Columna destacada: ¡Veredas para caminar!

Calle Ejército, © bilobicles bag, vía Flickr.

Esta semana el diario La Tercera publicó una columna del arquitecto Julio Poblete en la que explica diversas razones que justifican la necesidad de construir más y mejores veredas para generar un impacto positivo en la calidad de vida de los habitantes de las ciudades chilenas.

La columna completa a continuación.

Uno de los argumentos usados por los ingenieros de transporte para oponerse a la construcción de carreteras urbanas es que la nueva oferta de espacio para el auto induciría mayor demanda. Asumiendo la misma lógica para los peatones, la argumentación es positiva. Al menos en mi experiencia, una de las principales razones que desincentiva la caminata es la estrechez, mala calidad y a veces inexistencia de una vereda. Tan simple y tan importante: veredas para caminar.

Mucho se habla de reformas estructurales para mejorar la calidad de vida en las ciudades, disminuir las emisiones de carbono, atenuar la congestión y promover la vida saludable. ¡Qué mejor y más sencillo que las ciudades caminables!

Las veredas son muchas veces menospreciadas y abusadas, tanto así que sobre ellas aparecen a menudo paraderos y construcciones, postes, señales, asientos, autos estacionados, etc. No sólo eso, sino que son pocos los lugares de la ciudad donde las veredas mantienen un ancho constante y suficiente para el flujo peatonal. Aún más escaso es encontrar veredas con buenos detalles de pavimentos, con arborización en buen estado, mobiliario e iluminación. Aún en los más exclusivos sectores de los barrios de negocios y con alto tráfico de peatones, las veredas no están bien preparadas para cumplir su función.

En un ámbito más doméstico, la estrechez o mala condición de una vereda hace que una mamá muchas veces se niega a dar permiso a su niño a andar sobre una escasa vereda, temiendo al riesgo de que la extrema proximidad de un auto o un desvío involuntario del niño puedan ser causa de un accidente.

Las veredas son el espacio público más abundante para el peatón en nuestras ciudades. Es el espacio de transacción directo entre el ámbito privado de las construcciones y el espacio público; debiesen ser, por tanto, preocupación principal de los municipios, quizás con más persistencia y prolijidad que las otorgadas a un parque o plaza. Circulamos por ellas todos los días, y probablemente circularíamos más si fuesen más parejas, continuas, sombreadas, protegidas, iluminadas, equipadas, etc.

Mi recuerdo de las mejores ciudades siempre ha estado asociado a buenas caminatas: largas, variadas y seguras. ¿Por qué ese tipo de experiencia es tan mezquina en nuestras ciudades? Creo que aún no se ha logrado aquilatar el valor de contar con buenas veredas. Es más, nos hace falta oficio y práctica para diseñarlas adecuadamente. Su ancho, su sombra, su pavimento no debiesen ser algo libre o casual. Buenas veredas son también sinónimo de actividad en la calle y hacia la calle. Los cafés, las tiendas y librerías funcionan con buenas aceras. Finalmente, un mall no es más que una vereda ancha con control privado de seguridad y climatizada.

En el ánimo de avanzar hacia una ciudad más amigable con las personas, la calidad del medioambiente y la propuesta de medidas sencillas para lograr aquello, felicito la iniciativa de la Municipalidad de Santiago para ampliar la red peatonal del centro de la ciudad. Es una obra que quizás no tiene el glamour de un edificio o monumento, pero que cuando se está pensando seriamente en hacer ciudad, debiese ser prioridad.

Julio Poblete
Arquitecto