Columna: Los dueños de la energía
Por Santiago Mejía Dugand, Cadidato a Ph.D. en la Universidad de Linköping (Suecia) y colaborador de La Ciudad Verde.
El crecimiento descontrolado de las ciudades va de la mano con una insaciable demanda de más y más energía. Esto ha por supuesto generado no sólo condiciones óptimas para la creación de mercados altamente rentables, sino también dependencias poco saludables. Es claro que la transformación de las fuentes primarias de energía en modos de energía que puedan usarse para las actividades del día a día está ocasionando problemas ambientales delicados: plantas de carbón en Estados Unidos, Alemania y China, plantas nucleares en Japón y los países de la desaparecida Unión Soviética, plantas hidroeléctricas en Suramérica y Asia, etc.
La búsqueda de sistemas de energía más sostenibles ha encontrado en muchos casos importantes barreras para su desarrollo. En particular, las dependencias que han creado los sistemas centralizados de provisión de energía hacen que muchos proyectos regionales sean poco viables tecnológica, económica y políticamente. El poder que han adquirido unas pocas empresas de energía es indiscutible y los recursos que tienen para el cabildeo y la influencia sobre los legisladores no tienen competencia.
A pesar de incontables crisis energéticas y de crisis diplomáticas debido a la inestabilidad política de las regiones del mundo dueñas de las mayores reservas energéticas, pocas sociedades han logrado migrar hacia sistemas que sean no sólo independientes, sino además sostenibles; que utilicen fuentes renovables y de energía y recursos locales. Un proyecto llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Linköping, en Suecia, estudió el caso de cinco comunidades ubicadas en Europa del norte que sí escucharon estas alarmas: Samsø y Thisted en Dinamarca), Saerbeck y Wildpoldsried en Alemania, y Lyndhurst en el Reino Unido.
Es importante resaltar que las comunidades estudiadas son pequeñas, algunas incluso en términos europeos. Sin embargo, los proyectos de autosuficiencia y la manera en que se han desarrollado arrojan interesantes enseñanzas para proyectos de mayor escala. Estas sociedades alcanzaron la mayoría de sus metas de independencia energética y de reducción de emisiones en un plazo menor al planeado inicialmente y algunos incluso superaron con creces los objetivos trazados en un principio. Aquí está un resumen de los casos estudiados:
• Samsø prometió alcanzar 100% de autosuficiencia energética a partir de fuentes renovables en diez años. Lo logró en ocho. La comunidad cuenta con abastecimiento de energía eléctrica proveniente de la conversión de energía eólica, plantas de coproducción (calefacción y electricidad) a partir de biogás y biomasa, programas de eficiencia energética (aislamiento de edificios y bombas de calor), paneles solares para los meses de verano y enriquecimiento de biogás para uso en transporte (automóviles y hasta un ferry). Hoy en día, se calcula que la contribución de emisiones locales per cápita es negativa (-3 ton CO2-eq) mientras el promedio nacional es de 10 ton CO2-eq.
• Thisted logró reducir su consumo de combustibles fósiles en un 60% (lo restante es usado principalmente para transporte). Alrededor del 76% de la energía térmica que circula por la red distrital de calefacción proviene de fuentes renovables y se estima que en el caso del uso total de energía se ha llegado a un nivel del 80%. La municipalidad adelanta ambiciosos proyectos para el aprovechamiento de la energía undimotriz (Dinamarca tiene como meta lograr un 5% de su electricidad proveniente de esta fuente y 50% de energía eólica).
• Saerbeck tenía como meta lograr el 100% de su energía proveniente de fuentes renovables para 2013; hoy tiene una capacidad del doble de la demanda local. Adicionalmente, cuenta con 8,5 MW adicionales provenientes de paneles solares para apoyar los picos de demanda y está buscando posibilidades para vender el exceso a la red de distribución regional.
• Wildpoldsried definió sus objetivos en torno a tres aspectos principales: i) Enfoque en energía renovable y proyectos de eficiencia energética; ii) Uso de recursos locales para temas de energía y construcción y iii) Priorización de la protección de fuentes hídricas. Algunas zonas de la ciudad han alcanzado niveles del 80% de provisión de energías renovables, aunque en promedio el nivel es del 60%. En cuanto a electricidad, sin embargo, el nivel es un poco más dramático: la comunidad está en capacidad de proveer cuatro veces la cantidad de energía demandada (500%). Aunque hoy enfrentan niveles críticos en el uso de recursos locales, la meta es alcanzar un 100% de renovables para 2020.
