Columna El Observador Urbano: “El ciclista en la selva de cemento”
Por Miguel Laborde, El Mercurio.
Hacia un Santiago de calidad mundial
El cuerpo es un nuevo protagonista en la ciudad. En bicicleta, al trote o caminando, los ciudadanos (y las ciudadanas…) aceptan la naturalidad de la transpiración, luego de décadas en que la piel oscurecida por el sol o el sudor eran signos que delataban al trabajador manual, obrero o campesino. Frente a esa cultura, de la piel clara y seca, las actuales tendencias nos traen toda la corporalidad -piel, músculos y huesos- de vuelta a la civilización.
Los restaurantes han sido obligados a ponerse en línea. Si antes eran un espacio de placer sin restricciones, ahora tienen que someterse a las duras normas de la ciencia médica: áreas de no fumar, sin sal en las mesas y disminución del azúcar.
La ventaja es ver generaciones más saludables. Es cierto que en los grupos sociales vulnerables, donde la desnutrición de hace medio siglo dio paso a la obesidad por chatarra -ahora tenemos ciudades enteras con sobrepeso-, todavía no entra esa cultura, pero hay un porcentaje creciente de la población escolar que ya está trabajando su cuerpo.
No tendríamos éxitos deportivos si no fuera por ese segmento. País de población escasa, con un 40% de pobreza (hace treinta años), era virtualmente imposible obtener triunfos en pruebas de equipos. La toma de conciencia del cuerpo, que también se expresa en el aumento de los gimnasios por todos los barrios, e incluso en las actividades afuera de la ciudad (parapente, trekking , senderismo), junto a las dietas más balanceadas, están mejorando la condición física del chileno en las calles.
La misma bicicleta es un símbolo de la ciudad nueva, alternativa lógica frente al masivo transporte público, el que es imprescindible y eficiente pero no deja margen a la aventura individual. El ciclista tiene esa ventaja, ser libre como los primeros automovilistas, los que pusieron fin a la dictadura de los rieles de tranvías y trenes. En nuestra ciudad, la bicicleta es un grito de independencia y permite alejarse de las rutas del Transantiago.
Se acerca la primavera, el fin de las lluvias: ¿Seguirán aumentando estos vehículos, más y más, obligando a sumar nuevas ciclovías? Es difícil imaginar la ciudad de cincuenta años más. Si los ilustradores dibujaban helicópteros personales y trenes elevados como escenario de la urbe futurista, tal vez el fenómeno sea el opuesto, y el escenario urbano de mañana sea harto menos artificial.
La nueva modernidad, en muchos aspectos, avanza hacia atrás; es el retorno a la naturaleza. Surge una generación que goza de la tracción humana, de sentir los músculos, respirar un aire fresco, gozar la brisa en la cara… A veces no es fácil la convivencia, porque los vehículos motorizados deben estar atentos a sus desplazamientos -ahora 1,5 metros mínimo con la nueva ley-, pero todo indica que no se trata de una moda pasajera, que la cultura de la convivencia -peatones incluidos- será ahora más compleja.
CambioSurge una generación que goza de la tracción humana, de sentir los músculos.