Opinión: No podemos prohibirlo
Por María Jesús Del Solar, Coordinadora de Arquitectura del Área del Desarrollo del Hábitat, de la Oficina de TECHO-Chile, Región de Valparaíso.
Ya sabemos, y queremos seguir repitiendo hasta el cansancio, que la región de Valparaíso es la que concentra la mayor cantidad de campamentos en Chile, es por esto que al estar presentes como fundación en solo 32 de los 174 campamentos se vuelve más que necesario conocer a fondo el territorio en que trabajamos. Para esto desarrollamos una investigación que apunta al levantamiento de datos de cada campamento a partir de las condiciones y restricciones en cuanto normativa del terreno, desde el catastro de líneas de alta tensión, fondos de quebradas, límite urbano, límite de concesión de Esval, hasta los datos legales del terreno a partir de investigación en el Conservador de Bienes Raíces respectivo.
A partir de estos diagnósticos aparecen las primeras reflexiones respecto a la marginalidad, la cual no solo tiene que ver con la carencia o lejanía material o social de las familias sino que está ligado directamente al suelo que los acoge.
Los campamentos en la región, generalmente, no están a trasmano de la ciudad, en su mayoría vecinos a sectores consolidados de la ciudad, por ejemplo: Monte Sinaí en Miraflores Alto, Villa Hermosa entre Villa Dulce y El Olivar, y Mesana en lo alto del Cerro Mariposa, pero por normativas y restricciones dictadas hace muchos años, estos terrenos quedan fuera de las posibilidades de establecerse como barrio.
Es común que este tipo de asentamientos se ubiquen en terrenos que normativamente impiden la edificación a causa de la existencia de restricciones que van variando ciudad a ciudad, ejemplo de esto es el distanciamiento requerido desde el eje de las torres de alta tensión, el cuál en Viña del Mar es de 7,5 metros hacia ambos lados del eje, y en Valparaíso de 20 metros. Esto genera una franja de 15 metros versus una de 40 metros, entonces aparecen las preguntas, ¿a qué se debe esta diferencia en la exigencia?, ¿es el tipo de cable, el material de la torre, su revestimiento, la radiación, posibles afecciones a la salud, riesgo de catástrofes o qué otras razones son las que originan esta restricción? ¿se puede volver a estudiar la normativa, o pasar por sobre ella si se enfrentan sus causas?
Las normas tienen como fin homogeneizar las exigencias para conseguir cierto estándar, asunto que en casos particulares, adyacentes a sus márgenes puede cuestionarse, ¿por qué 8 metros y no 9, o 27?, los terrenos afectados quedan sin valor comercial y desregulados, salvo la prohibición, asunto que sin una capacidad efectiva de fiscalización y sin soluciones habitacionales suficientes, vuelve a todos estos terrenos el lugar ideal para asentamientos precarios temporales que se perpetúan dado el uso y su, en general, conveniente ubicación.
Entonces ¿cuál es la solución a los campamentos? ¿cómo afrontarla?, ¿qué es lo que debe solucionarse en ellos?
Y cuando ya existe una ocupación, ¿qué hacemos? ¿los echamos, pretendemos no asumir que existen, esperamos que sea peor? Lo más probable es que transcurrido un tiempo el área de ocupación sea mayor, como por ejemplo en el campamento Mesana en cerro Mariposa que, hasta el 2009 crecía en un promedio de 5 u 8 familias, y en adelante aumentó al doble.
Por lo tanto parece evidente que es necesario anticiparse al crecimiento urbano y controlarlo, aunque con asentamientos ya establecidos, al parecer el camino es hacerlos caber dentro del marco normativo y desde el estudio de dichas normas generar certezas acerca del trato con los márgenes que puedan ser útiles al momento de enfrentar otros casos similares.
Aquí, es importante hacer un nexo con la actual catástrofe que aqueja a Valparaíso, a raíz de lo cual me he visto involucrada en diversas reuniones donde se ha discutido el destino de la ciudad. Ha llamado mi atención la constante aseveración y aprobación de la radical idea “tenemos que sacar a la gente de las quebradas y zonas de riesgo” cuando en Valparaíso podríamos decir que la ciudad completa es una gran zona de riesgo.
No podemos ser ciegos a un crecimiento histórico y natural de Valparaíso diciendo que “ahora está prohibido”, caeríamos en el peor error que se puede cometer: negar nuestra historia, borrar el pasado. Parece evidente que una vez que todas esas familias sean “sacadas” de esas zonas, serán nuevas familias las que se instalen ahí. Es por esto que se debe crear un modelo de intervención de estas zonas, que permita el reacondicionamiento de las zonas de riesgo, analizando la normativa y su aplicación caso a caso, de manera de crear proyectos de habilitación de las zonas de restricción, ya sea haciendo obras de contención donde sea necesario; de vialidad, conectando los cerros entre ellos (infraestructura hoy día inexistente); de áreas verdes equipadas, complementadas con servicios de uso público con el fin de consolidar los actuales barrios y radicar, en la medida de lo posible, los campamentos, integrándolos a la ciudad.
Cabe hacer mención que cualquier plan de intervención debe ser multidisciplinario, si seguimos juntándonos solo arquitectos a pensar la ciudad, difícil será que alguien se apropie de ella. Aquí los actores, las voces y pensantes claves son los habitantes de Valparaíso quienes construyeron la ciudad, ellos deben ser quienes la reconstruyan.