• Lyndhusrt comenzó con un proceso a pequeña escala de eficiencia energética a partir de aislamiento térmico de un edificio comunal y el uso de una caldera a base de biomasa. Debido al exceso en la capacidad, algunas edificaciones cercanas se han unieron a la red de calefacción, pero el proyecto no ha crecido como se esperaba. En cuanto a energía eléctrica, la zona cuenta con ambiciosos proyectos para la creación de parques solares, apoyados por políticas y garantías de precios por períodos de hasta veinte años.
Las historias de estas comunidades son por supuesto interesantes, pero los hallazgos más interesantes tienen que ver con la capacidad de estos pueblos de alcanzar sus ambiciosas metas con pocos o ningún subsidio. Por supuesto, los gobiernos centrales y locales y las agencias gubernamentales han apoyado en algunos casos con políticas y regulaciones que han favorecido el florecimiento de estas iniciativas, pero la intención (y el reto) desde un principio ha sido demostrar la viabilidad de estas tecnologías y la capacidad de competir en el mercado junto con las fuentes más tradicionales.
Un hallazgo adicional que debe resaltarse es el tema de la propiedad. En todos los casos estudiados, los ciudadanos tienen la posibilidad de invertir en la infraestructura (p.ej. en turbinas eólicas) y recibir beneficios monetarios a causa de esto. Esta condición ha generado un sentido de pertenencia fuerte hacia los proyectos de energía y ha ayudado a disminuir la ansiedad y el sentimiento “NIMBY” (not in my back yard, o “no en mi patio trasero”). La participación de grandes empresas de energía (locales o extranjeras) en los proyectos locales es limitada o no es permitida, por lo que la comunidad tiene un poder mucho mayor para decidir y opinar acerca del desarrollo de los mismos. El caso de la energía eólica en Alemania es de particular interés. Nótese que el 52% de la capacidad es de propiedad de individuos, mientras las empresas de energía sólo tienen el 7%.
Aunque la conexión directa entre este hecho y el crecimiento del aprovechamiento de las fuentes de energía renovables en Alemania no es completamente clara, es claro que juega un papel importante en el sector.
Finalmente, es importante resaltar la ayuda que recibieron los ciudadanos en temas financieros y técnicos. El tema de apoyo, provisión de información y educación financiera/técnica fue central en la mayoría de los casos estudiados. La terminología técnica y los cálculos de retorno de inversión no son pan de cada día para la mayoría de personas, tanto ciudadanos comunes, como políticos. El rol de “traductor” entre los proveedores de tecnología y las comunidades es indispensable para superar la mayor barrera que se genera en los proyectos de implementación tecnológica: el miedo por desconocimiento. Adicionalmente, información acerca del tiempo que tomará recuperar la inversión, los ahorros y beneficios que traerán los nuevos sistemas (p.ej. la generación de empleo en el nuevo sector energético) y las posibles maneras en las que otras partes interesadas se pueden involucrar en el proyecto (p.ej. los colegios o universidades locales, la industria u otros sectores como el agrícola) es algo que no se puede dar por hecho y que requiere atención.
Ahora, es importante aclarar que la conclusión aquí no es que las empresas de energía son siempre el malo de la película. Existen muchos y muy buenos ejemplos de empresas rentables que proporcionan servicios con consciencia social y ambiental. Sin embargo, los sistemas energéticos actuales han creado dependencias poco saludables (una de las personas entrevistadas en Samsø indicó que consideraba más razonable negociar con su vecino que con Saudís) y por supuesto impactos ambientales y sociales incalculables. Cada caso particular debe analizarse y los sistemas descentralizados pueden en muchos casos traer beneficios, especialmente en cuanto a proyectos de menor escala. Probablemente mega ciudades como São Paulo, Buenos Aires o Ciudad de México no puedan pensar en estas soluciones para suplir sus necesidades energéticas, pero quizá pequeñas partes de la sociedad (algunos barrios) o zonas industriales puedan confiar en estos esquemas.
NOTA: No sólo el tema de independencia energética es interesante. Existen otras iniciativas interesantes de propiedad local que son muestras de la importancia de la participación, de la repartición más equitativa de los beneficios y de la necesidad de crear sentido de pertenencia para con los proyectos que afectan directa e indirectamente a las diferentes comunidades alrededor del mundo. Otro ejemplo interesante que sugiero analizar es el del desarrollo de la red de telefonía inalámbrica en la población mexicana de Villa Talea de Castro.