La práctica de añadir construcciones que alteran el diseño original de los edificios
Por Sergio Espinoza, El Mercurio.
Sede de la Cepal y edificio del Congreso Nacional, entre los afectados:
Un nuevo salón VIP en el aeropuerto de Santiago, para hacer frente al aumento del tráfico aéreo, se suma a la lista de casos donde obras emblemáticas sufren intervenciones que cambian su fisonomía.
A comienzos del próximo año, LAN inaugurará en Arturo Merino Benítez el que se convertirá en el salón VIP más grande de Sudamérica. Con 2.000 m {+2} construidos, el amplio y moderno recinto acomodará a los pasajeros de su business class con mayores comodidades que los actuales salones de la empresa, superados frente al crecimiento experimentado por el tráfico aéreo.
Si bien solucionará un problema para la aerolínea, significará un costo para el aeropuerto en términos arquitectónicos: la obra, diseñada en 1992 por Emilio Duhart, verá alterado su diseño original ante la falta de previsión de las autoridades para contar a tiempo con un terminal más grande. Tampoco será la primera vez: la construcción de un hotel justo al frente y una pasarela para despachar equipaje en el costado oriente ya han desfigurado al edificio.
El mismo Duhart sufrió una “intervención” similar años atrás, cuando la necesidad de construir un casino para los empleados motivó la construcción de un recinto sobre el techo de su alabado edificio de la Cepal, en Vitacura.
“Cuando se interviene una obra sin considerar su integridad, se está actuando con mezquindad hacia lo público”, sentencia el presidente del Colegio de Arquitectos, Sebastián Gray. En el caso del nuevo salón VIP, cree que “lo que LAN está expresando con esto es arrogancia: se privilegia a unos pocos pisoteando al colectivo del país. Es un pésimo mensaje el que manda”.
Concuerda el arquitecto Gonzalo Mardones, para quien las adiciones a los edificios que son obras emblemáticas o patrimoniales “han sido una de las barbaridades más duras contra la ciudad y la arquitectura”. También lo han sufrido construcciones que en su conjunto conforman una figura urbana excepcional, como el Barrio Cívico. “El ejemplo más nefasto son las ampliaciones sobre las cubiertas de los edificios que contornan La Moneda”, añade, con ampliaciones que no solo afean sus techumbres, sino que “cometen el crimen de romper la línea del mejor espacio urbano de Santiago”.
Mardones califica lo ocurrido con la sede de la Cepal como un “horror”, cuya primera responsabilidad recae en una ley que no protege edificios patrimoniales como esta obra paradigmática de la arquitectura moderna, “intervenida por otros sin el talento de su autor y sin respetar su volumetría, fundamento y materialidad”.
Gray recuerda que Joaquín Edwards Bello hablaba en su época del culto a lo feo que prima en Chile, incluso en las clases más acomodadas o ilustradas, y que sigue gozando de buena salud con casos como el del Congreso en Valparaíso, “donde los senadores hicieron un sucucho” en el techo para contar con un comedor. “Es preocuparse solo de la ganancia inmediata, sin conciencia de lo bello”, concluye.