¿Ciudades caminables? Los ‘rooftoppers’ quieren escalarlas
Por Dario Goodwin.
“¡Las ciudades para la gente!” ¿pero para qué gente exactamente? Esta es la pregunta central en torno a rooftopping, una nueva y excitante variante de la exploración urbana, que recientemente ha capturado la atención de los medios. Videos de estas llamativas “hazañas acrobáticas” se han difundido rápidamente a través de la redes sociales como Instagram, pero ¿por qué esta forma de exploración urbana ha recibido tanta cobertura mediática?
La exploración urbana se ha mantenido al margen de la consciencia pública desde mediados de la década del 2000, como parte de una subcultura punk. Grupos de anarquistas recorriendo túneles de alcantarillado y explorando ruinas proto-pinterest (aunque como es de esperar, la entrada a propiedades abandonadas, cerradas o inaccesibles, se practica de mucho antes). Resulta de gran interés la forma en la que rooftopping ha capturado la imaginación del público; aunque en realidad es una forma de discurso público: cómo se inserta en los medios sociales, la forma en la grupos corporativos lo han intentado comercializar a través de vídeos, y finalmente cómo estos grupos están interactuando con el entorno urbano.
El etnógrafo Bradley Garret, ha estado explorando a estos exploradores urbanos. Su conclusión central, reconociendo los roles de los medios sociales y la política, es que las ciudades están siendo construidas con el fin de ser lo más user friendly posible, y como resultado se simplifica la experiencia urbana – un beneficio para muchos, pero no para un subgrupo de personas, que él define como “amantes del riesgo”. Él lo plantea como algo natural e inevitable, algunas personas rechacen la experiencia “tradicional” de la ciudad, y busquen eludir las reglas auto impuestas en los entornos urbanos. Este impulso no se diferencia tanto de los “hackers urbanos” o fenómenos del pasado, como flashmobs o el teatro urbano de Improveverywhere – sólo una versión más extrema.
Esta explicación del por qué estos grupos e individuos están realizando acrobacias de cada vez más alto riesgo y perfil mediático, señala hacia mayores preocupaciones sobre los efectos sociales que conllevan las ciudades con “aversión al riesgo”. El impacto del “big-data” y las nuevas formas de comunicación agiliza enormemente las experiencias de las ciudades. Proyectos que designen que zonas son accesibles y cuales zonas no, corren el riesgo de crear una ciudad selectiva, que no sólo elimina el factor de riesgo, pero que podría definir que es o no accesible para los habitantes. Existen grandes temores en la comunidad arquitectónica sobre el impacto de las “ciudades inteligentes”; por ejemplo, Rem Koolhaas dio una severa advertencia en Bruselas sobre como los partidarios de las “ciudades inteligentes” “[nos alimentan] iconos atractivos de la vida urbana, integrados con dispositivos inofensivos, que conforman agradables diagramas, en los que los ciudadanos y empresas son rodeados por múltiples círculos de servicios que crean burbujas de control. ¿Por qué las “ciudades inteligentes” ofrecen sólo mejoras? ¿Dónde está la posibilidad de transgresión?” Si es que estas “acrobacias de alto riesgo” son impulsados por la claustrofóbica regulación de las ciudades modernas, entonces parece ser que los temores de Koolhaas podrían ser ciertos.
Históricamente, la preocupación por la cultura flâneur se basó en el mismo conflicto entre – aquellos que buscan riesgos y los que deseaban una experiencia simplificada de la ciudad. El flâneur, un concepto del siglo 19 que significa paseante o callejero, se denominó conceptualmente en la arquitectura como un observador externo; alguien capaz de comprender la ciudad a través de la alienación de la experiencia colectiva. El objetivo era conspicuamente romper las normas culturales – algunos ejemplos más llamativos serían, por ejemplo, llevar una tortuga de paseo – pero lo más importante de este subgrupo era que mientras ellos eran vistos, también vieron. Observando el colectivo urbano cultural sin perder la identidad individual, el flâneur fue adoptado por algunos como un modelo de la identidad urbana. El Drácula de Bram Stoker, es literalmente representado como un flâneur, retratando los temores que producían por la forma en que vivían casi parasitariamente de los habitantes colectivos de la ciudad sin realmente participar en la sociedad.
Ser tan apartado de la identidad colectiva de una ciudad fue en su momento casi una amenaza para la burguesía del siglo 19; ahora pareciera ser que los valores de los burgueses del siglo 21 se ven similarmente amenazados por los exploradores urbanos, con reacciones cada vez más duras por parte de autoridades a estos modernos flâneurs tridimensionales. Arrestos por traspaso a propiedad privada se han vuelto cada vez más comunes. Garret informa como los artistas que intercambiaron banderas estadounidenses del Puente de Brooklyn por banderas blancas fueron interrogados por el FBI. Si esto no es más que una reacción tardía por parte de las autoridades hacia una nueva tendencia o parte de una restricción más amplia de movimiento, es imposible decirlo.
Durante mucho tiempo, arquitectos y urbanistas han buscado aumentar la participación ciudadana a través de generar una amplia base de datos disponibles a las personas. Esta estrategia se ha demostrado ser efectiva, pero lo que Garret y otros rooftoppers, al igual que otros exploradores urbanos menos extremos plantean es que este modelo de participación está impulsando a algunos a rechazar los esquemas tradicionales y construir los suyos, con resultados potencialmente peligrosos.
Originalmente publicado en Archdaily.com. Traducción de Natalia Yunis.