Opinión: La integración en las ciudades y el prejuicio
Por Cristián Miquel, Territorio La Reina – Peñalolén Revolución Democrática. Jaime Orrego, Comisión de Ciudades, Revolución Democrática.
En general quienes valoramos vivir en ciudades, lo hacemos porque nos gusta el intercambio de experiencias, las ventajas del proyecto colectivo del pensar en comunidad. En este sentido, expresaba Jane Jacobs lo siguiente: “Por su naturaleza, las metrópolis proveen lo que de otro modo sólo podría ser proveído por el viajar: me refiero a lo diferente”.
En algún sentido, lo que pasa hoy en la ciudad no es tan lejano a lo que sucede en la educación. Lograr escuelas integradas socialmente es cada día más un objetivo compartido por una gran mayoría y eso debe replicarse en los temas de ciudad.
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Hace unos días algunos vecinos del sector Las Perdices de la comuna de La Reina, rechazaban la llegada de nuevos vecinos a su sector, pues optaron por moverse desde la población Villa La Reina a estas nuevas viviendas que consiguieron luego de años intentándolo. El problema es que algunos de los vecinos que viven actualmente ahí afirman que se irán pues sienten que se pierde el “plus” del sector con la llegada de los nuevos vecinos. El desdén del trato entristece, y además desconoce que las familias que se desplazarán ya compartían la misma comuna con las familias que se encuentran ahora viviendo en el sector de Nueva Príncipe de Gales con Talinay. Desde el absoluto prejuicio emerge esta reacción a escapar de quienes “no considero mis pares”.
La oposición de algunas de esas personas responde al rechazo a tener vecinos “pobres”. Este tipo de respuestas explican la misma oposición de algunos padres de mayores ingresos cuando entienden que sus hijos algún día estudiarán con los hijos de las familias de menores ingresos, sin entender que el proceso educativo, del mismo modo que el hacer ciudad, se beneficia de la inclusión social, porque muestra la diferencia que puede haber entre personas enriqueciendo la miradas sobre el bien común. Además, nuevos proyectos urbanos generan espacios públicos y le dan uso a sitios subutilizados, que en el contexto urbano suelen ser focos de delincuencia por la falta de vigilancia, control de las propias familias, oscuridad y la consecuente impunidad del espacio abandonado. Traer nuevas familias a nuestros barrios genera vida y actividad, elementos propios de ciudades sanas. Que comparten y no se esconden.
Un caso de similar violencia simbólica ocurre con la presencia de un muro que impide el paso de personas y vehículos en la calle San José de la Sierra en la comuna de Lo Barnechea. Ese muro, sea o no un acto deliberado, separa dos ciudades de manera violenta e injustificada: del otro lado del muro hay una villa en la ribera del río. No son pocas la veces que hay robos de radios desde algunos lujosos autos que se encuentran del otro lado. El muro quizás se intenta justificar para evitar esos robos (que no previene) y uno naturalmente se pregunta ¿si nunca hubiera habido muro, habría menos robos? nos atrevemos a decir que si esas “ciudades paralelas” no existieran, tampoco existirían esos robos.
La segregación se reproduce en lo cultural, en la transmisión y el intercambio de la riqueza cultural, como también en lo espacial, donde también nos cerramos y escapamos de aquellos que, desde el prejuicio, juzgamos peligrosos. Lo anterior debe ser superado dando paso a una actitud ciudadana fraterna con el otro, apostando por la creación de lazos comunales que permitan eliminar todo prejuicio y buscar soluciones a los problemas comunes que afectarán a todos los vecinos, quienes algún día vivirán en las mismas calles y llevarán a sus hijos a los mismos colegios, desde donde nacerán nuevas generaciones que sentirán como natural lo que para nuestra época parece ser un problema.
Tenemos ante nosotros un gobierno local que se ha hecho cargo de lo que muchos gobiernos han venido discutiendo, la integración social como medida de desarrollo urbano integral, y esto se puede dar mediante el acceso al suelo y una gestión de largo aliento. La discusión por la integración social mediante el acceso al suelo ya ha tomado forma en otros países desarrollados. Esta discusión ve a la vivienda como una oportunidad de vivir en barrios bien equipados, de buena calidad urbana y con oportunidades laborales y educativas de buen nivel como un derecho universal y como un bien de la sociedad en común. Esto se justifica más aún cuando el proyecto de relocalización de familias permite mantener las redes sociales ya construidas evitando su ruptura además de influir en comportamientos aspiracionales y de oportunidades. El modelo de mix social inclusivo es el modelo que se debe defender en el desarrollo de nuestras ciudades, evitando la concentración de la pobreza en otros sectores de la ciudad que son fuente de mayor incremento de problemas sociales a nivel país. Entendiendo que para superar la segregación, la ciudad y sus beneficios tienen que abrirse para todos y no sólo para quienes puedan adquirirlo.
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