Antofagasta y su urgencia por reinventarse
Por Por Ximena Bertin
La baja del precio en el metal rojo comienza a golpear la economía de los antofagastinos, como antesala de una crisis que partió con el fin del superciclo del cobre.
En trascendental cambio, que no parece ser para mejor, están viviendo en estos últimos meses los antofagastinos. Si hace dos años la capital de la II Región era el paraíso para las automotoras, y era común ver a los mineros comprando enormes camionetas con bonos de hasta $ 25 millones, el 2015 esa misma gratificación rozó los $ 4 millones, que la gran mayoría optó por ahorrar en caso que pierdan su trabajo.
El superciclo del cobre, que trajo más de alguna millonaria compra al contado, se acabó. “Los efectos se verán más a largo plazo y es por ello que se deben tomar cartas en el asunto ahora”, advierte Karen Rojo, la alcaldesa de Antofagasta. Para la edil, es clave que en la región se generen nuevas alternativas de empleos, “para cuando los ahorros, los finiquitos y otros recursos particulares de los trabajadores se agoten”.
En un efecto en cadena, muchos de los despidos -unos 15 mil trabajadores en esta fase- también impactan al resto de los antofagastinos, que no siendo mineros, igualmente dependen del metal rojo. Los primeros en acusar el golpe son los proveedores de alojamiento para empleados de la minería. “Lo que se está viviendo es muy preocupante. La ocupación ha bajado en un 80% y hay muchos hoteles que simplemente están pelados (sic), porque todas sus habitaciones estaban reservadas para trabajadores. Muchos de esos contratos caducaron, porque las faenas simplemente se cerraron”, afirma Edwin Sánchez, presidente de la Cámara Hotelera de Antofagasta. Agrega que los despedidos, que llegaron a la zona cuando el cobre se vendía a un peak de 4 dólares la libra (el doble del precio actual), están volviendo a sus ciudades de origen, como son Ovalle y La Serena.
Dejan tras de sí una economía relentizada para los antofagastinos, que han generado sus negocios en torno a la minería. Los gremios reconocen que la actividad ya venía golpeada por el cambio en el sistema de turnos, que pasó a ser 7×7 (siete días de trabajo por siete de descanso). Esto incentivó los viajes a la ciudad de origen y bajó el interés de construir viviendas para traerse a las familias.
“Antes uno veía que a un departamento le ponían letrero de arriendo, y al día siguiente ya estaba arrendado. La gente se los peleaba. Hoy hay muchos edificios desocupados, especialmente en el sur de la ciudad. Eso es algo que no se veía hace muchos años”, comenta Mauricio Libano, presidente de la Cámara de Comercio Servicios y Turismo de Antofagasta.
Pese a la baja paulatina en el comercio general, Libano destaca que el rubro gastronómico y de entretención se ha mantenido, en contraposición a lo que ha ocurrido con el alojamiento. “No quiero ser tan pesimista, pero claramente ya no son los años de gloria”, añade.
Según la Cámara Chilena de la Construcción de Antofagasta, la actividad se ha frenado en línea con el deterioro del empleo, la disminución de los permisos de edificación, los menores despachos de materiales para la construcción de obra gruesa y la contracción de los proyectos mineros. La superficie a construir este año disminuyó en un 54%, y las ventas no repuntan. A esto se sumó la decisión de las mineras de postergar el pago a proveedores de 30 a 60 días, afectando a las pequeñas y medianas constructoras. “Esto incrementará el desempleo y también el clima de incertidumbre y pesimismo local”, asegura Thomas Muller, presidente local del gremio.
Esta desaceleración podría, además, acentuar la precariedad de los 37 mil extranjeros que acoge Antofagasta. “Independiente de cómo se comporte el mercado laboral, hay que promover un acceso igualitario a las oportunidades de trabajo”, señala Miguel Yaksic SJ, director nacional del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM).
Para enfrentar este escenario, el senador por la II Región Alejandro Guillier gestionó una cumbre de ministros en la capital regional, que busca revertir los errores que, a su juicio, han vuelto vulnerable la principal billetera fiscal. “Desde el norte, donde está la peor situación de crisis, tenemos que partir con un nuevo modelo de desarrollo para el país, basado en una dimensión de integración con los vecinos y de industrialización”, puntualiza Guillier.
Para el senador, un camino a seguir sería generar equipamiento para la minería, pero también para producir energías renovables, mejorando la infraestructura portuaria y vial del norte -ya obsoleta según su criterio-, ante un nuevo modelo de desarrollo que se necesita para enfrentar “una crisis que en Santiago no quieren ver, pero que nos impacatará a todos de no reaccionar ahora”, sostiene.