Religiosos lamentan el continuo maltrato que sufre el Templo de la Gratitud Nacional
Por Pamela Gutiérrez, El Mercurio.
Las manifestaciones de los últimos años y los malos hábitos de los peatones son el principal problema:
Debido al ataque persistente de vándalos ya no se ocupan los velatorios, y el lado sur del templo es usado como urinario.
El sábado por la mañana, 48 horas después de la marcha estudiantil que derivó en graves disturbios, la esquina de Cumming con Alameda aún olía a humo y a bombas lacrimógenas. Mientras los trabajadores barrían una estela de vidrios molidos en una ferretería, el Templo de la Gratitud Nacional tenía abiertas sus puertas de metal. Las de madera, que tenían varios decenios, nunca se repusieron desde el ataque de un grupo de vándalos en agosto de 2011.
Por dentro, la vista a los vitrales es demoledora: santo Domingo Savio, san Alberto Hurtado, san Francisco de Sales y el arcángel Gabriel, por nombrar algunos, fueron destrozados a peñascazos. Solo se salvó el vitral de Santa Teresa de Los Andes. En una bodega de la sacristía están guardados los adoquines arrancados de la calle y que fueron usados como proyectiles en contra del templo.
El velatorio del costado sur no se ocupa desde la “Revolución Pingüina de 2006”. El sábado 23 de mayo, ante un ataque con bombas incendiarias, las autoridades del templo decidieron instalar una tranca. Gracias a esto los delincuentes no lograron ingresar a la iglesia el jueves.
Allí no solo están las huellas de los ataques; también un fuerte olor a orina. “La muralla sur del templo y esta esquina son usadas como urinario por los clientes de los bares de este sector. Tenemos que echar agua con criolina todos los días”, dice con pesar el sacristán Osvaldo Negrete.
El velatorio del costado norte también está cerrado. “Hemos tenido que asegurar esas entradas con bancos y trancas, pero eso tiene un tiempo límite. Es madera que se ha ido deteriorando con la agresión”, cuenta el padre Juan Bustamante, director del Colegio Salesianos Alameda, que está al lado del templo.
Agrega que “es un desconocimiento cultural y una falta de respeto religioso permanente, que ha hecho que esta esquina sufra agresiones de todo tipo. Permanentemente está rayada la iglesia con groserías; gente que hace sus necesidades biológicas en las puertas y con las marchas está siendo agredida al máximo con bombas incendiarias”.
El sacerdote asegura que las nuevas generaciones desconocen el valor histórico del templo de 132 años, donde estuvieron enterrados los Héroes de La Concepción. En el lugar estuvo el Asilo de la Patria, que atendía a los niños huérfanos de la Guerra del Pacífico. En cuanto a las reparaciones, “tenemos que esperar tres meses para que nos autoricen a hacer algo. Eso fue lo que nos dijeron, porque se trata de un edificio patrimonial”.
El presidente del Área de Educación de la Conferencia Episcopal, obispo salesiano Héctor Vargas, acusa que es “inexplicable el silencio de las autoridades ante tal vandalismo contra un templo que es monumento histórico; un atentado a los fieles y a la comunidad”.