Subdesarrollo en Chile: el problema de la basura
Por Tomás Villarroel. Historiador, magister en Historia de la Universidad de Chile, doctor en Historia Contemporánea en Universidad de Würzburg, Alemania, profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez. Investigador de Fundación P!ensa.
Mucho se ha hablado en estos meses de crisis política e institucional de la rápida modernización de Chile en los últimos 20 años. No cabe duda, nuestro país ha dado un salto inmenso en su ingreso per cápita -acercándose a los 20 mil dólares- y el desarrollo del país en muchas áreas es notorio. También se ha modernizado, es decir liberalizado, cultural y valóricamente. Con todo, y sin perjuicio de la gran transformación de la sociedad chilena, persisten áreas en que el desarrollo y la modernización no han ido a la par. Dicho en términos negativos: Chile sigue siendo en muchos aspectos un país subdesarrollado, un problema que, si consideran las longevas obras denunciatorias de Aníbal Pinto, Jorge Ahumada y Francisco Antonio Encina, parece ya endémico.
Uno de los ámbitos en los que parece que Chile no quiere -es también un tema de voluntades- dar el “gran salto adelante” es en el problema de la basura y del tratamiento de ella.
Es una problemática relevante, pues un país con o sin basura, es decir, un espacio público y paisajes limpios o sucios inciden directamente en una mayor o menor calidad de vida. Y una ciudad o un paisaje sucio -lo vemos también en Valparaíso, en algunas partes más, en otras menos- habla de un país subdesarrollado. La arquitecta Pía Montealegre, quien apunta a la indignidad de la basura, describe el problema así:
“Hablo de una textura […] en donde no es posible mirar a un punto sin contar centenares de desperdicios esparcidos por el espacio público. Se los cuento para que no tengan que ir a verlo: canchas de fútbol, plazas de juegos, cunetas, veredas, canales, paraderos de transporte, cables eléctricos, todo transformado en una ciudad-basural. La catástrofe es tal que no solo resulta pueril pensar que un transeúnte se abstendrá de botar algo al suelo, sino que para muchos resulta natural acudir deliberadamente a vaciar su mugre a ese espacio colectivo.
¿Qué tipo de responsabilidad cívica y de dignidad humana pueden incubarse en esos lugares de desamparo?”
Es cierto, mientras no existan espacios públicos dignos y mientras no se instale una cultura de la no-basura, difícilmente se podrá sostener que Chile ha llegado a ser un país desarrollado.
Ahora bien, el problema de la basura en Chile tiene múltiples facetas, una muestra más del subdesarrollo en este ámbito. Va desde el problema cultural de botar desperdicios menores en la vía pública; pasa por el problema de las bolsas que, puestas a ras de suelo, son rotas por perros vagos -otro flagelo- antes que pase el camión de la basura, generando verdaderos microbasurales en Valparaíso; y llega al problema de los desechos botados por los mismos vecinos y empresas o inmobiliarias (escombros etc.) en sitios eriazos o quebradas.
Según la Intendencia de la Región Metropolitana, en Santiago existen actualmente 65 vertederos ilegales que ocupan una superficie de 400 hectáreas, “mafia” que el Intendente quiere erradicar.
Hay, sin duda, otros temas como el exceso de plástico circulante -consecuentemente desperdigado por el país- y el reciclaje de basura, que apenas se realiza en Chile. Siendo la basura en nuestro país y en la región de Valparaíso un problema, como es, multidimensional, se requiere una política integral que ataque todos los focos que contaminan nuestras ciudades y paisajes. Para ello es necesaria también voluntad política, tanto a nivel del ejecutivo, legislativo y judicial, así como de los gobiernos regionales y comunales, que hasta ahora brillan por su ausencia.