El retorno a la ciudad estática de hace 50 años
Santiago está sembrado de barrios que no han sido tocados y que se convierten en museos abiertos.
Santiago es probablemente la ciudad que más se ha reinventado con nuevas edificaciones en América Latina. Además de la condición sísmica del país que así lo obliga tras cada terremoto, el explosivo crecimiento económico de Chile llevó a la capital a insertarse como un centro de negocios, a ser una plataforma de oportunidades y un polo de atracción laboral para chilenos de otras regiones y extranjeros, además de ofrecer vivienda para casi la mitad de la población del país.
Así, en 20 años, estímulos como el subsidio de renovación urbana llevaron a que barrios completos hayan sido reemplazados por otros, dibujados de edificios. En algunos casos se dio paso a una regeneración exitosa; en otros, torres diseñadas sin un valor arquitectónico reemplazaron conjuntos de alto valor histórico.
En cifras, se estima que Santiago ha crecido más de 100 mil metros cuadrados en altura solo en la última década. En el mismo lapso, el casco histórico de la ciudad perdió 382 casas.
Pero bajo esta vorágine hay zonas que sobreviven. Si se les fotografía hoy, se verá que conservan la misma imagen que tenían hace 40, 50 o 70 años. Barrios que se resisten a la intervención inmobiliaria, impulsados, tal vez, por familias que no venden y planes reguladores que logran conservar retazos de un Santiago histórico. Basta recorrer amplios sectores de Independencia, Recoleta, Santiago, o incluso Providencia, donde sobreviven sastrerías, almacenes, bares de antaño y fachadas antiguas.
Este Santiago preservado con la voluntad de los propietarios hoy se exhibe como un museo abierto para varios santiaguinos que están descubriéndolo. Cada vez, más páginas de Facebook sugieren recorridos por estas zonas, en caminatas que relatan en silencio que alguna vez la capital fue la recreación de la provincia amplia y dormida.