El día del aventón
Por Benjamín Blanco y Francisco Ramdohr, La Tercera.
Metro parcialmente suspendido, buses del Transantiago repletos, calles colapsadas. Varios santiaguinos levantando su dedo índice en vano para detener una micro o un taxi. Pero en medio del caos, también la solidaridad, con cientos de automovilistas llevando a desesperados peatones.
“Solo carga de tarjeta Bip por corte de energía en Metro. Disculpe las molestias”. Dos hojas tamaño carta, pegadas con cinta adhesiva en la entrada de la estación Manquehue, trataban de resumir a los usuarios lo que a esa hora de la mañana ocurría en el corazón del servicio de transporte de Santiago, otrora presunción de los capitalinos, hoy un deslucido orgullo.
Un desperfecto eléctrico en la estación La Moneda, ubicada frente al edificio corporativo de la empresa, a pasos del Palacio de Gobierno y muy cerca de la Plaza de Armas (el kilómetro 0 del país); provocaba la paralización de las Líneas 1, 2, y 5 y se transformaba en la tercera mega falla del año. La más grave.
En minutos, mientras medio Santiago se levantaba y los matinales informaban en vivo como un espeso humo salía por los respiraderos de la estación La Moneda, el colapso vial se desató en el eje Alameda-Providencia y otras arterias de la ciudad. Las autopistas urbanas se sumergieron en largos tacos y los buses del Transantiago se repletaron con pasajeros ansiosos, algunos colgando de las pisaderas, a la usanza de las desaparecidas micros amarillas. “Estoy tratando de subirme a alguna micro, a algún auto. Todo está congestionado, mucha gente se está volviendo a las casas. La gente está molesta, está agresiva, no hay tolerancia entre el público, lamentablemente la mala onda está reinando hoy día”, decía Eduardo Aldana, un trabajador de una empresa de telefonía celulares en Plaza Italia. Venía caminando desde Paseo Bulnes, quería llegar hasta Tobalaba. “De la semana que llevó en Chile no había visto esto, en mi país es habitual”, comentaba la venezolana Kendy Soto.
El plan de contingencia impulsado por el Ministerio de Transportes inyectó 150 buses extras del Transantiago, pero durante la mañana no dio abasto. Por la tarde fue reforzado incluso con buses de empresas de transporte interurbano. Carabineros, en tanto, trataba de orientar y calmar a los tensos usuarios. Los 600 efectivos que trabajaron en la madrugada extendieron sus turnos para reforzar la labor policial, mientras dos helicópteros sobrevolaban el centro de Santiago. Por la tarde, doce buses de la institución también salieron a suplir la falta de vehículos, reforzando el servicio hacia Puente Alto. Incluso, los retenes móviles recibieron a los pasajeros. La Armada y la Fach dispusieron de máquinas similares.
“La gente se desespera, el Transantiago va lleno y la gente intenta salir, intentan abrir las puertas, pero en cada punto vulnerable hay carabineros para solucionar los problemas”, describía Claudio Valencia, comandante de la 19° comisaría de Providencia.
Cuando la temperatura ya amenazaba con transformarse en la más alta de la primavera (los termómetros marcaron 31 grados a las 16.05 horas), cientos de santiaguinos levantaban con desesperada ilusión el dedo índice para que un taxi desocupado se detuviese. Entre las 8.00 y las 9.00 horas ese deseo pocas veces se cumplía. “No paran, los taxis no paran. Mejor caminar que andar en locomoción colectiva. La gente está resignada y enojada”, comentaba Andrea Cabrera en el Parque Bustamante.
Mientras se disipaba el humo de la estación Moneda y los ejecutivos de Metro se desplegaban para dar vocerías cada 20 minutos, anunciando la reposición parcial del sistema, se pudieron distinguir algunas de las consecuencias de la falla: un 40% de ausentismo laboral, los colegios tenían autorización para suspender clases.
Pero si el dedo índice era poco efectivo, el pulgar se transformó en la solución para muchos. “Carabineros me pidió que llevara a las personas, voy hasta Pedro de Valdivia, no tengo idea cuánta gente tengo metida en la camioneta”, decía un conductor mientras manejaba una auto marca Ford con 14 personas en el pick up.
No todos, eso sí, tuvieron la misma suerte. “No he tenido la oportunidad de ver que vehículos particulares lleven gente, pero sería bueno, ojalá la gente sea solidaria con los que van a pie”, plantea Eduardo Ríos, en Providencia.