La misión de legar arte público
Por Denisse Espinoza A., La Tercera.
Desde 1994, el Ministerio de Obras Públicas ha instalado 200 obras de arte asociadas a infraestructuras como edificios y carreteras. La última es una escultura de Federico Assler, que en mayo se ubicará en Coronel.
Con seis décadas de trayectoria y 86 años de edad, el escultor Federico Assler es un creador infatigable. Tanto que el año pasado construyó un segundo galpón en su casa del Cajón del Maipo, que luego de más de 30 años funcionando también como museo y taller, se está quedando estrecha. Lo hizo a raíz de su más reciente trabajo, Lugar de encuentro: tres volúmenes de hormigón de 15 metros de largo, tres metros de alto y 30 toneladas de peso cada uno, y que el 15 de mayo serán instalados en la ruta 160 Coronel-Tres Pinos (que conecta Arauco con Concepción), frente a la bahía de Playa Blanca. El Premio Nacional de Arte 2009 se mueve enérgico en medio de sus grandes moles y dice que al principio no quería levantarlas.
Hace un año la División de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas (MOP) lo convocó para que realizara la obra dentro de los proyectos de la Comisión Antúnez, organismo que desde 1994 inserta piezas de arte en la ciudad, asociadas a la construcción de infraestructura pública, como carreteras y edificios. Assler dudó. En 2013, su esculturaFerrum y Flora, que en 1999 fue incluida dentro de un Parque de Esculturas creado por la misma comisión en la ribera del río Biobío en Concepción, fue removida sin permiso por el Serviu, para dar espacio al Memorial 27/F. El artista sigue enojado. “Esa obra fue un premio a la trayectoria y me la movieron sin avisar. Fue una falta de respeto. La dejaron enterrada, perdió altura y fue reducida a un espacio mínimo. Estoy luchando para que se traslade, me dijeron que se podía, pero hacerlo es un proceso largo y hay que estar presionando. Uno se cansa”, dice Assler.
Para su nueva escultura, varios tuvieron que convencerlo. Finalmente la pasión por dejar arte en la ciudad lo hizo ceder. “Está toda la historia de los mineros del carbón y por ahí anduvo el Dresden en 1918 perseguido por barcos ingleses. Todo eso tiene una carga que me influyó a crear”, dice entusiasmado, sobre todo por el público que podrá ver la obra. “Gente que venga del sur o del norte, por carretera o en ferrocarril, se va a bajar a la playa y lo primero que verán será mi escultura. Siempre he querido eso, la interacción con el público. La van a poder tocar, recorrer. Lo único que pido es que no me la rayen”.
En estos 20 años, la Comisión Antúnez ha instalado cerca de 200 obras de arte en todo Chile, escogidas por un jurado que, según la Ley 17.236, está integrado por el director nacional de Arquitectura del MOP, el director del Seremi donde se emplace la obra, el director del Museo de Bellas Artes, un representante de la Asociación de Escultores y otro de la Sociedad de Bellas Artes. “Buscamos democratizar el acceso a la cultura, haciendo llegar obras de arte a distintas comunidades de Chile que necesitan de emblemas distintivos”, señala el ministro Alberto Undurraga.
La iniciativa se inspiró en la experiencia francesa y en 2009 se instruyó en Chile que se destinará un 0,5% del costo de las obras de infraestructura concesionadas a instalar una pieza de arte, con un tope de 20 mil UF. Desde entonces los recursos se dispararon. “Cuando empezamos, los montos eran de 20 o 30 millones de pesos. Ahora, la de Assler tuvo un presupuesto de $ 114 millones. Eso nos permite hacer obras de más envergadura, con más repercusión”, explica Alicia Alarcón, jefa del Departamento de Obra y Arte del MOP.
Assler es parte del grupo de Premios Nacionales a quienes se les ha encargado obras, como Eugenio Dittborn y José Balmes, con trabajos en el aeropuerto de Arica y Santiago respectivamente, o Sergio Castillo, que tiene una escultura en la entrada del edificio MOP en Copiapó. Sin embargo, el resto de los proyectos funciona por concurso público, como la instalación de esculturas de colores, de Cristián Salineros, en el Edificio Consistorial de Pichidegua; los 24 bloques de granito de Marcela Correa en Tarapacá, o las diez figuras humanas de Carlos Fernández, que desde 2000 flotan en la Laguna Lo Galindo en Talcahuano. “Las obras siempre generan debate, reflexión. Se aparecen frente a los ojos y te cuestionan. Siempre hemos sentido que esa es la mejor razón para que existan, porque así el arte llega a todo el mundo y de una forma más espontánea, menos esperada”, afirma Alicia Alarcón.