Los contrastes de Antofagasta
Por K. Rivera y M. J. Jarpa, La Tercera.
En la última encuesta Casen, la capital de la II Región figuró como la que tiene menor cantidad de hogares en situación de pobreza en Chile. Los habitantes de la ciudad aseguran que esto no refleja la realidad.
Antofagasta, la capital minera del país. Polo de inversión extranjera y nacional, con un PIB per cápita anual promedio de US$ 37.205 (cerca de $ 24 millones), es el más alto del país. Esta ciudad de un poco más 547 mil habitantes -según el Censo 2012- es la urbe con menos índice de pobreza en Chile: un 3,2%, mientras que la media nacional es de un 12,8%.
Sin embargo, para muchos antofagastinos este análisis no refleja la realidad. “Uno espera que con ese PIB y estas cifras Antofagasta fuera como una capital europea y no es así. Aquí se puede ver la pobreza dura, en la ciudad más cara de Chile. Esa bonanza de la que se habla no se ve reflejada en la calidad de vida de las personas”, comenta Mauricio Líbano, presidente de la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo de Antofagasta.
Respecto de los resultados de la Casen 2013, Angelique Araya, seremi de Desarrollo Social, sostiene que “el sueldo promedio es de $ 900 mil, pero esa no es una realidad que vivan todos, también hay personas que poseen carencias en vivienda, salud y educación”. El carácter de ciudad de tránsito de la capital de la II Región para algunos trabajadores de la minería también tendría implicancias en la vida de esta urbe, según sus habitantes.
“En la mayoría de las mineras están haciendo modificaciones en el sistema de 5×3 (es decir, cinco días trabajados por tres de descanso), a 7×7 (una semana de labores por otra libre). Si bien este mecanismo puede ser mejor para algunos trabajadores, hace que muchos de ellos no quieran quedarse. Prefieren vivir en La Serena, Iquique o Santiago, lo que afecta, de paso, el comercio”, añade el presidente de la Cámara de Comercio.
Uno de los grandes problemas de los antofagastinos tiene que ver con la salud. Por ejemplo, en materia de infraestructura hospitalaria, en la región actualmente existen sólo dos hospitales públicos: el Hospital Regional Leonardo Guzmán, en Antofagasta, y el recinto de Calama, que tiene sus obras paralizadas desde 2013.
La alcaldesa de la comuna, Karen Rojo, señala que el hospital regional “está en condiciones precarias. Es el peor que tenemos en el país y esta es una de las ciudades más ricas; una paradoja”. La edil agrega que “un paciente que llega a este recinto puede esperar hasta 12 horas para ser atendido, independiente de la enfermedad que tenga”.
Se espera que esta situación, mejore con la finalización de las obras del nuevo recinto asistencial, previsto para el 2017.
En materia de vivienda, Antofagasta también tiene problemas, según sus habitantes.
Al recorrer la ciudad quedan en evidencia los contrastes de las condiciones de habitabilidad. Mientras en los sectores de Jardines, del Sur y Norte o el Parque Inglés, las casas en promedio bordean los 410 metros cuadrados, con amplias piscinas y áreas verdes, pero en los cerros emergen 29 campamentos donde las familias, muchas extranjeras, viven en absoluta precariedad. Entre estos está La Chimba, que agrupa a cerca de mil familias que viven en condiciones de pobreza.
“Vivir en este campamento es difícil, pero no imposible. El agua es poca, la venden y es cara. Los camiones de la municipalidad vienen ‘una vez a las mil quinientas’. Pero eso no me desanima. Veo siempre llegar más personas, armando sus casas. Eso me dice que algo está mal, porque optar por esta vida no es lo mejor”, dice Marcelino Sandoval, de 55 años.
