Columna El Observador Urbano: Santiago tiene que crecer
Por Miguel Laborde, El Mercurio.
Ahora fue Edwards Blakely, el renombrado gestor de la reconstrucción de Nueva Orleans, el que de visita en Chile lo dijo, algo desconcertado entre los aludes del norte y las erupciones del sur: nuestra capital necesita densificarse.
Nadie lo discute. Cuando una ciudad tiene logros, atrae población. Sus empleos, sus centros de salud y educación, su vida cultural y espectáculos, su gastronomía o sus espacios para deportes, todo suma y al final atrae nuevos pobladores, sea de otras regiones o de otros países, como lo vemos en Italia, Estados Unidos o aquí en Chile.
El tema es otro. Es el cómo. Tal como ocurrió en Castro. La engañosa pregunta se formuló allá como si se tratara de instalar o no un mall en esa ciudad, y la población, por supuesto, estuvo a favor. La pregunta honesta debió ser otra, más ligada a qué clase de mall , de qué modo construirlo y dónde ubicarlo. O sea, el “cómo”.
Con la densificación pasa lo mismo. Hay muchas formas de hacerla. Tenemos expertos abogando por la necesidad de mejorar y diversificar los tipos -Rodrigo Pérez de Arce, Geraldine Herrmann…- sin resultado. Hay modelos para elegir, incluso muy recientes, como los que ofrece Berlín, ciudad que -en la enfervorizada atmósfera luego de la caída del muro- fue azotada por una densidad de torres que, poco después, comenzó a ser controlada dando paso a la creación de edificios medios capaces de dialogar con torres y también con viviendas bajas.
Los intentos en Santiago en las décadas anteriores han quedado aislados, como en un museo abierto. Es el caso de la Diagonal Paraguay, que, empalmando con otras, uniría con rapidez la Alameda con Ñuñoa, mediante una avenida bulevar y edificios de altura media como los que apenas se levantaron en sus dos primeras cuadras, entre la propia Alameda y Lira.
No hay muchos alicientes a la innovación. Revistas y premios se concentran de preferencia en la arquitectura de casas, tema cada vez más minoritario, sin alentar el tema de los edificios y bloques medianos que, como se ha demostrado matemáticamente, en tramas adecuadas permiten densificar tanto como las torres altas y sin sus inconvenientes.
No es que en las municipalidades falten profesionales. El problema es la legislación que prácticamente bloquea la posibilidad de dar respuestas diferentes. Se mantienen las normas basadas en rasantes, en coeficientes de uso de suelo, las que nacieron hace casi un siglo y, con el avanzar de la centuria pasada, fueron borradas en la mayoría de los países.
Capaces de tragarse barrios enteros, de sumir en frías sombras las casas más resilientes, de generar alta congestión, han ido dando paso a una cultura alternativa, menos genérica, más de caso a caso.
Sin ir más lejos, Santiago, Providencia y Las Condes corresponden a diferentes culturas urbanísticas y no hay “modelo” que sirva para las tres. Requieren respuestas apropiadas a sus tipologías, al margen de que, como es lógico, haya una autoridad coordinadora superior.
ObsoletasSe mantienen las normas basadas en rasantes y coeficientes de uso de suelo, que fueron borradas en la mayoría de los países.