorar los procesos de reconstrucción urbana y profundizar el conocimiento psico-ambiental (es decir, la relación de las personas con su ambiente, tanto construido como natural), acerca de los vínculos persona-ambiente en contexto de post-catástrofe socio-natural.