Cuenta que trabaja lejos de su casa, ubicada en el campamento Luz Divina VI, y que sólo una micro lo deja cerca. “A veces me gustaría irme, pero no se puede. Para colmo, el vertedero está acá al lado. Hay drogas, delincuencia. Pero no son todos, los que vivimos acá no somos malas personas. Ojalá pudiera la gente de allá (señala el lado sur, cercano a la playa) venir y ver cómo vivimos”, reflexiona. Este contraste también queda en evidencia al ver las carpas de familias que deciden disfrutar la playa “Poza de los gringos” por varios días, las que están junto a un muro que los separa del exclusivo club de golf de la ciudad.
Los microbasurales también generan críticas, tal como relatan vecinos de calle Sabella, una de las avenidas que circundan el sector alto. Dicen que están cansados de vivir entre escombros y restos de animales muertos que generan malos olores. “La basura es un síntoma de una comunidad poco identificada con el lugar donde habita”, comenta Manuel Inostroza, quien no es antofagastino, pero lleva un par de años radicado en esta urbe. Asegura que a través de los desechos y microbasurales ha visto una de las peores caras de la ciudad, situación que se ve acrecentada por “una sensación de abandono y resignación”.
Para disminuir la inequidad en la Perla del Norte, organizaciones ciudadanas y el gobierno local están impulsando iniciativas para mejorar la calidad de vida de los habitantes.
Un proyecto novedoso es la implementación de un metrocable, un sistema de transporte similar al teleférico. “Es la dignificación de los barrios marginados, localizados en las zonas altas de la ciudad, a través de la introducción del metrocable como medio de transporte”, explica Andrés Letelier, subdirector de Creo Antofagasta, organización que impulsó esta iniciativa, que será financiada través de fondos públicos y privados.
La propuesta pretende mejorar el sistema de transporte, donde los tiempos de recorrido son considerables. Una persona puede demorar hasta una hora en cruzar la ciudad en la hora peak. Por ejemplo, la última encuesta Origen y Destino, efectuada el año 2010 sobre la movilidad de los antofagastinos, arrojó que el 35,1% se moviliza en vehículo particular, un 8,9% en taxis y un 24,2% a través del Transantofagasta. El 28,6% restante lo componen los que se movilizan caminando o en bicicleta.
“Actualmente, las iniciativas en torno al transporte tienen como foco principal el poder entregar a transeúntes, automovilistas, peatones y ciclistas una alternativa vial para desplazarse de manera más expedita por nuestra ciudad”, manifiesta Valentín Volta, intendente de la región. Su apoyo fue fundamental para llevar a cabo el proyecto de infraestructura vial, que contempla la implementación de un metrocable y corredor exclusivo de buses.
En abril de 2014, el Colegio Médico de la ciudad realizó un estudio donde se identificaron altos niveles de material particulado en tres zonas del borde costero. Específicamente, 19 metales pesados que estaban en el aire. Este mes se hicieron exámenes a niños de jardines infantiles ubicados cerca del puerto de Antofagasta, donde se pudo determinar la presencia de plomo y arsénico en su organismo, según el gremio. La norma internacional señala que el nivel máximo de ese metal en una persona debiese ser de 10 microgramos por litro de sangre. Los resultados arrojaron que de 104 niños, 94 poseen niveles que exceden esta norma. A raíz de esto, los padres de los menores interpusieron una denuncia en la Brigada de Delitos contra el Medioambiente (Bidema) de la PDI. En paralelo, parlamentarios de la zona buscan generar instancias con el Ejecutivo para decretar Antofagasta como zona de emergencia.
La diputada RN Paulina Núñez dijo que “el Estado debe hacerse cargo y el futuro del puerto debería medirse en una consulta ciudadana, esperamos un pronunciamiento de la Presidenta; es importante tener respuestas inmediatas”.
Además, surgieron movimientos ciudadanos como #EstePolvoTeMata, liderado por el profesor de filosofía Ricardo Díaz Cortés, quien señala que “hay que elevar los estándares medioambientales, apuntar a una calidad de ciudad minera, pero de nivel internacional”.