Opinión: De la segregación social de Estado a la inclusión
Por Osvaldo Fuenzalida. Arquitecto y Presidente de la Asociación de Oficinas de Arquitectos (AOA)
Para entender la segregación social en las grandes ciudades de Chile, partiendo por Santiago, nos tenemos que referir a la política de vivienda social desarrollada por el Estado a partir de 1950. A partir de esa década dos tercios de las viviendas sociales fueron planificadas, construidas, encargadas o cofinanciadas por el Estado. En ese sentido desde 1960 hasta la década de los ´80 el Estado actuó como inmobiliaria por medio del Minvu.
En ese período el Estado decidió su gasto principalmente en función del déficit habitacional, que solo empezó a decaer en la década de los noventa cuando la iniciativa de desarrollo se traspasó al mundo privado y la realidad económica del país mejoró.
Hoy el porcentaje de habitantes con electricidad, agua potable y alcantarillado supera el 95% en las ciudades de Chile. Pero al mismo tiempo, el Minvu hizo su política habitacional ignorando casi completamente sus efectos urbanos más dañinos.
El más relevante de aquellos es el sesgo “perificador” constatado en el estudio de Galetonic y Jordán, en el cual se constata como las poblaciones de viviendas sociales de aquella época se construyeron lejos del centro.
La causa directa es el método ocupado por el Minvu para decidir la localización de sus desarrollos, donde solo se considera el precio del suelo y el de la construcción. Haciendo inevitable que los proyectos de vivienda social se localicen en la periferia donde hay menos infraestructura, peor accesibilidad y suelos más baratos.
Como consecuencia directa, a partir de 1960 -en que se fijó un límite urbano a Santiago- ha sido el mismo Minvu quien lo ha ampliado cada vez que ha necesitado más suelo para construir viviendas. Buena parte del suelo incorporado entre los ‘60 y mediados de los ‘90 está ubicado al poniente y al sur, donde se edificaron la mayoría de las viviendas sociales.
La segregación nace como consecuencia principalmente de estas políticas permanentes de Estado que por más de medio siglo hacen crecer la ciudad, instalando la vivienda social o económica en los suelos más lejanos y baratos.
Así, Santiago en su perímetro sur y poniente, Viña y Valparaíso en los cerros, y Concepción- hacia el poniente, el norte y en cerros-, construyeron durante décadas enormes cinturones con las mayores concentraciones de pobreza.
Dichas zonas tienen el denominador común en Santiago, y pertenecen a municipios más pobres, menos organizados, con escasos espacios para la interacción social, áreas verdes y baja inversión en mantención del espacio público reflejado en un deterioro acelerado de calles y viviendas.
[Esta columna corresponde a la primera parte de una columna más extensa. La segunda parte será publicada en algunos días más].