Diez malentendidos sobre la urbanización global, desde Latinoamérica

Metrocable en Medellín (Imagen © Jorge Láscar),

Metrocable en Medellín (Imagen © Jorge Láscar),

Quizá el aspecto que más intensamente impacte a un europeo que se propone estudiar las ciudades en Latinoamérica, -más allá de temas recurrentes como la pobreza y marginalidad, las diferencias sociales, la inseguridad- es que en Latinoamérica, la gente, los habitantes, aún construyen, con sus propias manos y acciones cotidianas, su ciudad.

Este hecho, que puede parecer positivo o negativo según el punto de vista, conjuntamente con otros –existencia de economías informales autónomas”; sistemas de autogestión y auto-reciclaje igualmente autónomos respecto de los formalizados por los gobiernos urbanos (P. VALECILLOS,1 )- invita a reflexionar sobre un concepto que quizás, por tan recurrente y usado en los últimos tiempos, se ha convertido en un cajón de sastre o cúmulo de significados, perdiendo buena parte de su significado original, si alguna vez lo tuvo.

Ese concepto es el de la “urbanización global”, manejado en cientos de artículos técnicos, o urbanización mundial, como la define ONU-Hábitat, el organismo internacional que más se ha ocupado sobre este tema. En este artículo se proponen diez ideas que tratan de evidenciar que nos encontramos ante un fenómeno no suficientemente esclarecido ni definido, que no se trata de un proceso homogéneo, ni que tiene que ser, como se suele dar por entendido de forma acrítica, “irreversible”, sino que puede evolucionar hacia paradigmas diferentes, y más en la actual coyuntura de crisis económica; algunos, por cierto, con importantes similitudes con formas económicas próximas a una suerte de ruralidad evolucionada. Las diez ideas propuestas son las siguientes:

1. (La  “urbanización global”) no se trata tanto de un proceso físico o urbanístico -como habitual y superficialmente se suele tratar-; sino que es un proceso de raíz esencialmente económica: la “urbanización” de las sociedades es un eufemismo para referirse al paso de sociedades autónomas, dependientes de sistemas económicos de auto-subsistencia (agrarias básicamente) a sociedades dependientes de un sistema de mercado, y por tanto, de empleos (y sueldos).

2. No existe un único tipo de “urbanización global”, y estos tipos ni mucho menos se corresponden siempre con el concepto tradicional de ciudad, o con lo que se solía entender por esta hasta épocas recientes. Podemos identificar cuando menos dos tipos claramente diferenciados de urbanización: la ciudad “formalizada” (tipo 1) de tipo occidental (también presente en áreas acomodadas o de negocios de ciudades latinoamericanas) y la ciudad “informal” (tipo 2).

3. En la “ciudad formalizada” (tipo 1) la “creación de ciudad” está dirigida, en mayor o menor medida, por una planificación pública; y es ejecutada a partir de una técnica profesionalizada (arquitectos, ingenieros, constructores) y una financiación empresarial (empresas inmobiliarias). La ciudad informal en cambio, además de no someterse a la planificación y ocupar habitualmente terrenos de propiedad ajena o propiedad pública, tiene la peculiaridad de ser construida por sus propios pobladores, lo que paradójicamente la acerca más a la forma de hacer ciudad del pasado.

 

Figuras 1 y 2. Cudillero, (izquierda; Imagen © Adam Carter), y Favela en Río de Janeiro, (derecha; Imagen © Markus Bernet). Paradójicamente, la ciudad informal reproduce modelos similares a los de las ciudades y pueblos históricos. Los patrones de adaptación al medio, aprovechamiento de recursos disponibles, como el suelo y materiales, y la autogeneración de la construcción, genera morfologías equiparables entre ambos.

