René Cortázar: “No basta con navegar lento, hay que hacer un golpe de timón”
Para implementar reformas estructurales y duraderas se requieren consensos técnicos y políticos como los que se construyeron desde 1990 en adelante, dice el ex ministro René Cortázar. “El crecimiento ha estado subvalorado”, acusa. De regreso a la discusión pública, Cortázar respalda al ministro de Hacienda y enumera sus críticas a la reforma laboral.
En una hora de conversación, René Cortázar aludió 16 veces a lo realizado en Chile en los últimos 25 años. Positivamente. Recuperando el pasado. Ingeniero comercial de 63 años, hoy investigador de Cieplan y director de empresas como Canal 13, Moneda Asset Management e Inversiones La Construcción, Cortázar tuvo roles protagónicos en dos décadas de gobiernos concertacionistas. Fue ministro del Trabajo de Patricio Aylwin, director ejecutivo de TVN con Eduardo Frei y ministro de Transportes de Michelle Bachelet. Cortázar es tributario y defensor de un pasado con el que, acusa, hoy se pretende romper. Su reivindicación mira el presente con recelo. Si desde 1990, dice, los gobiernos mayoritarios intentaron gobernar con acuerdos técnicos y políticos, hoy se pretende sin más imponer una mayoría. Si antes se tuvo en cuenta el crecimiento económico como base prioritaria, hoy se privilegia la igualdad.
En su primera entrevista política en un lustro, Cortázar se ampara en su última experiencia en el aparato estatal para extraer lecciones. Las resumió en un libro publicado bajo un programa de Cieplan y la Universidad de Talca. Se llama Transantiago: 10 claves para enfrentar crisis. En él, Cortázar recuerda cuando Michelle Bachelet le ofreció su último ministerio, el sábado 24 de marzo de 2007, un mes después de la debacle de “la peor política pública de los gobiernos de la Concertación”, como dice su texto. “Más allá de su sonrisa amable, reflejaba en su cara y sus palabras su angustia frente a una crisis que afectaba a más de cinco millones de personas y que tenía conmovido al país”. Cortázar -que asesora hoy a los senadores DC, su partido, en la reforma laboral- escribe en su libro varias recetas que recomienda. A saber, orientar expectativas; negociar, negociar y negociar; fijar prioridades; aplicar reformas graduales. Aquí desarrolla los paralelos.
¿Qué lecciones del Transantiago son aplicables a reformas estructurales como las que se impulsan hoy?
El tema central detrás del éxito o no de una reforma tiene que ver con hacer un buen diseño y con la capacidad de construir consensos técnicos y políticos amplios. Transantiago se construyó básicamente por la vía administrativa y no se crearon esos consensos previamente. Las políticas más exitosas de reformas profundas, la Reforma Procesal Penal o la misma reforma previsional de la Presidenta Bachelet en su primer gobierno descansaron sobre acuerdos técnicos y políticos amplios. Cuando uno hace reformas muy profundas, estructurales, y quiere que tengan estabilidad en el tiempo, este es el camino a seguir. Y eso se ha dado en muchas otras reformas en los últimos 25 años.
En su libro usted también habla de reformas graduales. El término se puso de moda. ¿Hoy no hay gradualidad?
Ha habido insuficiente gradualidad en algunos aspectos, pero el tema central es lo otro: uno puede tener una reforma que se haga gradualmente, pero si no descansa sobre acuerdos políticos y técnicos muy amplios no va a ser exitosa.
¿Y las reformas en discusión adolecen de falta de consenso técnico y político?
No cabe duda. Mire la reforma laboral actual. Se hizo primero buscando un entendimiento sólo con la CUT, no se hizo buscando un acuerdo social que abarcara a los distintos sectores. Y cuando se está tramitando se busca que el acuerdo sea al interior de la Nueva Mayoría, no con todos los sectores políticos. En vez de orientar la reforma en torno a un interés común de la sociedad, trabajadores y empresarios, gobierno y oposición, se orienta a responder a una parte de la sociedad, en este caso, las centrales sindicales y la Nueva Mayoría.
Usted fue invitado a participar en la elaboración del programa. ¿Hoy discrepa con el programa o con la implementación?
Yo participé efectivamente y di mi opinión, pero mi opinión no fue la dominante, sin duda.
¿En qué aspectos tenía divergencias?
