Opinión: Valparaíso patrimonial y la “clase creativa”
Uno de los problemas endémicos de Valparaíso dice relación con su desarrollo como ciudad. Las discusiones sobre el Terminal 2, sobre la construcción del mall en el sector Barón y, en general, sobre el acceso al mar -más actuales que nunca- lo demuestran. El problema es complejo, porque el desarrollo urbano, social y patrimonial están inextricablemente conectados al desarrollo económico de Valparaíso.
Sin robustez económica el desarrollo general del puerto, y aquello que distingue a la ciudad, su geografía y su riqueza histórico-patrimonial, se exponen gravemente al estancamiento y, peor, a la decadencia. Si se toman como variables de medición el estado de barrios y de edificios patrimoniales, basta sólo una mirada a los sectores de Avenida Argentina y Pedro Montt, pero también a la muy venida a menos Esmeralda. El patrimonio arquitectónico se cae a pedazos ahí.
El repoblamiento del plan y de algunos cerros, es decir, su re densificación es, por lo mismo, una tarea urgente. En la medida en que se logre hacer atractiva la ciudad se instalarán en ella masa crítica y la así llamada “clase creativa”. Y ello traerá consigo una serie de beneficios para la ciudad como la puesta en valor de barrios y sectores venidos a menos, así como el hecho de que dejarán parte importante de sus ingresos en la ciudad, activando así su economía. En esta dirección apunta un proyecto de CORFO denominado “Valparaíso, ciudad creativa”, que busca precisamente fortalecer la industria creativa en el puerto. Habrá que ver si la iniciativa trae frutos, ojalá lo haga.
Hacer de Valparaíso una ciudad atractiva para la masa crítica y la “clase creativa” se podría lograr, en primer lugar, a través de un subsidio a la renovación y recuperación de edificaciones patrimoniales. Barrios amables, sin duda, atraen a los “creativos”. En segundo lugar, la ciudad debería evaluar la instalación en Valparaíso de algún museo emblemático -así como lo hizo Bilbao con el Guggenheim- o al menos promover la instalación de institutos de investigación de nivel alto -a través de convenios nacionales o internacionales-, como el Instituto de Neurociencias de la Universidad de Valparaíso en el Barrio Puerto. En tercer lugar, debería implementar un plan integral de mejoramiento de calidad de vida -en una ciudad azotada por los perros vagos, la basura, los rayados y la contaminación acústica proveniente especialmente de los microbuses- para hacer a Valparaíso atractivo para las masas críticas y la “clase creativa” y, en consecuencia, mejorar la calidad de vida de toda la población porteña.