Caminar para interpretar: de la literatura al espacio público
Por Cristóbal Acevedo. Integrante Grupo Interdisciplinario Ciudadanía y Territorio. Departamento de Geografía. Universidad Alberto Hurtado
“Tan necesarias como el agua o el aire que se respira, las calles son los corredores del alma y de las oscuras trayectorias de la memoria”. Paul Virilo. Ciudad Pánico. 2007.
Hablar de caminar se hace relevante por la cotidianidad del acto, pero ¿cuál es la importancia de tal actividad? Si bien hay estudios que señalan que caminar hacia el trabajo evitando el tráfico y la congestión vehicular te hace más feliz y aumenta tu satisfacción, es importante entender el caminar desde la cotidianidad. El reconocer por donde caminamos, interpretar dichos espacios con el propósito de hacer un giro en la rutina, donde diariamente se camina sin reconocimiento alguno, a causa del tráfico, la multitud y el pasar de las horas. El caminar se torna un acto veloz y dirigido, sin conexión, sin interpretación del escenario urbano que nos rodea a diario.
Tal como las calles y pasajes, las trayectorias y memorias de un espacio determinado se construyen desde el caminar en ellos, desde el contacto, de la experiencia del encuentro con otro, con la multitud o con la estructura. El caminante urbano tiene esa posibilidad de intuir, deconstruir y construir nuevamente la ciudad, la representa y en dicha representación la interpreta.
Para el poeta Charles Baudelaire (1857) el flâneur será la representación de dicho proceso. Entendiendo flâneur como el caminante sin rumbo, que recorre la ciudad, la construye en paisaje y le da un valor simbólico. Walter Benjamin (2004) dirá que en dicho proceso la ciudad actúa como intermediario, como mediador, casi como un traductor de los sentimientos del individuo. La construcción literaria del concepto, la valoración del caminar junto con la incertidumbre que provoca dejarse llevar por las calles y su encuentro con éstas quedaba plasmada en el flâneur del París de los siglos XVI-XVII.
Pero no sólo queda en la literatura, el flâneur de Benjamin se construye desde un contexto determinado, desde la alienación de la ciudad y de un imperante sistema capitalista. “Espectador urbano” que comprende, construye e interpela la ciudad desde lo cotidiano, lo habitual lo opuesto a lo exótico. Dentro de ese escenario el flâneur se ve opacado por la rutina y la multitud, será desde las grandes masas donde el espectador urbano entra en una tensión dialéctica entre la pérdida de identidad y su posicionamiento en el panorama de la urbe, entendiendo que el proceso identitario del caminante va con la ciudad, con su velocidad y sus cambios1.
Interpretar la ciudad va más allá del mero tránsito rutinario. Nace desde el reconocimiento de una experiencia, de un encuentro, en este caso de la ciudad como un sinfín de estructuras y escenarios y el caminante; desde ahí se posiciona el flâneur contemporáneo. Pero al igual que Baudelaire, Benjamin o Edgar Allan Poe (1840) con su cuento “el hombre de la multitud” el intérprete se refugia en el anonimato, en este caso de la multitud siendo parte de ésta pero a su vez apartándose para interpretarla en su complejidad y heterogeneidad.
La caricatura de multitud inicia sus trayectos diarios como si no existiera una consciencia del desplazamiento automático que nos lleva al lugar de destino, de forma rutinaria se camina, se toma la micro o se baja de una estación del metro y bajo el alero de las trayectorias rutinarias y casi instintivas se olvida o invisibiliza el escenario, la estructura, la complejidad total y directa de la ciudad.
Un escenario tan complejo dará espacio a interpretaciones de igual o mayor complejidad. Como también validarlo como una experiencia de reconocimiento con la estructura urbana. Ejemplo de eso son las exploraciones urbanas, proyecto que pretende no sólo conocer la ciudad sino que reconocerla; no es pasear por un espacio determinado, tiene un objetivo social y urbano; busca plantear herramientas que influyan en la planificación y en las decisiones urbanas, a su vez dilucidar conflictos urbanos2 señala Camila Kuncar quien lidera este proyecto que ya está siendo aplicado bajo el nombre de “territorios cruzados” en la Universidad de Chile, UTEM y UNIACC.
Proponer el reconocimiento y la interpretación como experiencias del caminar construyen la ciudad desde la perspectiva de sus caminantes, de sus habitantes, de quienes transitan en ella. Michel De Certau (2008) dirá que el acto de caminar es en el sistema urbano lo que el acto de hablar es al lenguaje, entendiendo al espacio urbano como un escenario de conflicto y relaciones de poder que se nos presentan en el cotidiano, con sus estructuras y su heterogeneidad, hasta la planificación de proyectos como las exploraciones urbanas donde el caminar se muestra como herramienta empírica para dilucidar la complejidad de la urbe y a su vez reconocerla en sí misma.
Considerando lo anterior cabe preguntarse ¿De qué forma reconocemos la ciudad en el diario transitar? ¿De qué forma dicho reconocimiento genera identidad? ¿Existe verdaderamente una relación con la estructura ciudad? ¿Por qué decidimos caminar? Para el flâneur caminar es un arte, y es un legado transversal, desde el Dadaísmo, pasando por André Breton y Guy Debord hasta la misma cotidianidad. La propuesta es interpretar y reconocer los espacios como una forma de enfrentarse a la estructura, mientras la ciudad en su diario funcionamiento sigue fluyendo, con su velocidad, su porosidad, alimentando a la multitud y sus espectadores urbanos.
Considerar al caminar como una experiencia urbana no como el mero tránsito promueve identidad, no se camina en Santiago como se camina en París.
- Mantener el concepto literario del flâneur y no hacer una traducción de éste además de ligar la cotidianidad del escenario urbano con la literatura, transparenta un concepto ajeno a la contemporaneidad, el caminar sin rumbo y sin objetivo ya no sólo es acto sino responde a una conciencia y reconocimiento del mismo en un espacio y contexto determinado [↩]
- Reconocer la ciudad. Periódico mensual de arte y cultura La Panera. Julio 2014. [↩]
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