El paisaje patrimonial y ferroviario de San Bernardo
Con artículos especializados, catastro de hitos arquitectónicos y testimonios de sambernardinos, un estudio da cuenta del valor y el olvido de la Maestranza Central.
En su Taller de Armaduría llegaron a trabajar 220 operarios simultáneamente; en el Taller de Maquinaria, otros 200, y en el Taller de Calderería, 150 más. Allí se repararon 250 locomotoras cada año, y en su época más intensa de trabajo también se construyeron cinco de estas piezas de la era del vapor. La Maestranza Central de San Bernardo fue en sí misma una maquinaria de alta precisión.
“En funciones desde 1920, la de San Bernardo es posterior a la de San Eugenio, pero igualmente llegó a ser más grande en superficie, recursos humanos y volúmenes de materiales con que trabajaba. Fue la mayor en Chile y y la segunda de Sudamérica, después de la de Rosario”, dimensiona Luis Rolando Rojas, experto en patrimonio obrero y parte del Colectivo Rescata.
Cuestión de espacio
A través de sus investigaciones, un equipo de especialistas está sacando a la luz la historia de estas instalaciones fundamentales en los inicios de la era industrial en Chile. Si a mediados de año Rescata presentó el libro “Entre rieles y chimeneas. Un recorrido por el barrio obrero y ferroviario San Eugenio”, esta semana lanzó “Engranajes de la memoria. Puesta en valor del patrimonio de la Maestranza Central de San Bernardo”.
“Había una alerta sobre la desaparición de esa memoria. Los ferroviarios más antiguos ya no están y los restos de la maestranza se encuentran en peligro. Proyectos inmobiliarios, como un mall que se quiere instalar allí, amenazan su historia. Pero existen organizaciones, mucha gente joven de la comuna, que se identifican con el valor que representa y han salido en su defensa”, dice Rojas.
La investigación incluye una serie de artículos y ensayos escritos por especialistas sambernardinos, como el historiador Marcelino Romero, que habla de las distintas edades de esta localidad rural ubicada a 18 kilómetros de Santiago desde su origen hasta los cambios que la impactaron con la aparición de la maestranza.
También escriben la arquitecta Andrea Ortega con una observación del paisaje patrimonial en torno al ferrocarril, y el artista Leonardo Portus, quien en su artículo “Cuestión de terreno” aborda un tema desconocido: cómo la vivienda social fue perdiendo cualidades espaciales conforme pasó el tiempo. De los 1.000 m {+2} de las viviendas de la Población Obrera San Bernardo (1925), a los apenas 200 m {+2} de la Población Ernesto Merino Segura 3 (1965).
El libro identifica hitos arquitectónicos ferroviarios, como la estación de tren de 1854, los talleres de la maestranza desplegados en grandes superficies y monumentales galpones y su tornamesa, además del Estadio Vulco -donde jugaba Magallanes-, y las poblaciones obreras, cuya arquitectura y calidad constructiva las convertirían hoy en viviendas altamente apetecidas por los entendidos.
Hoy, la maestranza es propiedad privada de libre acceso. Las comunidades utilizan su espacio para ferias, encuentros, conciertos y actividades culturales, pero también está sometida al mal uso y al deterioro.
Luis Rolando Rojas concluye: “Hay gente que sigue batallando por su protección, aunque cada uno por su lado. Yo pongo el ejemplo de la ciudad argentina de Liniers, donde 30 organizaciones locales se reunieron con el fin de detener un proyecto comercial proyectado en los talleres ferroviarios de la ciudad. Y eso resultó. Aquí falta unir a los activistas”.