4. Del primer tipo mencionado, la ciudad occidental contemporánea, suele decirse que es: “fragmentada”, difusa, dispersa etc. (RUEDA, S. MONCLÚS, J.2 ). Puede serlo desde un punto de vista territorial, pero no desde su propia lógica interna, estructurada a partir de redes e infraestructuras (frente a una sistema relacional basado en el espacio físico de la ciudad histórica); es decir, es una ciudad de esencia tecnológica (GÓMEZ V., M.3 ). Desde un punto de vista “interno”, se trata de una ciudad óptimamente conectada –por redes- que hace un uso libre del territorio, mostrándose densa o dispersa a voluntad, allá donde las dinámicas económicas lo favorecen (por ejemplo, densificándose en áreas de negocios o turísticas). La fragmentación sólo se percibiría desde afuera, por alguien no integrado en ese sistema (como un planificador territorial, o un habitante suburbial que no dispone de acceso a un sistema público de transporte).

Figura 3 (Imagen, realización propia). El hogar de la ciudad occidental: un “terminal” conectado por conductos a prácticamente todo lo que necesita, que el ciudadano intercambia por dinero, en una sociedad mercantilizada

Figura 3 (Imagen, realización propia). El hogar de la ciudad occidental: un “terminal” conectado por conductos a prácticamente todo lo que necesita, que el ciudadano intercambia por dinero, en una sociedad mercantilizada

 

5. Este “tipo 1” de ciudad –siguiendo a M. Weber4 – está fundamentada sobre: (I) una economía mercantilizada (no hay autoproducción; los ciudadanos dependen del mercado de trabajo formal); (II) una tecnología fuertemente centralizada, por un lado, por el Estado (burocracia, administración pública, legislación) y por otro, por el propio mercado, que financia las tecnologías que se pueden “vender” y margina o aísla aquellas otras que pueden dar autonomía económica al individuo; y (III) una administración pública, marco legal o, citando a Weber, “burocracia” (que puede entenderse como una racionalización tecnológica de los procesos de orden público, sustentadores y reguladores del sistema estatal). El papel que queda al ciudadano en esta ciudad, amén de elegir cada 4 años a su gobierno, es el de “opinar” a través de procesos de participación pública.

6. La ciudad informal (tipo 2), que es el ámbito por el que muchos pobladores no occidentales han cambiado la precariedad rural por una nueva miseria urbana, dada su insignificancia para el sistema económico global, vive en un situación marginal, paralela a la de esa otra ciudad “tipo 1”; entrando y saliendo de ella, dependiendo en cierta medida de la misma, pero invisibilizada en muchos aspectos. Marginada por tanto de ese triple sistema: del sistema económico (la economía es informal y de autosubsistencia); del tecnológico (es autoconstruída, carece de planificación, de infraestructuras) y del burocrático-estatal (son a menudo barrios dejados “a su suerte”, o bien objeto de reubicación en reasentamientos en la ciudad formalizada).

 

Figuras 4 y 5 (Imagen, realización propia). El “ciclo invisible” de producción transporte y distribución de la energía en la economía de mercado. Frente al “ciclo visible” de energía, recursos y residuos propio de modelos autónomos.

7. En contra del mensaje oficial habitual, que lo sobreentiende como un fenómeno unidireccional e inevitable (e incluso, positivo) -ONU-Hábitat habla en sus informes de un futuro “mundo urbano”-, este proceso de urbanización no tiene porqué ser, ni mucho menos irreversible: al menos en el sentido convencional que suele manejar ONU-Hábitat de urbanidad, que es la de un individuo integrado en el sistema económico globalizado “de tipo occidental”. De hecho, precisamente quizá sea la actual coyuntura de crisis un síntoma de la crisis de ese propio modelo, en el sentido de la incapacidad del mismo para integrar a todos los habitantes del planeta como “ciudadanos” dentro de la economía de mercado, amén del deterioro en la calidad y cantidad de empleos a que la propia maduración del modelo parece estar conduciendo en los países occidentales.

