Columna El Observador Urbano: Cuando la ciudad es de otros
Por Miguel Laborde, El Mercurio.
hacia un Santiago de calidad mundial
Uno se sorprende cuando en estudios urbanos de Estados Unidos se describe a las ciudades de América Latina como una suerte de réplicas modernas de las precolombinas. Templos grandiosos, palacios riquísimos, y a su alrededor un manto de pobreza controlada por hombres armados.
Parece una caricatura simplona y hollywoodense, pero cuando uno revisa las imágenes captadas desde el aire por el fotógrafo Guy Wenborne, en sus libros, uno debe reconocer que esa visión no está lejos de la realidad. Es lo que se ve, por ejemplo, en Valparaíso: fuera del núcleo colorido de los cerros Alegre, Concepción, Cordillera, se extiende una masa neutra e incolora. La dolorosa desigualdad de las viviendas se ve desde el aire. Como se ha dicho repetidas veces, ella corroe la confianza en la democracia.
Tal como en todo país que se empina sobre los 10 mil dólares anuales per cápita, las expectativas se disparan y los grupos emergentes se empoderan y aumentan sus demandas. Luego de vislumbrar una vida más cómoda y descubrir que se puede, quieren más.
Reaccionan, como ahora en Chile, cuando la economía se desacelera. Se sentían cerca de la meta, y en lugar del triunfo, la realidad los golpea de una manera que aparece como tramposa. Pareciera que a pesar de logros personales (la vivienda propia, el auto…), están fuera de los del país. Sus ingresos están lejos del promedio PIB per cápita.
Pueden resentir que su nuevo barrio sea periférico y obliga a horas de Transantiago, que la seguridad ahí es baja e inquietante, o que las áreas verdes más cercanas están lejos y consumen horas del fin de semana… o que sus vecinos no son como los del barrio viejo.
Por otra parte, hay una saturación de novedades en el mercado. Lo adquirido hay que renovarlo pronto, ahora y ya, olvidada la cultura de construir el futuro con un esfuerzo de orden sistemático. En el imaginario actual, el futuro no existe.
Han perdido fuerza, paralelamente, la formación religiosa y la educación ciudadana, las que promovían valores de respeto y contención. Hasta la familia se ha debilitado en este rol, entregando a los colegios esa responsabilidad. En todos esos ámbitos había algo muy presente: la noción de justicia. En este mundo y en otro se esperaba un premio o un castigo.
Cuando los actos de corrupción, las colusiones y las evasiones debilitan esa percepción que es básica para la convivencia y el orden social, la segregación urbana es como la gota que rebasa el vaso. El vivir en áreas deterioradas, marginales, duplica la sensación de estar excluido, fuera de la ciudad y de sus avances.
La Política Nacional de Desarrollo Urbano recientemente elaborada incluyó, entre sus propuestas estructurales, la integración urbana; ¿por qué esta reforma no está más arriba en la agenda, con lo urgente que es?
Los barrios mixtos, de familias vulnerables, emergentes y de clase media, con estándares de viviendas y equipamiento que asociamos a esta última, son un ejemplo de hace unos diez años. Pero todavía son algo puntual y acotado, cuando según los expertos debiera ser la norma.
DesafíoLa Política Nacional de Desarrollo Urbano incluyó entre sus propuestas la integración urbana. ¿Por qué esta reforma no está más arriba en la agenda, con lo urgente que es?