Chile y sus desafíos en el mundo de las Smart Cities
En los últimos dos meses he tenido la fortuna de visitar cuatro ciudades destacadas por ser amables, sustentables, modernas y, por qué no decirlo, bastante “Smart”: Seattle, Portland, Barcelona y Berlín.
Dado que mi trabajo es ver cómo contribuir a transformar las ciudades de Chile y hacerlas más amables a través de la investigación, el desarrollo y la innovación, quise hacer un ejercicio distinto y en vez de encerrarme en seminarios y debatir el tema en abstracto, me dediqué a ser una ciudadana más en esos países. Quise sentir la ciudad, su gente y su vida diaria. Buscaba entender las razones que han llevado a esas ciudades a ser lo que son y las causas por las que nosotros seguimos siendo lo que somos.
Algunas luces de ello, ya tenía. Los numerosos encuentros que se han realizado en nuestro país en el último tiempo han permitido concluir que la generación de Smart Cities en Chile depende principalmente de tres elementos: el surgimiento de nuevos líderes; la visión de que un futuro inteligente se trata del bien común y no del de unos pocos; y la capacidad de los líderes para lograr acuerdos que incluyan a todos los ámbitos de la sociedad para superar nuestras principales deficiencias como lo son: la falta de capital y cohesión social, la comunicación, mejores políticas de desarrollo urbano y la movilidad, temas que impactan cada día más la calidad de vida de los chilenos a través, por ejemplo, de más delincuencia y atropellos a las personas.
Precisamente ésas son las materias que en las ciudades mencionadas muestran un mayor desarrollo, permitiendo a los ciudadanos tener una mejor vida y una base consolidada para avanzar hacia un futuro más sustentable e inteligente. De alguna forma u otra, hay un grupo de personas pensando en el bien común y generando acuerdos y decisiones que velan por el bienestar de todos.
En EE.UU. hay una base legal que garantiza el acceso a los servicios básicos y cualquier persona que trabaje de manera honesta e inteligente recibe el fruto de ese esfuerzo. Los empresarios tienen la capacidad de reconocer su rol en la sociedad más allá de generar utilidades y hay una gran masa de personas naturales que ejercen sus liderazgos e invierten en nuevos emprendimientos. La ley castiga fuertemente el fraude y la mentira.
En Europa, por otra parte, existe la entidad de la Comunidad Económica Europea que tiene por misión regular que los ciudadanos tengan sus necesidades básicas cubiertas, pero además hay una visión de largo plazo para tomar decisiones de futuro, que son implementadas por los diferentes gobiernos según sus propias características. Adicionalmente, todas las ciudades tienen gobiernos locales o federales que deben responder a sus ciudadanos en base a la identidad que tratan de relevar permanentemente A ello se suman sus esfuerzos en educación, lo que permite tener ciudadanos responsables, activos e informados que buscan una participación activa en la toma de decisiones de los gobiernos y en la implementación de políticas públicas.
Otro factor relevante son las disposiciones relativas a la transparencia que evitan problemas de corrupción, fraude, maltrato en todos los niveles de la sociedad. Hay identidad, convicción, cariño por la ciudad, respaldadas por un cuerpo legal que garantiza el bien común y alienta el esfuerzo individual, como también sanciones a los que no respeten estas normas.
Todo ello se puede ver al caminar y replicar cómo viven los habitantes en las ciudades que visité, las que como factor común tienen la forma en que la movilidad resuelve eficazmente las necesidades de sus residentes y visitantes, quienes pueden sentir la seguridad de caminar por las calles independiente de la hora. A partir de ahí, el camino se hace más fácil.
En Seattle por ejemplo, han sabido conjugar la producción industrial con el cuidado del medioambiente y se destacan sus alianzas empresariales para llegar a acuerdos que van mas allá de la ley para aportar a la innovación y a la creación de nuevos mercados, mientras que en Portland, el cuidado del medioambiente se refleja en todos los ámbitos, existiendo incluso muchos barrios autosustentables, lo que evita los desplazamientos innecesarios.
A los catalanes, el sistema de transporte les permite llegar a cualquier parte en locomoción pública. Los lugares de esparcimiento y culturales abundan, al igual que la disposición de innumerables espacios públicos para caminar y pasear. En Berlín, a este mismo modelo le han sumado una creciente política de transporte público eléctrico el que cada día se vuelve más eficiente.
Mis conversaciones con los habitantes de estas ciudades me hicieron reflexionar respecto a cómo todas ellas están avanzando hacia nuevos desarrollos para la sustentabilidad a partir de alianzas voluntarias empresariales, participación ciudadana, innovación colaborativa y nuevos modelos de negocios. En este último punto, aún hay mucho camino por recorrer ya que las empresas, en general, aún no logran visualizar como será el futuro para ellas en este nuevo mercado, pero al mismo tiempo deja entrever todas las oportunidades que tenemos en Chile.
La crisis social, política y económica que está empezando a vivir Chile es la mejor oportunidad para iniciar un nuevo camino a través de la formación de capital social y la innovación colaborativa para dar soluciones a la actual vida de los habitantes de nuestras ciudades de modo de hacerlas más amables y sustentables.
La única forma de avanzar que tenemos es que las personas preocupadas por el bien común -más que por sus agendas personales o políticas y su propio bienestar- puedan ponerse de acuerdo e imponer una nueva manera de hacer las cosas. Y hacerlas bien.
Una ciudad smart es resultado de la interacción de ciudadanos que han sido formados para ser felices y que participan en la polis haciendo uso de la inteligencia para el bien común. En Chile aún se cree que la felicidad se alcanza cuando se tiene un buen auto, un celular o se vive en cierto barrio.
Las soluciones a los problemas públicos los está resolviendo actualmente el ciudadano a nivel individual porque el sistema no protege el bienestar de la mayoría, sino que permite que unos pocos pasen a llevar los derechos del resto, generando desconfianza y subdesarrollo. ¿Cómo soslayarlo? primero que nada reconociéndolo. De ahí en adelante tenemos un abanico casi infinito de posibilidades para superar nuestras deficiencias y potenciar nuestras fortalezas.