8. Tampoco las soluciones a los numerosos y acuciantes problemas que afectan crecientemente  las ciudades tienen por qué necesariamente venir de la mano una visión burocrática, en buena medida vertical, y basada en un modelo único sobre lo que debe ser la ciudad; es posible que, con el progresivo desarrollo de tecnologías sustancialmente diferentes a las convencionales, que permiten una mayor autonomía en su producción al individuo, un nuevo tipo de “ruralidad”, entendida como la capacidad de familias y comunidades de pequeño tamaño para organizarse y auto-sostenerse en muchos aspectos de sus necesidades básicas, puede estar abriéndose paso, más de la mano de los individuos que de sistemas burocráticos y centralizados de planificación.

9. Aspectos como: la creciente capacidad de autoproducción de energía en el hogar. La consiguiente facultad para la aplicación de esa energía al vehículo personal o la autoproducción de alimentos. La tendencia ascendente de la horticultura de proximidad; de una cultura de rechazo del consumismo, de ahorro en productos superfluos o desechables, de valoración del producto en sí mismo, de su reparación, reciclaje. Y sobre todo, las potencialidades del conocimiento horizontal y de libre acceso que permite internet para cubrir necesidades técnicas cotidianas, con videos que enseñan desde cómo construir una impresora 3-D, hasta como autoconstruirte tu casa-, son, decíamos, aspectos que apuntan hacia un posible cambio de paradigma: abandono de la dependencia de muchos servicios profesionalizados y comercializados; de combustibles fósiles; autogestión sobre más y más aspectos de la vida y necesidades cotidianas. Evidentemente, esto tendría (está teniendo) un impacto de importancia sobre el modelo económico actual.

Figuras 6 y 7. Metrocable en Medellín (Imagen © Jorge Láscar), y Plaza Mayor  en Madrid (Imagen © Google Earth). Ambos proyectos, separados unos 400 años en el tiempo, comparten una visión de la técnica y la intervención pública equivalente: no totalizadora sobre el espacio urbano, sino puntual, enzimática y proactiva, para reanimar y equilibrar un continuo urbano orgánico y autoconstruido.

 

10. Como colofón, a través de este estudio aquí resumido, cabe apuntar cómo desde la planificación urbanística y territorial se pueden valorizar muchas experiencias latinoamericanas, en el sentido de plantear una visión técnica de los proyectos urbanos “de término medio”; en que la planificación urbana, sin tener que ser rechazada en su configuración actual, pueda contemplar la realidad de los asentamientos informales como una oportunidad (por ejemplo, en la medida en que tienden a aprovechar de una forma óptima y densa los espacios) en la que intervenir, no de una forma totalizadora y omnipresente, sino de forma estratégica: dotando de infraestructuras, previendo zonas de riesgo, facilitando los servicios básicos y fomentando, dinamizando, lugares de encuentro, a menudo ya existentes. Es una revisión del concepto de técnica, más modesto y menos omnipotente, que encuentra ya a día de hoy vías de aplicación como los proyectos urbanos participativos en Medellín o Curitiba, Núcleo Cultural en Petare-Caracas, el urbanismo táctico, y los proyectos de custodia urbana y autoconstrucción organizada. Ello significaría valorar la capacidad de las comunidades urbanas no sólo como compuestas de ciudadanos inanes y con capacidad simplemente para opinar, sino como unidades de construcción social con la capacidad de unificar estructuras habitualmente separadas (economía, administración pública, técnica) en un solo actuar holístico y sinérgico.

 

  1. Pérez Valecillos, T. Organización, participación y autogestión en la construcción del hábitat residencial: Mecanismos de superación de la pobreza en asentamientos urbanos precarios. Santiago de Chile. Revista INVI. 2001 []
  2. Monclús, J. La ciudad Dispersa. Barcelona. Centro de cultura Contemporánea de Barcelona. 1998 []
  3. Gómez V., M. La infraestructura es la estructura. La ciudad Viva. 2014 []
  4. Weber, M. Economía y Sociedad, México. Fondo Cultura Económica, 1964 []