Valparaíso recupera clásico restaurante O’Higgins
Por Daniela Astudillo, La Tercera.
El tradicional recinto fue destruido por un incendio en septiembre de 2007. Esta semana volvió a recibir a sus clientes.
No se necesitó mayor publicidad que la de levantar las cortinas metálicas y prender las luces para que el barrio Almendral de Valparaíso se viera convulsionado.
Los vecinos de inmediato llamaron a la gente del cerro y la hora de almuerzo del pasado jueves todos colmaron el representativo lugar de encuentro, donde también llegaron funcionarios del Congreso Nacional.
No era un rumor. El restaurante O’Higgins, el clásico bar de los 80, donde porteños amenizaban la madrugada en campeonatos de cacho, dominó y brisca, está de regreso.
Tuvieron que pasar siete años para que el empresario Samuel Bernal pudiera levantar su “joyita”, emprendimiento heredado de su padre y que una madrugada de septiembre de 2007 fue destruido por un incendio.
“Fue un sábado, como a las tres de la mañana. Estábamos en el O’Higgins de al lado, que es más turístico, cuando empezó a salir humo de la cocina. Quince compañías de bomberos trabajaron toda la noche. Perdimos todo y digo perdimos, porque Valparaíso perdió parte importante de su patrimonio”, recuerda Bernal.
Fueron tiempos difíciles, pero esperanzadores, ya que en la otra esquina de la calle Victoria resucitó ahora el más nuevo emprendimiento, principalmente visitado por parlamentarios, y que permitió al empresario rescatar el trabajo de toda su vida. Y lo hizo al más puro estilo clásico. Conservó el diseño, reciclando materiales originales.
Enrique Ramos, tiene una trayectoria de 30 años como arquitecto en el Puerto y reconoce que este trabajo ha sido el más importante de su carrera. “Usamos las mismas maderas, se trabajó cada ladrillo quemado, los marcos de las ventanas son los mismos… Intervenir elementos patrimoniales es por lejos un reencuentro con la arquitectura típica de Valparaíso, porque ya no están los obreros de la época. Profesionalmente fue un gran desafío”.
Esta misión significó la recuperación de un bar subterráneo, dos salones del restaurante, una cafetería-gelatería y el hotel, que actualmente ofrece 18 habitaciones y que está en vías de ser modernizado.
A pasos del Congreso, el entonado O’Higgins conserva, además, los cinco recordados comedores privados, los que son atendidos por los mismos garzones, quienes recomiendan el desbordante Plato O’Higgins: costilla de cerdo, chuleta, arrollado, prietas, longaniza, papas doradas y arroz. Todo acompañado del vino tinto que ofrece, con gentileza, “la Rosita” de siempre.