La bioconstrucción como alternativa de reconstrucción
Por Ricardo de la Cerda, Coordinador Técnico Área Desarrollo del hábitat, TECHO-Chile
Como la gran parte de los aproximadamente 17 millones de habitantes de nuestro territorio sabe, (no haré mención a la cantidad entregada por nuestro último censo por razones obvias) con fecha 12 de Abril uno de nuestros puertos más importantes, ese que por ahí dicen amarra como el hambre ardió en llamas.
Movilizando las lenguas de fuego desde las PLANTACIONES de pinos y eucaliptus, especies exóticas que sólo traen beneficios a quienes venden su madera, hasta los sectores habitados de los cerros de Valparaíso, comenzando lógicamente por nuestras familias más vulnerables y expandiéndose a los terrenos regulares, amenazando incluso a las zonas más cercanas al “plan”, dejando en evidencia la fragilidad del puerto que vendemos al extranjero con fuegos de artificio que se “superan” cada año, cayendo en la brutal paradoja de llenar el cielo de luz y humo, quemando en él los recursos necesarios para, entre otras cosas, velar por la seguridad de sus habitantes, esos que están allá arriba 365 días al año y no solo el primero de enero. Ésta vez el humo no sabía a celebración sino a la crónica de una muerte ya varias veces anunciada, golpeándonos con otra lamentable tragedia.
La parte triste ya la conocemos, nuestros medios de “in-comunicación” se encargaron de mostrarnos cada una de las lágrimas de los compatriotas afectados, muchos de ellos increíblemente acostumbrados a ver arder sus pertenencias y/o la de sus familiares y amigos.
Pero, ¿Qué es lo que pasa después de que los móviles de los canales sacian su sed de sensacionalismo y el rating comienza a bajar por el uso y abuso de las imágenes que se repiten una y otra vez, “golpeando” de vez en cuando con el relato de algún reportero que pone en riesgo su seguridad y la de los equipos de emergencia para llevar la tragedia a los televisores de alta definición?, ¿Qué pasa luego de que las autoridades ya posaron en la foto cargando las donaciones con sonrisas enormes, tratando de sacar cualquier tajada al dolor de los que, aunque no sepan ni entiendan, también son sus hermanos?
Obviando la inexperiencia y la desidia de nuestras autoridades ante una catástrofe de tal magnitud, parece existir una luz clara tras el polvo de los intervenidos cerros por las hordas de voluntarios que se volcaron a la remoción de los escombros, ese polvo proveniente de nuestra tierra, la misma que dejamos de reconocer como parte de nuestras vidas y sepultamos en las capas de concreto que demoraron días en enfriarse.
Este incendio nos dejó más que lágrimas, nos mostró una vez más la capacidad de levantarnos, el aguante del porteño y las buenas prácticas vecinales que se hacen visibles cuando todo parece estar mal. Pero también nos deja un “paño en blanco”, una oportunidad de hacer las cosas de mejor manera, la oportunidad de dejar de pensar en los sistemas constructivos que consideramos seguros, esos que aparecieron hace aproximadamente 150 años, con lo que nace la pregunta ¿qué pasaba cuando los materiales tales como el hormigón armado no existían?, evidentemente antes de eso ya necesitábamos un lugar donde refugiarnos. Estas y algunas otras preguntas son las que cada vez más jóvenes, y no tanto, se vienen haciendo hace ya algún tiempo, cada vez se hacen más populares conceptos tales como bio-construcción y sustentabilidad, conceptos que ya es hora que todos entendamos y compartamos.
Nuestra actual forma de ocupar este planeta dejó de ser funcional a la vida pasando a estar en función de sistemas que solo apuntan a la acumulación de recursos por parte de unos pocos. Debemos entender rápido la urgencia del cambio de paradigma, puesto que de seguir así, ya no serán esas lejanas futuras generaciones las que sufrirán los embates de nuestra falta de respeto para con la tierra, sino nuestros mismos hijos y nietos serán los que experimentarán en carne propia la decadencia de una sociedad cómoda y autómata que usa los recursos como si fuesen ilimitados.
Por suerte, no todo puede estar mal, hoy ya contamos en nuestros cerros con un puñado de ciudadanos tanto chilenos como extranjeros que están dispuestos a trabajar gratuitamente en sistemas inteligentes que a bajos costos pueden dar un lugar realmente digno, una casa con todas sus letras, pero no una cualquiera sino una que dispara conceptos como ladrillo ecológico, quincha, pallet, etc. Todos ellos envueltos en los cálidos brazos de nada más y nada menos que en lo que impajaritablemente algún día, tú que estás leyendo y yo que estoy escribiendo, nos convertiremos… tierra.
No se trata de reinventar la rueda, muchas de las casas del puerto son de tabiques estructurales rellenos con barro, la base de este sistema no es nueva, ya la usamos antes y funcionó, el problema es que simplemente la olvidamos. La novedad está en los sistemas constructivos y el conocimiento más acabado de las propiedades de esta tierra que dejamos de estudiar para dar cabida a las probetas de concreto y a fierros de construcción provenientes de las minas extendidas tanto aquí como en el extranjero, los mismos fierros que debieron pasar por un mar de procesos industriales antes de convertirse en tiras estriadas de 6 metros de largo. No olvidemos que estos materiales no fueron pensados para la construcción de viviendas, sino que, con el pasar de los años, se instaló en nuestras cabezas la idea que son estos materiales los dueños exclusivos de la seguridad. ¿Por qué el material debe recorrer distancias absurdas para llegar a nuestras casas?, ¿sabemos cuál es la huella de carbono de, por ejemplo, los revestimientos que usamos? Si te dan la opción de obtener un producto que te cuida, que respira y tempera tu hogar al costo de que un grupo de amigos te ayude a acarrearlo del mismos terreno por sobre el que levantarás tu casa, ¿por qué seguimos eligiendo la opción menos inteligente? Ya es hora de cuestionarse este y otros múltiple temas.
Hoy ya se yerguen las primeras bio-construcciones en los cerros, esperamos sean cada vez más, tanto estas mismas construcciones como los soñadores que hoy dan un pequeño gran paso más allá de los conceptos social y técnicamente arraigados, para dar uno más grande a simplemente poder habitar este planeta por muchos años más.
Fotografía cortesía de www.proyectominga.cl