“El moái nos pertenece, no hemos transgredido ninguna ley”
Así responden los directivos del Museo Fonck a la demanda de un grupo de activistas rapanuís que buscan recuperar la gran pieza arqueológica que se conserva en Viña del Mar, y que donada por la comunidad pascuense en 1951.
“¿Cuántos chilenos van a poder ver un moái verdadero?”, se pregunta Claudio Etcheberry, presidente del directorio de la Corporación Museo Fonck de Viña del Mar, museo que hoy se encuentra en plena actividad, aunque no precisamente por las exposiciones que convocan a unas 40 mil personas por año. Durante todo 2015 ha centrado sus gestiones en la defensa de una de sus mayores piezas, que hoy, señalan sus directivos, corre peligro.
Activistas de Rapa Nui, encabezados por el alcalde Pedro Edmunds y el abogado Manuel Atan, han intensificado las tratativas con miras a recuperar para la isla el moái que pertenece a las colecciones del Museo de Arqueología e Historia Francisco Fonck desde 1951. Han recurrido hasta el Consejo de Monumentos.
Pero en Viña del Mar salieron al paso de la controversia. “El moái no fue un ‘despojo’, como apareció en la prensa de Valparaíso. Fue un obsequio de la comunidad pascuense a la ciudad de Viña del Mar, por la contribución que filántropos del continente hicieron allí durante los años 40”, señala Alfredo Nebreda Meller, vicepresidente de la corporación.
Según refiere, a comienzos del siglo XX la isla se encontraba diezmada, en una situación de abandono, explotada por capitales extranjeros y con su población desplazada y afectada por la lepra. “Estos filántropos -Humberto Molina Luco, Fritz Felbermayer, Roberto Gajardo Tobar- ayudaron a su recuperación haciendo aportes en salud, educación e infraestructura”, cuenta Nebreda. “El alcalde de entonces de Rapa Nui, Pedro Atan, curiosamente abuelo de Manuel Atan, consideró que donar un moái sería una excelente manera de retribuir esa ayuda, y también que sería una vitrina para mostrar su cultura en el continente”, agrega Etcheberry.
Ese moái, de tres tonelades y tres metros del altura, fue escogido por Felbermayer. Se trasladó por varios kilómetros con 18 yuntas de bueyes desde el ahu -plataforma ceremonial- a la bahía donde recalaba el Transporte Presidente Pinto, de la Armada. Llegó a Viña del Mar en septiembre de 1951, y desde 1988 ornamenta los jardines del museo. “Miles de personas lo ven diariamente al pasar”, comentan los directivos.
Su argumento principal en la discusión es que el moái no ha trasgredido ninguna norma de tráfico de especies arqueológicas que subraya la Unesco, “pues tanto Pascua como Viña son territorio nacional. Esto es solo un traslado dentro de un país”, señala Etcheberry. Y, además, que su llegada se produjo antes de la reglamentación de la Ley de Monumentos Nacionales de 1970, que también detalla la propiedad de los bienes patrimoniales. “Esa ley no tiene efecto retroactivo para un acontecimiento que tuvo lugar veinte años antes”, dice Nebreda
“Nosotros no queremos judicializar el caso, pero si el Consejo de Monumentos dice que el moái tiene que regresar a la isla, vamos a presentar un recurso de protección”, anuncia Etcheberry. “Estoy convencido de que el moái nos pertenece. El gran problema de esto es que si tuviéramos que devolver el moái, después nos van a pedir las piezas de la colección del Museo Fonck, la más grande de América sobre la cultura pascuense. Y si ocurre, entonces todos los museos tendrían que hacer lo mismo. Se acabarían los museos”, completa Nebreda.