En dos aspectos fundamentales. Uno: la importancia del crecimiento y el desarrollo. A mí me parece que el crecimiento ha estado subvalorado. No cabe duda que el menor crecimiento que tenemos hoy tiene elementos cíclicos de la economía, pero también parte del bajo crecimiento es consecuencia del diseño específico de las reformas. Se le dio una enorme importancia a la igualdad, lo cual está muy bien, pero se ha descuidado la importancia del crecimiento al diseñar la reforma tributaria, la laboral, la educacional y lo que se está anticipando sobre los aspectos constitucionales. El segundo aspecto tiene que ver con lo que mencionaba antes: cuanto más profundas son las reformas y más estables son los cambios que se quieren hacer, se tiene que intentar construir en torno al interés común de la sociedad y eso supone convocar distintos sectores sociales y políticos. Y estos dos aspectos no son los que han primado y ahí está la debilidad de lo que se ha hecho.
Pero cuando se gana una elección con el 62%, ¿no representa ello a una mayoría?
Naturalmente, hay un normal y legítimo juego de mayorías y minorías, pero lo importante es intentar seriamente construir soluciones que respondan al interés común. Después de períodos muy largos de péndulos, la sociedad chilena a partir de 1990 decidió construir un proyecto nacional compartido.
El poder en la sociedad democrática no se restringe sólo al Ejecutivo y al Legislativo. Las personas tienen poder cuando opinan a través de los medios de comunicación, en las redes sociales, cuando actúan como consumidores y como inversionistas. Y deben ser consideradas. Corea del Sur en 1965 era menos de la mitad que nosotros; hoy día es más que el doble. Corea tuvo un proyecto colectivo como país. Y nosotros a partir del 90 hicimos un esfuerzo real por construir un proyecto colectivo de país.
¿Eso se abandonó en este gobierno?
Se perdió este sentido de construir en torno a un interés general y se dio énfasis al concepto de hacer pesar la mayoría política y de ese modo resolver los temas en democracia. No digo que la mayoría política no tenga legitimidad para resolver los problemas cuando no hay acuerdo; pero sí antes de ejercerla hay que hacer un intento real de construir acuerdos.
¿El programa no representa el interés común de la sociedad?
En una sociedad diversa, nunca las ideas de un conglomerado político pueden recoger la visión de toda la sociedad. Esa sería una pretensión autoritaria. Al momento de gobernar hay que hacer un intento por representar a todos.
¿Cuáles son los errores centrales de este primer año de gobierno?
El primero, abandonar la prioridad en el crecimiento y concentrarse casi exclusivamente en el tema de la igualdad. Y el segundo es que se ha perdido capacidad para sumar. El año 90, Chile era el sexto en América Latina en términos de ingreso por persona, y 25 años después pasamos al primer lugar. ¿Por qué? Porque hubo un giro en la política. Y el giro fue la capacidad de integrar sectores sociales y políticos en torno a un interés común.
¿Por qué no hay hoy capacidad de sumar?
Creo que hubo una reacción a esos 25 años. Y si en esos 25 años se enfatizó enormemente el crecimiento y la igualdad, ahora se ha enfatizado sólo la igualdad. Y si se enfatizaban los grandes acuerdos, ahora se ejerce la mayoría.
Es la reedición del enfrentamiento entre autoflagelantes y autocomplacientes…
Yo digo simplemente que hubo un giro y se está probando una solución distinta. Cuando uno habla de crecimiento no es solamente una cuestión económica. La pobreza en Chile entre el año 90 y el 2015 bajó a la quinta parte; el 70% de la reducción de la pobreza se debió al crecimiento. Los gastos en educación, salud y vivienda se han multiplicado por dos, tres y cuatro veces. El 80% de los recursos para esos gastos proviene de mayor crecimiento; el otro 20% proviene de cambios en las tasas tributarias. Cuando uno crece al 5%, como se creció durante los gobiernos de la Concertación, el ingreso de las personas se duplica en menos de 20 años. Si uno llegara a crecer al 2%, se duplica en más de 60 años. El salario mínimo era en 1990 de $ 85 mil en dinero actual: hoy es $ 240 mil. Si hubiéramos crecido al 2% en vez del 5%, no sería más de $ 120 mil.
¿Le parece que el gobierno esté rectificando tras el cambio de gabinete?
Yo noto una voluntad en el ministro de Hacienda, sin duda, en términos de incorporar el tema del crecimiento. Es claro. Cuánto ello sea una posición general del gobierno, no lo sé. Hasta el momento lo que se ha transformado en una posición de gobierno es lo que planteó la Presidenta sobre realismo. El realismo se ha entendido como la gradualidad, y la gradualidad es positiva, porque es navegar más lento. Pero aquí no basta con navegar más lento, aquí lo que hay que hacer es un golpe de timón. Y el golpe de timón supone volver a poner el crecimiento en el centro. Y yo no tengo duda que el ministro de Hacienda está en esa posición.
Valdés tiene la voluntad, ¿tendrá el poder para imponer sus términos?
