Cine y conflictos urbanos: la ficción como un registro inmobiliario
Por Colectivo Left Hand Rotation.
Hace algún tiempo les contamos sobre ‘Ficción Inmobiliaria’, un cortometraje realizado por el colectivo español Left Hand Rotation, el cual rescata diversas lecturas contemporáneas sobre conflictos urbanos en 16 películas comerciales desarrolladas entre 1957 y 2012.
En esta oportunidad, el colectivo español entra en profundidad sobre las películas seleccionadas en un peculiar cruce entre realidad y ficción: las cintas se adelantan y advierten ejercicios de gentrificación en los lugares donde se rodaron, tales como el Lower East Side y los ghettos afroamericanos de Nueva York, el actual distrito financiero de Canary Wharf en Londres, y el avance presente también en ciudades hispanoparlantes como Madrid y Bogotá.
“La ficción rara vez trata sobre lugares; en la ficción importa la historia. Pero si atendemos a la localización […] podremos acceder a parte del conocimiento fílmico almacenado en la imagen audiovisual”, señalan.
Lee esta colaboración de Left Hand Rotation, después del salto.
Aclaración previa del Editor: debido al contenido de este artículo, las películas están nombradas según su título original. Para mayor claridad del lector, y cuando corresponda, entre paréntesis se menciona el título con el que fueron promocionadas en Hispanoamérica y España, respectivamente.
Ficción Inmobiliaria recopila material formado por películas de ficción donde las problemáticas asociadas a la cuestión de la vivienda aparecen en la trama principal o cruzadas con ésta.
La ficción rara vez trata sobre lugares; en la ficción importa la historia. Pero si atendemos a la localización, sin dejar de prestar atención a la trama, podremos acceder a parte del conocimiento fílmico almacenado en la imagen audiovisual.
Analicemos ese residuo de conocimiento objetivo del contexto filmado: algunas ciudades resultan un escenario paradigmático para las tramas inmobiliarias. Nueva York, Londres o Los Ángeles son escenarios en transformación constante, de los que algunas películas suponen un registro de lo que borró el progreso.
¿Qué queda hoy del edificio que consiguió resistir a la demolición gracias a la ayuda de unos pequeños platillos volantes en Batteries not included (Milagro en la calle 8/ Nuestros maravillosos aliados)? “Dado que la historia transcurre en un edificio solitario en medio de los escombros”, explicaba el productor Ronald Schwary, “teníamos que encontrar un terreno baldío con edificios quemados alrededor. Finalmente nos decidimos por un edificio real en la 8th Street entre las avenidas C y D en el Lower East Side de Nueva York”. El edificio ya no existe. En su lugar se encuentra hoy la subestación de la Oficina de Vivienda, en un entorno bien diferente. El Lower East Side ha sido el escenario de grandes transformaciones urbanas.
Pocos años antes de la filmación de Batteries not included, ese mismo escenario fue testigo de una fuerte alianza entre la industria cultural y mercado inmobiliario: comenzaba el proceso de gentrificación del Lower East Side, acompañado y potenciado por una rápida mercantilización de la subcultura local. Downtown 81 es un caso singular: una ficción representada por los mismos protagonistas de la vida real. Más interesante que su biopic Basquiat, esta ficción deja entrever cierta consciencia del artista instrumentalizado. Sin duda, no la suficiente, como ya manifestaran coetáneos menos marketinianos:
Continuando en Nueva York, encontramos algunas películas de ficción que resultan premonitorias: en Do the right thing (Haz lo correcto / Haz lo que debas) la trama transcurre en Bedford-Stuyvesant, conocido como Bed-Stuy, barrio que fue durante décadas un núcleo cultural afroamericano en Brooklyn. Con actitud territorial, un grupo de chicos del barrio confronta la llegada de un nuevo vecino de clase media. La presencia del chico blanco es indicativa y amenazante. Fuera de la ficción, algunos años después de que Bedford-Stuyvesant fuese aclamado en el Times como la nueva región de inversión en Brooklyn, el barrio se ha convertido en un suceso y los vecinos que en los años 80 habitaban el barrio, hoy son desplazados.
East End de Londres: Cockneys vs Zombies (Invasión Zombie) es una de esas películas que utilizan a los zombies como representación del consumidor descerebrado, con la original particularidad de que aquello que sus zombies consumen descerebradamente son principalmente espacios urbanos. Un planteamiento no muy alejado de la realidad espacial del East End, donde la construcción del Olimpic Park ha supuesto una profunda transformación en la zona, impulsando un proceso de gentrificación que está rediseñando el área y expulsando a las poblaciones tradicionales (cockneys) de sus barrios.
La imagen del East End como sinónimo de pobreza y miseria ha sido largamente explotada por los promotores inmobiliarios en las últimas décadas para poner en práctica proyectos de desarrollo urbano agresivos, desarrollados a través de la empresa privada, como Canary Wharf, en la década de 1980. Hoy la ficción hace justicia en filmes como Tower Block (Francotirador) .
