El día después de los habitantes de Chañaral
Por Víctor Rivera, La Tercera.
La ciudad de la Región de Atacama lucía ayer partida en dos y cubierta por una capa de barro.
“¿Suero? No quiero más suero, quiero a mi hijo”. Así reaccionó Guber Carrasco cuando terminó de ser atendido en el Hospital de Chañaral, 12 horas después que un aluvión le quitara su casa, su pueblo y, hasta ahora, a su hijo Benjamín, de ocho años. “Escuché a un bombero que decía que saliéramos de las casas (en calle Salado, la arteria principal de la comuna). Pero era muy tarde, cuando salimos la ola venía encima”, explica Guber, mientras indica cómo se aferró a un bus para que el agua no lo llevara.
Pero lo peor vino cuando la ola pasó. No estaba ninguno de sus dos hijos. Guillermo (10), ni Benjamín (8). Su mujer logró ponerse en pie y rápidamente comenzaron la búsqueda de los menores, teniendo suerte con solo uno: Guillermo apareció en la orilla del mar. Casi a un kilómetro desde donde desapareció.
A esas alturas la comuna estaba cortada en dos. Al poniente, el sector de Aeropuerto y al este el centro histórico y comercial de Chañaral.
“Pasamos para acá (oriente) como a las 11 de la mañana para ayudar en la iglesia. Colaborar con la gente afectada por la lluvia, pero después no pudimos volver. Pasó el aluvión y quedamos divididos. Terrible”, relata Angel Guerrero (67), mientras buscaba cómo cargar su camioneta con combustible. “Las dos bombas de bencinas que hay… que habían, ya no están. Desaparecieron”, afirmaba.
No había ninguna ruta habilitada. Todo era lodo y agua. La gente miraba hacia el otro lado, esperando saber con la mirada cómo estaban los otros. Si mejor o peor que ellos.
“Tengo a mi hija de 10 años tomando insulina porque tiene principios de diabetes. Tiene el medicamento, pero estoy nerviosa porque tiene que estar refrigerado y allá no hay luz. Quiero que me la traigan, en helicóptero, como sea”, señala Marisa González, quien cruzó para comprar enseres antes del aluvión.
Michael (24) no fue a Aeropuerto. Él es de Chañaral, pero su tío Javier no y es uno de los desaparecidos del sector poniente. “No he tenido comunicación con él. Es panadero y no sé si está vivo o muerto”, explica el joven, mientras miraba hacia el barrial inmenso que ocupaba casi el 60% de la ciudad.
Las casas estaban a con el barro hasta las ventanas, pero en la villa Gerónimo Grovsri el barro llegó hasta el techo. Las viviendas fueron entregadas por el gobierno el año 2000. “Pague la casa pesito a pesito y ahora no sé qué hacer”, afirma Mariela, mientras rescata a su perra Sofía e intenta salvar algunos de sus muebles.
Quien ya está recuperado es Guber. Aunque no en un ciento por ciento: luce con los ojos llorosos y con la cara rasmillada. Camina casi perdido por la angustia. Aún no encuentra a su hijo Benjamín. “Lo único que quiero es volver con mi guachito a la casa, si Dios quiere”.