El futuro lo dirá.
En su libro habla de la importancia de elegir buenos equipos. ¿El primer gabinete era el adecuado?
No quiero hacer análisis político detallado del primer año, no es el tema de discusión hoy día, pero sí me parece que la incorporación tanto del ministro Valdés como de Burgos fue una incorporación que el país en su conjunto entendió como muy positiva.
Usted participó en el primer gobierno de Bachelet. ¿Qué diferencias ve en sus dos administraciones?
En el primero había un énfasis en el crecimiento muy superior y una búsqueda de acuerdos sociales y políticos amplios. Mire la reforma previsional que hizo la Presidenta Bachelet.
¿Y por qué cree que ella cambió su estrategia?
No aventuraría opinión
¿Usted ha hablado con ella?
No después de que ha sido electa.
En el Transantiago hubo un problema de expectativas. ¿El mayor problema de expectativas hoy es el cambio en la Constitución?
Se mantiene la incertidumbre respecto de la Constitución. Llevamos 18 meses y todavía no sabemos qué se va a cambiar, ni cómo se va a cambiar, ni cuándo se va a cambiar. Si uno quiere salir de la crisis, es central orientar las expectativas, dar certezas, no mantener la incertidumbre abierta.
¿Qué debería precisar el gobierno sobre la Constitución?
Cuando uno está en una situación de incertidumbre importante en un país -y esta es la ley fundamental de la República-, uno no debe decir: “Voy a cambiar cosas muy importantes, pero no voy a decir cuáles son”. Uno tiene que señalar cuáles son las cosas que pretende cambiar y las que pretende dejar. Ninguna sociedad se puede parar sólo sobre el cambio, y ninguna sociedad, a no ser que se quiera poner esclerótica, se puede parar sólo sobre la continuidad. Por lo tanto, al anunciar la reforma constitucional, se debió haber sido muy claro y explícito -y todavía hay tiempo para ello, me parece-, sobre qué se quiere cambiar y qué no se quiere cambiar, cómo se hará y cuándo se hará. Y si no, lo que ocurre es que quedan abiertas las expectativas.
¿Pero no es legítimo que la sociedad, en procedimientos participativos, resuelva los cambios que hay que hacer y no que los defina antes el gobierno?
Me parece que la participación ciudadana, que es muy importante, y la participación del Parlamento, que es muy importante, no eximen al gobierno de señalar qué es lo que quiere hacer y el contenido del proyecto. Los proyectos no se deciden en una asamblea: los proyectos los propone el gobierno y luego se discuten en el Congreso y se corrigen, y luego se discuten con la participación social y se perfeccionan.
El gobierno no ha definido lo que pretende en una nueva Constitución…
Es que si se quiere seriamente reducir la incertidumbre y recuperar el crecimiento no se puede mantener en la nebulosa la ley fundamental de la República.
¿Le parece que hay improvisación?
No quiero entrar en calificaciones generales, prefiero hablar de los temas específicos. Yo soy parte de la Nueva Mayoría y quiero ver cómo corregir los problemas para que el país salga adelante.
¿La Nueva Mayoría tiene futuro?
Depende de lo que se haga. La gran diferencia entre la Nueva Mayoría y la Concertación no está sólo por el ingreso del Partido Comunista, que es el único partido significativo que ingresó y que representa menos del 5%. Eso sería la cola moviendo al perro. La diferencia entre ambos tiene que ver con la estrategia. Si la Nueva Mayoría se va a proyectar positivamente hacia adelante, tiene que recuperar la importancia del crecimiento y su capacidad de sumar.
¿Por qué la DC está tan debilitada?
Sólo un 40% de los chilenos se identifica con la Nueva Mayoría o la Alianza. Ese es un dato. Hay un 60% que no se identifica con ninguno. Esto tiene que ver con la clase media. Como resultado de estos 25 años y la explosión en la educación superior, hay otro tipo de ciudadano que no tiene una identidad fuerte de clase, partidaria, y hay que empezar a hablarles a ellos. Es gente que quiere que a sus hijos les pongan los patines y no que se los saquen, que cree y confía en Chile cuando se juega para el equipo completo. La DC, por su historia, su doctrina, su pensamiento, puede hacer una contribución decisiva al golpe de timón que necesita la Nueva Mayoría hacia adelante si quiere tener éxito.
Reforma laboral
¿Cómo se manifiesta la tensión entre crecimiento e igualdad en la reforma laboral en curso?
