El descuido de una casa colonial
Por Oriana Fernández, La Tercera.
“Viva la lucha mapuche”. “¡Ser organizados es ser rebeldes!”. “Educación o domesticación” son algunas de las consignas rayadas que se pueden apreciar sobre las paredes coloradas de la casa Manso de Velasco, declarada monumento histórico en 1981 y que ahora sirve de pizarra en las protestas que transitan por el centro.
Se trata de un inmueble de tipo colonial, cuya primera estructura fue emplazada en el siglo XVIII, para luego ser remozada por la familia Velasco Almarza, quien la amplió y recogió piezas de antiguos conventos del centro.
“Se puede decir que es una típica casa colonial, situada en una esquina, muy austera, que consolidó el sector histórico de Santiago. No es una casona típica patronal, sino que urbana”, señala el académico de la UC Luis Eduardo Bresciani, quien sostiene que preservar esta infraestructura es clave para “la identidad y la huella histórica de la urbe”.
Hoy, sin embargo, parece un edificio en cierto abandono. En las últimas décadas ha sido ocupado por reparticiones públicas y políticos, como Gabriel Valdés Subercaseaux cuando fue presidente del Senado. Fue él quien encargó a dos arquitectos que la remodelaran, definieran un color y dieran realce a los balcones, a comienzos de los años 90.
Los vecinos destacan que como tiene categoría de monumento, conserva las veredas con piedras irregulares, tal como hace varias décadas. La infraestructura también luce papeles pegoteados que anuncian fiestas e incluso grafitis que muestran encapuchados. Su apariencia está lejos de lo que era cuando allí funcionó el Tribunal Constitucional, hasta 2012. En esa casa se zanjaron las controversias entre las isapres y los usuarios, como también numerosos controles constitucionales de las leyes.
El Ministerio de Bienes Nacionales entregó un permiso provisorio a las fundaciones encabezadas por Sebastián Dávalos, hijo de la Presidenta Michelle Bachelet, en agosto pasado. En el lugar operarán, cuando se remoce el inmueble, las oficinas de Artesanías Chile, Chilenter y Las Familias.
Justo al frente de la casona se encuentra la Primera Comisaría de Carabineros, que luce paredes blancas pintadas hace poco. El mayor de esa institución, Carlos Adones, cuenta que varias veces en el año deben componer los muros, porque también esa sede recibe rayados hechos por desconocidos: “Son encapuchados. Los hemos visto dibujar, rayar, pero no podemos más que llamar la atención. Es algo que sucede después de cada marcha”.
Precisa que algunos recorridos autorizados por Mac-Iver fueron los que dejaron como saldo la mayoría de las muestras.
Tan acostumbrados están los vecinos a los grafitis, que el comerciante que labora frente a este inmueble, Roberto Frías, plantea que él mismo tiene una brocha siempre a mano para pintar su propio local. “Esto es maldad, les da gusto perjudicar”, se queja, y cuenta que debe invertir en pintura al menos $ 5.000 mensualmente.
Bernardita Lorenzini, encargada del plan de limpieza urbana del municipio de Santiago, señala que para este año se espera incluir nuevas calles en el plan de reparación, por donde podría estar Mac-Iver. “Queremos que Santiago sea una comuna libre de rayados”, dice la funcionaria.
El trabajo lo hará una empresa especializada para la restauración de los edificios que, debido a tantas intervenciones, han perdido color e incluso pedazos de muro. En ese momento se realiza un hidrolavado y luego de esa preparación se pinta la fachada con los matices originales. Esta labor ya fue realizada a lo largo de la Alameda, desde Plaza Italia hasta Matucana. Los trabajos consistieron en borrar grafitis de lugares emblemáticos, como por ejemplo la Iglesia de San Francisco.
En el caso de esta casona, la reparación deberá ser aprobada por el Consejo de Monumentos Nacionales, que evalúa estos planes de restauración.
¿Por qué se rayan los edificios? Bernardita Lorenzini sostiene que en toda época del año se pueden ver grupos que se dedican a pintar las calles: “Puede ser en marzo, en septiembre o por actos por la asamblea constituyente, evidentemente, van acompañados de algunos rayados”.
La oficina de comunicaciones de la Dirección Sociocultural de la Presidencia informó que “por el momento sólo se ha considerado realizar reparaciones menores en el interior de la casa. En relación a la pintura de la fachada, ésta se realizará en una segunda etapa, cumpliendo con todos los requisitos legales previstos para un inmueble patrimonial”.
Más duro en su calificación es Iván Poduje, socio de la oficina Atisba, quien plantea que “a corto plazo se deben endurecer las penas a infractores y proteger edificios con pinturas y tratamientos especiales antigrafiti”. Añade que en un plazo mayor, “se requiere un trabajo en el ámbito educacional y comunicacional para que se valore y cuide nuestro patrimonio”.
Luis Eduardo Bresciani apunta a otro tema: “Cuando se trata de un grafiti que es consensuado por la comunidad es aceptable, pero en el caso de que sea un rayado cualquiera, es un acto individualista que sólo afecta los lugares”.
Lorenzini sostiene que, posiblemente, el momento de cambios que vive el país lleve a que agrupaciones o jóvenes protestantes busquen espacios, independientemente de que sea un edificio patrimonial: “Estos mismos rayados, si nos trasladamos a fines de los 80 en España, eran iguales a los que se ven acá. No se diferenciaban monumentos ni patrimonio”, agrega.