A 45 años de su apertura, el Teatro del Angel sale a la venta
Inaugurado en 1971 por Ana González, reabrió recién el año pasado. Seis meses después fue puesto a la venta por su dueña en $400 millones.
Solía ser uno de los teatros más concurridos en los 70 y 80. Inaugurada en 1971, la sala ubicada al fondo de una vieja galería en calle Huérfanos fue el lugar donde Ana González, Bélgica Castro y Alejandro Sieveking mostraron obras de Ibsen, Chéjov y otros autores contemporáneos. Sin embargo, tres años después del Golpe de Estado, el Teatro del Angel es rebautizado por la Desideria como Teatro de Comediantes, con Héctor Noguera, María Cánepa y Roberto Navarrete entre sus filas.
A fines de los 70 apuestan por dos autores emergentes: Andrés Pérez y Juan Radrigán, quienes debutan con Las del otro lado del río y Testimonio de las muertes de Sabina, respectivamente. Sin embargo, los Comediantes extiende su labor hasta 1984, cuando Ana González disuelve la compañía. En los años siguientes, el espacio con un escenario de 6×7 metros y 192 butacas de cuero rojo, se convierte en un cine de películas XXX, hasta que a inicios del año pasado, dos gestores -Cristián Poblete y Carlos Cornejo- lo arriendan para hacerlo resurgir.
Invierten más de $40 millones en limpiarlo y restaurar el parqué, las butacas, camarines y salas de control, además sobre $2 millones y medio mensuales por arriendo y gastos comunes. “Fue una quijotada nuestra”, reconoce Poblete, “era iluso creer que borraríamos la sombra de lo que fue el teatro estos últimos años en tiempo récord”. En abril, la sala reabre sus puertas al público con la nueva versión de Tres tristes tigres, de Sieveking, dirigida por Willy Semler. “Causó expectación pues se trataba de una obra que había sido estrenada ahí, y de un teatro patrimonial además, pero eso no aseguraba nada”, opina el autor.
A mediados de año, y mientras el espacio acoge a bandas emergentes, Shenda Román y su hijo, Nelson Villagra, muestran la obra Los predifuntos. “Los vecinos estaban muy contentos de que volviera a haber teatro allí en vez de un cine pornográfico, pero lo cierto es que la cantidad de público que asistía a las funciones -entre 40 y 50 personas al mes, según la actriz- daban cuenta de que el teatro había sido olvidado por el barrio”.
En los últimos días de agosto, a solo seis meses de su reapertura, Poblete y Cornejo dejan la administración del espacio sin siquiera alcanzar a postular a fondos concursables para mantenerlo a flote. “Hubo errores de nuestra parte por no provenir del mundo de la cultura y nunca dejarnos asesorar por un gestor o director artístico”, dice Cornejo. Poblete agrega, además, que su dueña, Ana María Sotomayor -hermana y heredera de Lute Sotomayor, pareja de la Desideria-, “pretendía que el teatro generara más ingresos de los que podíamos conseguir, y puso fin al contrato al poco tiempo”.
Desde entonces, el espacio de 500 metros cuadrados permanece a la venta, a cargo de Vicuña Propiedades, desde donde revelan que aún sigue en oferta, avaluado en $400 millones. “Contactamos compañías y directores para que se unieran al proyecto, pero muchos no quisieron participar, y es comprensible: nadie quiere estar en un teatro que no logra llenar sus butacas”, dice Poblete. Por su parte, uno de sus miembros históricos, el Premio Nacional de Teatro Héctor Noguera, cree que la salida de la dupla es adelantada: “Quizá no supieron administrarlo y tuvieron muy poca paciencia. No es fácil mantener abierta una sala, menos en el centro de Santiago y con escasa difusión. Cuando uno decide dedicarse a esto, hay que estar dispuesto a pasar por altos y bajos”.