Una ciudad en colores
Hacia un Santiago de calidad mundial:
Antes nos quejábamos del gris Santiago. Ahora, de la invasión de letreros publicitarios y de una señalética que parece no tener límites en su variedad tonal, sin mencionar rayados y grafitis.
En el otro Santiago teníamos el escaso color de las construcciones, el de los árboles, el sobrio verde del mobiliario urbano y el amarillo con negro de la señalética. La publicidad callejera era discreta. Ahora cumplimos tres décadas de aumento en la presencia de colores, a un nivel que ya tiene nombre: “saturación visual”.
El amarillo y negro de los letreros del tránsito, acordado en Europa, venía de la Edad Media. Aludía al resplandor de la luz y a la sombra de las tinieblas, pero también era una combinación eficiente; son tonos opuestos en la retina humana, algo ideal para hacer una advertencia callejera, muy contrastante. Países como Alemania y Noruega la siguen ocupando en algunas situaciones.
Europa conserva el fondo blanco o amarillo, junto a una serie de convenciones acordadas al terminar la Segunda Guerra Mundial, con la paz; en ellas participó el ingeniero chileno Rodrigo García Lyon, uno de los escasos asistentes de países no desarrollados. En Viena, en 1968, se actualizaron.
La irrupción de las autopistas aportó un descansado fondo verde con letras blancas, tema en el que influyó el Premio Nobel Konrad Lorenz, indignado porque los mejores puntos para admirar un panorama en carretera estaban siendo bloqueados por letreros publicitarios. Lo mismo sucedía en el entorno de plazas y parques.
El tema se volvió más complejo cuando se comenzó a usar la señalética como herramienta de identidad. Se han generado debates en España, donde algunas comunidades autonómicas crearon una propia o la duplican en dos idiomas.
Nosotros, como gran parte de América Latina, fuimos derivando hacia Estados Unidos como referente, con lo que se genera un “ruido visual” al mezclarse dos culturas.
El reconocer a peatones y ciclistas como protagónicos ha dificultado el tema al colorear franjas de las calzadas. Sin reglamentación ministerial en Chile, se observan los cruces de ciclovías resaltados en las esquinas, en azul o verde. La aparición de zonas lenta-máximo ha implicado otro uso de color en la calzada, también verde, dejando el rojo para el transporte público.
Rasgos identitarios
Las demandas son muchas y las decisiones necesarias. Es de toda lógica que en un planeta cada vez más integrado los símbolos sean comunes; aunque también es entendible que en ciertos aspectos se quiera -como en la coloración de calzadas- tener rasgos identitarios, es necesario que sean muy puntuales.
En una película de la saga de “El Padrino”, en un viaje a Italia los mafiosos van llegando en su brillante auto negro y, junto al rodar de los neumáticos, se ve el tono cambiante de la calzada; cuando entran al pueblo, se hace visible que su color corresponde al mismo de las piedras locales. Una imagen perfecta de cultura urbana.
Como en todo, habrá que buscar el equilibrio entre lo global y lo local, pero, por seguridad, prima lo primero.
Prioridad a lo localComo en todo, habrá que buscar el equilibrio entre lo global y lo local, pero, por seguridad, prima lo primero.