Productores de Atacama suman a la sequía la destrucción de sus cultivos

sequia atacamaPor Sergio Espinoza C., El Mercurio.

Aluvión arruinó predios e infraestructura hídrica:

Las lluvias no mejoraron significativamente nivel de embalses, y el barro arrasó con sistemas de riego, bocatomas y canales.

“Estamos inundados de barro, pero seguimos sin tener agua”. Lina Arrieta, presidenta de la Asociación de Productores de Copiapó, sintetiza así la realidad que hoy enfrenta la Región de Atacama.

Una donde las lluvias de fines de marzo, en lugar de traer un alivio para sus habitantes, no mejoraron la cruda sequía que los golpea desde hace años, sino que además destruyeron buena parte de la infraestructura hídrica, empeorando la situación.

En el caso de las aguas superficiales, se deberán reencauzar ríos, bocatomas y canales comunitarios. Por el lado de las aguas subterráneas, quedaron embancados los sistemas de riego y las salas de bombeo. Por último, numerosos campos están sepultados bajo el lodo.

Y los que no, se están secando. Arrieta recuerda que la última vez que regaron fue el 24 de marzo, justo antes del aluvión. “A diferencia de la minería y la pesca, nosotros estamos contra el tiempo, porque si no regamos, nuestros campos se van a morir”, sentencia. El problema es que ella misma admite que rehabilitar los sistemas de riego tomará unos 45 días.

Los dos embalses de la región, Lautaro y Santa Juana, experimentaron crecidas producto de las lluvias, pero según el último informe de la Dirección General de Aguas (DGA) no alcanzan para remediar la situación de escasez en la zona y se mantienen en niveles mínimos, con 5 y 12 millones de m {+3} , respectivamente. “Y es más barro que agua”, acota Arrieta.

Carlos Araya, administrador de la comunidad de aguas subterráneas de Copiapó, explica que antes del temporal las proyecciones para 2015 eran de un año de normal a seco, donde no tendrían suficiente agua para la producción de esta temporada.

El valle de Copiapó, otrora privilegiado en aguas subterráneas, ha visto cómo sus acuíferos se han ido agotando por la explotación de los últimos 30 años para la agricultura primero, y la minería después. “Estábamos muy complicados y buscábamos ser más eficientes, bajando por ejemplo la tasa de riego para ahorrar agua”, dice.

Tras el aluvión, de las 700 hectáreas de riego tecnificado que había en el valle, 300 quedaron bajo metros de barro. En el valle del Huasco, en tanto, los usuarios también ahorraban agua entre una temporada agrícola y otra, usando solo el 70% del volumen disponible en la cuenca para reservar el 30% restante para la siguiente.

“Eso nos había permitido hacer frente a la sequía, pero el escenario que manejamos para 2015-2016 es el de una falla total”, explica Víctor González, gerente general de la Junta de Vigilancia de Huasco. Ello, porque el nivel mínimo del embalse Santa Juana ya los obligaba a turnarse el uso del recurso: durante siete días lo aprovechaban aguas arriba y en los siete siguientes, aguas abajo. Ahora “el 80% de los predios sufrió algún daño y seguimos con sequía”.

Aridez
Doce años de sequía acumula el valle del Huasco. Las últimas lluvias importantes fueron en 2002.