Ciudad francesa instala rejas alrededor de bancas para evitar que personas sin hogar las usen
Por Romullo Baratto, editor de Archdaily Brasil.
Una ciudad en el suroeste de Francia llamó la atención de los medios en la víspera de Navidad por instalar rejas alrededor de las bancas de una plaza con el fin de evitar que personas sin hogar las utilizaran para dormir.
La medida, ordenada por el alcalde de Angouleme – Xavier Bonnefont – atrajo duras críticas en medios de todo el mundo.
La instalación de barandillas recibió el apoyo de los comerciantes locales que previamente se habían quejado con las autoridades, diciendo que “el comportamiento agresivo de los sin techo era malo para sus negocios.”
Acciones como estas han sido muy polémicas en los últimos años y el hecho de que en esta ciudad se hiciera en vísperas de navidad encendió aún más los ánimos. Entre los que estaban en contra está Guillaume Garot, un ex miembro del Partido Socialista y oponente a Bonnefont, quien se lamentó: “Qué vergüenza, esto no es Francia!”
La estrategia llevada a cabo en Angouleme recuerda lo que ocurrió hace no mucho Londres, donde clavijas de metal fueron instaladas al exterior de un edificio de departamentos de lujo, con el fin de que quienes duermen en calle no pudieran usar el lugar para pasar la noche. La brutal medida fue rechazada por el alcalde de la capital británica, Boris Johnson y por medios de comunicación de todo el mundo.
Bancas enrejadas y “pinchos” metálicos afilados son la materialización de la violencia en en el espacio público urbano, violencia fomentada tanto por instituciones privadas como por el estado. Pero quizás aquí se ajusta la pregunta, ¿qué hace que un espacio urbano sea realmente público?
En una entrevista realizada por el Sesc São Paulo, el arquitecto y profesor Gilherme Wisnik dice que la presencia conflicto es parte de la esencia del espacio público. El conflicto, según él, se da por la disputa de los espacios públicos entre varios grupos o clases.
Acciones como estas en Francia e Inglaterra, que pretenden restringir el uso del espacio para ciertos grupos y así traer “la paz y el orden” a estos lugares terminan privatizando el espacio urbano, el que debería ser público.
Traer paz a un lugar, es decir, apaciguarlo, es, según Wisnik, una noción que está a menudo vinculada a la restricción de uso de un espacio. Poner una reja alrededor del mobiliario urbano es la muestra más pura, brutal y patética de eso. Nadie más puede usarlos, por lo que no hay disputa, ni conflicto en torno a ellos. Se privatizaron.
Indignado por las rejas, Alexandre Chemetoff, arquitecto encargado del diseño de la plaza donde las bancas fueron enrejadas, acusa que la medida adoptada por la ciudad de “escandalosa e inapropiada”. Chemetoff dijo al diario Libération que ésta es una prueba del “fracaso político”. Pero ¿sería el fracaso político el que conduce a la privatización del espacio público o la privatización como política la que lleva al fracaso del espacio?