Londres, la ciudad que inspiró el término gentrificación, no puede olvidar cuanto hay de choque de clases en los conflictos urbanos. High Hopes (Grandes ambiciones ) ahonda en estas fricciones: si la realidad del barrio de King’s Cross a finales de los años 80 dio de sí lo suficiente para alimentar la ficción de esta comedia social, hoy -tras una inversión de 2 mil millones de libras- la ficción se ha desbordado, transformando un área de edificios catalogados y hectáreas de terrenos abandonados en un futuro epicentro para la clase creativa.
El derecho a la ciudad de las clases bajas ha inspirado innumerables películas de ficción: Boyz n the Hood (Los Dueños de la calle / Los chicos del barrio) intenta recoger en dos horas de metraje un amplio abanico de las problemáticas que a finales de la década de los 80 sufría la marginada comunidad negra de South Central, en la ciudad de Los Ángeles. Entre ellas la gentrificación, que no ha tardado en llegar al Inglewood de la esfera real.En la actualidad, es demandado por artistas blancos de clase media que tímidamente se van instalando en la zona.
Algunas ficciones transcurren sobre el telón de fondo de los fuertes intereses que los barrios populares de las áreas centrales despiertan en los villanos, para los que el territorio es sólo un suelo que rentabilizar, y sus habitantes molestos estorbos a la inversión: Life Stinks (Qué asco de vida) sugiere que aquellos que controlan el mercado inmobiliario, se verían menos propensos a la especulación tras una larga exposición a la realidad de los más desfavorecidos. Quizá esto sólo sea posible en la ciudad de Los Ángeles, cuna de Hollywood, la gran fábrica de ficciones, que, por otro lado, debe su nombre a una promotora inmobiliaria.
Incluso aquellas películas con una localización ficticia, no pueden evitar referenciar a la realidad. Pongamos por ejemplo Toontown (Dibullywood), ciudad amenazada en Who framed Roger Rabbit? (¿Quién engañó a Roger Rabbit?). El dilema del tráfico arrasa barrios, en este caso, imaginarios. Pero tales soluciones distan mucho de ser ficción.
Quizá los guionistas de Who framed Roger Rabbit encontraron inspiración en la lucha de Jane Jacobs contra el controvertido proyecto “Lower Manhattan Expressway”, autopista elevada de ocho carriles que pretendía arrasar el Greenwich Village de finales de los 60. O Treasureville, en el animé Tekkon Kinkreet, barrio ficticio basado en las calles de Kichijoji y Gotanda, en Tokio.
Kichijoji es conocido como barrio bohemio, kitch, cultural, del centro trend de Tokio. El distrito de Gotanda pasó de ser industrial a área residencial y de negocios, convirtiéndose en la sede de firmas multinacionales y compitiendo con Kabukicho como barrio rojo. Ambas, transformaciones que amenazan al “pasado de moda” barrio ficticio deTreasureville.
Pero no sólo las grandes megápolis inspiran tramas de suspense inmobiliario: Homebodies (Locos asesinos) es una película sobre personas de edad avanzada que son desalojadas de sus hogares para dar paso a la renovación urbana, y sus inútiles esfuerzos para desafiar el progreso. La mayor parte de las escenas exteriores fueron filmadas en Queengate, antigua zona industrial del área central de Cincinnati, y actualmente en desarrollo dentro del programa de renovación de la ciudad.
Le mani sulla città (Las manos sobre la ciudad) denuncia mediante la ficción la corrupción política y especulación inmobiliaria en la Italia de los años 60, con Nápoles como decorado. Y algunas de las más originales e inspiradoras estrategias de resistencia de los habitantes de las ciudades contra la injusticia inmobiliaria fueron ficcionadas en el centro de la ciudad de Bogotá, como muestra La estrategia del Caracol, metáfora del acoso inmobiliario, basada en la realidad de una ciudad con un sistema social altamente estratificado.
También el cine español es una fuente documental para el estudio de los barrios marginales [pdf] y las transformaciones urbanas. Como el crimen inmobiliario con motivaciones aspiraciones de Chuecatown, cuya trama ironiza sobre uno de los más evidentes procesos de gentrificación en Madrid. Chueca, barrio degradado en los 70, es en la actualidad una zona de caras viviendas rehabilitadas y sector terciario exclusivo. El cómo llegó a ser así es toda una historia de suspense.
Que la solución llegue en un sueño, como resuelve la trama de El inquilino, es una posibilidad solo deseable en la ficción, que la realidad ha de combatir.
En este collage de ficciones en las que la ciudad y sus habitantes son los protagonistas se esconde el registro de los conflictos urbanos asociados al modelo socioeconómico de una época. De igual manera, sus desenlaces proyectan un abanico de soluciones sólo limitadas por la imaginación. Quizás podamos apreciar el cine de ficción por sus revelaciones documentales, y otorgar nuevas resonancias y significados a este sugerente orden narrativo.
Left Hand Rotation es un colectivo artístico en activo desde 2005 que desarrolla proyectos que articulan intervención, apropiacionismo, registro y manipulación de vídeo. Se estructuran como entidad impersonal no asociada al individuo/autor, y abordan cada proyecto bajo la consideración de que la comunidad de recepción no es un espectador, sino parte activa imprescindible en la transformación de la realidad social.
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