Si sólo estoy mirando la igualdad, puede que el tema que hoy se está discutiendo sobre los reemplazos internos de trabajadores en una huelga no sea un tema tan central, pero sí tendría un efecto muy significativo sobre el crecimiento. La primera pregunta que uno se hace es qué tienen los países desarrollados que lograron crecer. Y la respuesta es simple: todos tienen reemplazo interno. Japón, Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra, Canadá, todos. Por lo tanto, si uno anda preocupado del crecimiento, probablemente convendría tener una institución como aquella que es compatible con los países que logran un alto crecimiento. Si uno mira esta misma discusión sólo desde el tema de la igualdad, uno no entra en ese debate. La palabra crecimiento casi no se menciona.
¿La reforma laboral será el gran test del ministro Valdés?
No me gusta opinar en esos términos. Sí quiero decir algo que creo fundamental: cuando se hacen las reformas laborales es muy difícil deshacerlas. Y, por lo tanto, los errores quedan. Es crucial que lo que se haga, se haga bien, y eso supone recoger un aspecto muy positivo de la reforma, el de ampliación de materias de negociación, que es un verdadero golpe de timón a la legislación laboral chilena. Cuando se amplían las materias a negociar se abre una cancha inmensa que no existía. En Chile, las negociaciones colectivas son sobre salarios y eso es básicamente confrontacional: uno quiere más y otro quiere menos. Pero cuando se amplía a las condiciones de trabajo, se abre la posibilidad de organizar descanso, jornadas, vacaciones y los intereses del empleador y del trabajador comienzan a coincidir. Por ejemplo, en el comercio la semana previa a Navidad los trabajadores, de acuerdo al Código, no pueden trabajar más de nueve horas. Quisieran trabajar más porque ganan comisiones. El empleador quisiera también que trabajaran más de nueve horas esa semana, porque ellos son los más calificados y así evitan buscar reemplazantes. Ambos están de acuerdo, pero la ley se los prohíbe. Con este proyecto, la ley lo permitiría. Esto ya lo intentó Ricardo Lagos en su gobierno y no tuvo los votos.
¿Qué problemas tiene la reforma propuesta?
El proyecto aprobado en la Cámara tiene al menos cuatro problemas. El primero, el reemplazo interno, que no se resuelve regulando los servicios esenciales o mínimos. Está en todo el mundo desarrollado y es completamente compatible con la huelga efectiva.
¿Y el reemplazo externo?
Es un dato de la causa que en Chile el reemplazo externo se va a eliminar y lo que está en la discusión hoy es la idea del reemplazo interno. Este es un aspecto central que del proyecto de la Cámara debiera ser modificado.
Segundo tema: el proyecto dice que extender los beneficios de un contrato colectivo al resto de los trabajadores debe requerir la autorización del sindicato. Si no lo da, puedo tener dos cajeros, con la misma productividad y educación, uno ganando 100 y otro ganando 80. Eso atenta contra la igualdad y contra la gestión de la empresa.
El tercer aspecto tiene que ver con la titularidad sindical. Para que el sindicato tenga el monopolio de negociación en la empresa es importante que tenga un mínimo de representatividad. Como está la ley, con un 10% de trabajadores sindicalizados, nadie más puede negociar en la empresa. Y un aspecto adicional que no es menor es que no hay que generar sistemas artificiales de negociación obligatoria para trabajadores eventuales o de faena. Para ellos hay que mantener lo que existe hoy: la libertad para negociar por acuerdo entre las partes.
Si el proyecto se aprueba como está y no se corrige esto, ¿qué efecto tendrá?
El efecto más grande es el del reemplazo interno. Durante los últimos 25 años tuvimos varias huelgas en el Metro, donde los conductores que paraban eran 200 trabajadores, pero como había reemplazo interno, la ciudad no paraba. Si se aplica esta ley tal como está hoy día, la ciudad de Santiago para.
Todos han puesto el ejemplo extremo de Metro…
Pero llevémoslo a cualquier otra actividad. Si hay una actividad en una empresa donde hay un sindicato que tiene el 10% de los trabajadores y consigue parar la empresa, ¿es normal que no haya proporcionalidad, una palabra que usa mucho el ministro de Hacienda, y que pare la empresa en su conjunto, porque nadie puede cumplir sus funciones?
¿Y en industrias con altos niveles de sindicalización?
Paran las empresas. Pero es proporcional, porque no hay con quién reemplazar. Si en una empresa los sindicatos hacen su tarea al punto de tener el 95% de los trabajadores afiliados, esa empresa se va a detener naturalmente, porque hay proporcionalidad. Si el problema es cuando no la hay; cuando para el 5% de los trabajadores y para la empresa.
¿Ve ánimo de cambio en el Senado?
Veo que hay la voluntad expresada por muchos senadores, de diversos partidos de la Nueva Mayoría, de hacer las adecuaciones en la línea de mantener sus aspectos positivos y corregir los problemas que tiene.