Copiapó, donde los árboles se mueren
Más de 30 troncos se han caído desde los aluviones de marzo. Todos están secos. El lodo sigue pasando la cuenta. Y los residentes deben abrir bien los ojos.
Era de las palmas centenarias que formaban parte de la historia de Copiapó. Sus 25 metros de alto habían sobrevivido a las inclemencias del tiempo y las adversidades de la naturaleza ocurridas en Atacama en las últimas décadas. Desde la Rinconada de la Chimba, sector donde se ubicaba la especie, vio más de cien años de vida. Incluso se construyó una villa en su honor: “Las Palmas de la Chimba”.
En sus últimos meses de vida, este tipo de palmera había comenzado a debilitarse, mostrando una ligera inclinación, hasta caer finalmente a fines de agosto. No hubo que lamentar víctimas ni heridos. Algo parecido ocurrió hace algunas semanas, cuando tres árboles de gran antigüedad se cayeron casi al mismo tiempo en distintas zonas de Copiapó, debido al viento. En este caso, un plátano oriental se desplomó en la calle Juan Martínez, un aromo se partió en Los Carrera y un pimiento se vino abajo en Maipú. “Hacía tiempo que no nos pasaba algo así”, señala Hugo Torres, director de operaciones de la Municipalidad de Copiapó. Aunque el único daño que provocaron fue la interrupción del tránsito. Estas caídas se han repetido en los últimos meses. “En lo que llevamos de año hemos realizado alrededor de treinta operaciones relacionadas con el retiro de ramas y árboles que se han ido cayendo”, advierte Torres.
Si bien las inclemencias del tiempo y la falta de agua son factores que contribuyen a la muerte de especies arbóreas, la situación se agravó a partir de los aluviones. “El barro contaminado de minerales y ácidos que se generó durante la tragedia, tras secarse, creó una especie de barrera alrededor de los árboles que impide que puedan absorber bien el agua, lo que está provocando su debilitamiento y que aumente el riesgo de caídas”, dice Daniela Rodríguez, ingeniera agrónoma.
Existen zonas en la ciudad que tienen un mayor riesgo de caídas, según indican en el municipio. En la Alameda y Wheelwright dos árboles cayeron sobre el tendido eléctrico y dejaron a los residentes varias horas sin energía.
Para evitar estas situaciones, la opción más recurrente que se plantean en la municipalidad es la poda, que muchas veces requiere del permiso de la empresa eléctrica, ya que se debe cortar la energía mientras se efectúan los trabajos. También está la negativa de algunos vecinos. “Mucha gente nos critica, pero no los arrancamos, en realidad intentamos dejarlos más funcionales para la ciudad”, dice Torres.
Con la llegada del verano se aproxima otra situación crítica. “Durante noviembre, diciembre y enero tenemos que estar en alerta, sobre todo en días de viento”, indican en el municipio. Y añaden que “en ese momento los árboles están debilitados y la falta de agua y el calor les va a generar un estrés mayor, que además provoca que las raíces, que están muy profundas, busquen agua y por ello se agarren a las cañerías. En muchas ocasiones terminan reventándolas”.
Una muestra de ese debilitamiento se puede ver en los pimientos de la Plaza Arturo Prat. “Muchos de esos árboles están huecos por dentro. Estas especies necesitan una gran cantidad de agua, es por ello que sufren como una retroalimentación y se comen su propia savia”, argumenta la ingeniera Rodríguez. Por ahora, la ciudad está atenta.