Museo Ferroviario recupera su casona patrimonial
La nueva museografía y la biblioteca estarán listas en 2016, para ampliar así la exhibición que hoy presenta 16 locomotoras históricas en la Quinta Normal.
La llamada “era del vapor” tuvo su momento culminante hace un siglo. En 1913 el país quedó conectado finalmente desde Iquique hasta Puerto Montt, incluida la Isla Grande de Chiloé, por un moderno sistema de vías de ferrocarril. “Pero ese gran período comenzó a declinar con el transporte por carretera, que era más flexible, hasta que en 1979 Ferrocarriles dejó de recibir aportes del Estado. La era del vapor llegó a su fin”, dice Marco Sandoval, especialista del Museo Ferroviario de la Quinta Normal.
Los aficionados a los trenes, eso sí, no declinan, y los 117 mil visitantes que tuvo el museo en 2014 confirman el potencial de una de las muestras permanentes más interesantes de la capital. Son 16 locomotoras de entre 1893 y 1952 declaradas Monumento Histórico, y cuatro coches de época, incluido el presidencial de 1911, que utilizaron Arturo Alessandri y Carlos Ibáñez del Campo.
Estas piezas están en los jardines de la Quinta Normal y son su principal atractivo, pero el Museo Ferroviario dará este año un paso más con el rescate arquitectónico que se realizó en su gran casona, dañada por el paso del tiempo y el terremoto.
El proyecto, gestionado por la Fundación Procultura y que involucró a la Municipalidad de Santiago -dueña del inmueble-, tuvo financiamiento del Fondo del Patrimonio por $243 millones. Las obras estuvieron a cargo del Centro Crea y fueron dirigidas en terreno por el restaurador de arquitectura italiano Walter Bee.
“La casa de adobe estaba sumamente deteriorada. En algunos muros se podía ver el exterior. Eso fue efecto del terremoto, pero también hubo un gran descuido en la mantención, con problemas de filtración de aguas”, señala el especialista. “Lo que hicimos fue devolverle su naturaleza estructural, con sus materialidades recuperadas y la impresionante luz que ganó. Este es uno de esos edificios que normalmente no se concibe ni se vive como una pieza patrimonial. Lo hemos tratado tal cual”, agrega Bee.
Potencial insospechado
Fue construida en la década de 1920. Tiene dos plantas y un total de 500 m {+2} . En su primer piso se instalarán las salas de exhibiciones de piezas menores (un centenar de engranajes, planos y objetos ferroviarios), ampliando así la museografía desde el parque a una casa que luce en su fachada un vistoso letrero con la leyenda “Estación”.
La planta superior, en tanto, tendrá una sala de conferencias para cien personas, y una biblioteca especializada, dotada de mil libros sobre transportes, complementada con documentos, archivos y revistas de la Cepal y de la Asociación de Conservación del Patrimonio Ferroviario. “Será un espacio dedicado a los investigadores y a los aficionados a la era del vapor”, dice Sandoval.
Antes de que finalice el semestre, la municipalidad entregará la casa a la Corporación Privada para la Divulgación de la Ciencia y la Tecnología, que administra el museo desde 1984, dirigido actualmente por Rafael Barriga Blanco. “Queremos que la corporación se fortalezca no solo en su infraestructura, sino también en su gestión. Vamos a proponer una alianza con EFE para que ellos se involucren y participen. Este es un museo familiar que la gente quiere mucho”, señala la alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá.
“La recuperación y puesta en valor del patrimonio industrial en Chile tiene una gran connotación cultural. El Museo Ferroviario es un fiel reflejo de esta realidad”, dice Ilonka Csillag, presidenta de Procultura. “Esta es la recuperación de una historia iniciada con William Wheelright, que en 1851 construyó el primer ferrocarril de Chile. Ese tren recorrió nuestro territorio dando paso a la conectividad extraordinaria, que hoy, probablemente, los chilenos anhelan”, cierra.