En 10% disminuirá oferta de agua en la zona central al año 2030
Por: Carlos González Isla.
Fundación Chile midió, por primera vez, la huella hídrica o volumen de agua dulce que se utiliza en cuatro regiones del país. Los resultados indican que el déficit de este recurso se agudizará en los próximos 15 años.
Para producir un kilo de pan se necesitan 1.608 litros de agua. Si este kilo se elabora en una zona árida, el impacto será mucho más alto que si se fabrica en una región donde el agua abunda. De ahí la importancia de realizar estudios de huella hídrica, que permiten medir el impacto y volumen total de agua dulce usada para producir bienes y servicios.
La última investigación realizada en el país en esta materia, la realizó Fundación Chile para la Dirección General de Aguas y contó con el financiamiento de la Agencia de Cooperación Suiza. La medición se desarrolló durante los 10 primeros meses del año y abarcó la zona central del país, específicamente las regiones de Valparaíso, Metropolitana, O’Higgins y del Maule.
El reporte, junto con concluir que se extraen 77,6 metros cúbicos de agua dulce por segundo en la zona central y que el 88% de este recurso es consumido por el sector silvoagropecuario, proyecta un escenario inquietante: la disponibilidad de agua disminuirá en 10% al año 2030.
“Si consideramos que el consumo de agua se mantiene en el tiempo, podemos decir que la zona central tiene una tendencia sostenida a la sequía donde la región más afectada es la de Valparaíso. De todas maneras, es importante considerar que la demanda de agua va de la mano del crecimiento del país y por ello la sequía podría ser aún más grave”, dice Ulrike Broschek, subgerente de Sustentabilidad de Fundación Chile.
Para elaborar la medición se realizó un catastro del consumo de agua de todos los procesos y actividades productivas del país, los que se dividieron en cinco sectores: doméstico, minero, industrial, energía y silvoagropecuario, que agrupa a su vez al sector forestal, agrícola y ganadero.
Asimismo, se utilizaron tres tipos de clasificación de huellas para el análisis, azul, verde y gris. La primera se relaciona con la extracción de aguas superficiales y subterráneas, la segunda con la proveniente de las precipitaciones, y la tercera, con la contaminación.
“Por ejemplo, en la macro zona centro que agrupa a las cuatro regiones, la huella azul más alta está en las regiones del Maule y O’Higgins. Y esto es así, porque son zonas silvoagropecuarias”, explica Broschek.
La región del Maule posee el 38% de la huella azul (aguas superficiales y subterráneas) y O’Higgins el 36%. Las regiones de Valparaíso y Metropolitana, el 17% y el 9%, respectivamente.
Al analizar por sectores, en toda la zona central, el 88% del agua la absorbe el sector silvoagropecuario. Por ejemplo, los paltos en Valparaíso se llevan el 35% del agua en esta área y la uva el 34% en tres de las regiones del estudio.
“Nosotros medimos la huella, pero dimos un paso más allá, al evaluar e interpretarla en cuanto a su impacto”, dice Broschek
La huella gris (contaminación) es más alta a nivel metropolitano que en otras regiones, con un 47%. Esta cifra es empujada por el sector doméstico que produce el 95% de la contaminación en la región más poblada del país, debido a la gran cantidad de aguas servidas que produce, las que pese a ser tratadas igual quedan en una calidad inferior a la calidad natural.
La contaminación del agua también está presente en otras regiones, pero sus fuentes son otras. En O’Higgins, la huella gris la lidera la minería con el 60%, debido a que el estudio consideró la producción de cobre que genera una descarga desde el relave Carén al estero del mismo nombre. El sector industrial, en tanto, deja su huella negativa en la Región del Maule, con un 17%.
Gracias a la evaluación de la huella hídrica es posible identificar focos de intervención y tomar medidas para que este recurso tenga un uso eficiente, como limitar el aumento de las superficies de riego en zonas con mayor escasez e incorporar tecnologías para mejorar la distribución de aguas.
Broschek agrega que se debería generar una estrategia de gestión de agua a nivel nacional y por cada cuenca. Asimismo, recomienda aumentar el almacenamiento de aguas lluvias.
“Esto se puede hacer a través de embalses o también mejorando la infiltración de las lluvias hacía las aguas subterráneas, que son nuestras principales reservas. La idea es que no escurran y se pierdan cuando lleguen al mar”, señala la investigadora.
El uso eficiente del agua, también debe ser objeto de políticas de optimización a nivel doméstico e industrial. Hoy mucha agua residual simplemente se bota, pero se podría reutilizar perfectamente.
“En Chile tenemos 32 emisarios submarinos que son tuberías en la costa que botan las aguas servidas al mar. Esas aguas, si las tratamos las podemos usar nuevamente. Esto se hace a nivel internacional. Hay un potencial gigantesco”, plantea Broschek.
La experta agrega que focalizarse en la reutilización es más económico que utilizar las plantas de desaladoras de agua, que son caras y aumentarían el costo de la tarifa de agua.
“Hay que ser eficientes con el agua que ya tenemos, antes que pensar en desalinización”, dice.
La medición utilizó un instrumento validado a nivel internacional por la organización Water Footprint Network y la metodología para que pueda aplicarse en otras regiones del país será de uso público.
Los resultados de este estudio, en el que se utilizó como modelo la cuenca del río Rapel para realizar algunas de las proyecciones, se presentarán mañana en el seminario “Huella Hídrica para un Futuro Eficiente del Agua”, que se desarrollará en Santiago.