El terremoto de noche: las largas jornadas de vigilia en Coquimbo
Por Víctor Rivera, La Tercera.
Muchos vecinos de los sectores afectados se reúnen en las horas de oscuridad para resguardar sus hogares de posibles saqueos.
La Costanera de Coquimbo es, sin duda, la zona más afectada por el terremoto que sacudió a la IV Región. Pero la ciudad ya se levanta. Y se ordena. En el día, los vecinos limpian y mueven los escombros que dejó la catástrofe. En la tarde, descansan. Y por la noche, cambian las palas por linternas, y la mirada triste y amable por una de mayor desconfianza y angustia hacia los desconocidos.
Pasadas las 20 horas no reciben a cualquiera. En cada casa dañada por el tsunami, una familia entera resguarda su morada. Para el frío, una fogata. Y para el sueño, un café. Esa es la escena que, según lo comprobó un recorrido nocturno efectuado por La Tercera, se repite cuadra tras cuadra. “Somos cuatro hermanos, entonces nos vamos turnando quién viene a acompañar a mis papás. Ellos no quieren dejar solo el negocio familiar”, cuenta Mauricio Arancibia, propietario con su padre de una distribuidora de mariscos.
Como se mantiene el estado de excepción por catástrofe, militares patrullan la ciudad. “Hay que tener cuidado”, dicen los vecinos de la costanera, quienes agregan que se ve mucha persona mirando, algunos con bolsos, e intrusos en los escombros, de donde han recuperado hasta microondas.
El día del terremoto y posterior tsunami, en el edificio Costa Coquimbo, los autos que estaban estacionados desaparecieron por efecto de la entrada y recogida del agua. Sin embargo, los ar- tículos electrónicos del primer piso también. Pero no por la fuerza del mar.
“A horas de que pasara esta desgracia pudimos entrar a ver cómo habían quedado nuestros departamentos, y nos dimos cuenta de que a más de un vecino le robaron sus cosas electrónicas. No hay nada que hacer cuando hay maldad dentro de una persona, ni con la tragedia más grande piensan en los demás. Eso es crueldad”, explica, de forma angustiada, George Ricco, residente del condominio, donde más de 15 familias se juntan todas las noches en torno a una fogata para cuidar que nadie ajeno entre al edificio.
A pesar de la pena de muchos coquimbanos por lo que ocurrió, también rescatan que esto ha servido para unir barrios, amigos y familias. “Ya nos conocemos las caras. Antes yo no tenía idea quién era mi vecino y ahora, alrededor de la fogata, conversamos de lo que nos pasó y también de la vida de cada uno”, señala Ricco.
Tongoy a oscuras
En Tongoy también se organizan entre los vecinos para resguardar sus casas. “Hay que hacerlo, aunque haga frío o llueva, pero no hay que dejar que se lleven nuestras cosas”, cuenta Cristián López.
Fresia Fredes destaca que “acá están mi cuñado, mi comadre, mi marido, mis tres hijos, dos vecinos y mi nieta. Todos tenemos que hacer frente a las personas de mal corazón”, dice la mujer, quien agradece la presencia militar. De a poco, va volviendo la tranquilidad.